domingo, 18 de noviembre de 2012

El día de la suerte III

Pasando por el pueblo de los semáforos traviesos se me cruzó un gato negro. Pensé que mi suerte podría estar de partida y en cierto modo no lo lamenté, pues no tenía nada más que comprar hoy. Además, uno es progato y el color negro me parece un color elegantísimo. Seguí avanzando por la carretera, solo, viendo un coche a lo lejos, con sus luces rojas, trazando el camino que poco después yo tendría que hacer, y recordando ese primer viaje que no hace tanto empecé por estas mismas carreteras y en el que todavía sigo, a veces por el desierto, a veces en el oasis.

Llegué a casa con mis paquetes, el inseparable y los otros. Dejé la guitarra en su sitio. Encendí la regleta y el router me saludó guiñando sus luces. Llevé la bolsa de la comida a la cocina y la maleta al dormitorio. Al pasar delante de la tele recordé que se rompió el viernes, pues la encendía y no se estremeció. Tan solo parpadeaba el led cada cierto tiempo.

Reconozco que no soy muy de ver la tele, pero me sentí contrariado, pues me recomendaron vivamente un programa que emiten los domingos. Tiene un nombre un tanto curioso, Gandía Shore. Y, según me han comentado, se trata de catedráticos de universidad, intelectuales varios y personajes de reconocido prestigio hablando de los temas más variados: filosofía, antropología, ciencia, humanidades. La semana pasada, por lo visto, estuvieron discutiendo sobre la muerte de Sócrates y sobre la Teoría de la Relatividad Especial. Quisieron hablar de la política actual, sobre si rescate sí o rescate no, pero no les dio tiempo. Aunque lo mismo es censura. Afortunadamente, para que no sea tan soso, a veces acompañan las tertulias con algún refresco o anisete rebajado con agua. Sería una lástima perderse tal evento televisivo por una simple avería, pero el universo del caos tiene sus reglas y no se las puede contrariar.

Con poca fe, activé el tdt y apreté el botón de la tele. E hizo sus cosas de tele antes de empezar. Y, mágicamente, los protones, neutrones o bosones, brotaron de su tubo catódico, formándose la imagen en la negra pantalla de tele de piso de alquiler. Y no lo digo en sentido despectivo, pues es un aparato de reputada marca, pero ya entrado en años, aunque gracias a ser una 16:9 aguanta bastante bien el devenir de los tiempos. Y, al no ser plana, se le puede poner un toro o una gitana vestida de faralaes encima sin temor a que se precipite al suelo.

Y he podido ver el citado programa, que ha resultado tan fascinante como me prometieron. La cosa es que ahora que ha arrancado, no se si apagarla o no.

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