domingo, 18 de noviembre de 2012

El día de la suerte

Hoy ha sido un domingo peculiar. Los domingos son siempre sinónimo de despedidas, de prisa, de viaje, de dar vueltas mientras se conduce, más que nada por la mala leche de algunas canciones.

El caso es que este domingo comenzó como siempre. Salvo que después del desayuno me dirigí a por dulces de navidad al Albaycin. La cuesta es importante, pero no lo recordaba. Al llegar a media altura recordé aquello de subirlas como viejo para llegar como joven, pero sin pensarlo llegué a las Tomasas y la pendiente se suavizó. Balcones llenos de geranios me saludaban y me recuerdan que tengo que subir a hacer fotos, que mi barrio lo merece.

Llegué al despacho, bonita palabra para referirse al lugar donde se despachan cosas, que no asuntos, y no había nadie, salvo la dependienta de todos los años. Le trasmití mi encargo y lo cumplió con eficacia y la rapidez que permitía la exigencia del mismo, pero como ninguno de los dos teníamos prisa disfrutábamos del momento en silencio. Al rato entraron los típicos que suben al barrio una vez al año y se pasman de la belleza del mismo, sin tener en cuenta los inconvenientes de la misma. La tendera anuncia que con qué deseo pagar y desenfundo mi tarjeta. Me cobra y, al ir a sacar el ticket de la caja, una música navideña comienza a sonar, miles de globos salen del techo y cae confeti con profusión. Hasta el reno de luces que tienen en una esquina parece unirse a la fiesta. La dependienta me anuncia con solemnidad el motivo de tanta algarabía:

- "Pos ta tocao la compra gratis"

Un "¡Pues qué suerte!" aparece sigiloso por los labios de mis compañeros de compras, expresando así su envidia y admiración por tan magno acontecimiento. A continuación, emocinado, doy las gracias y la tendera me informa del proceso del regalo, así que firmo varias veces y saca de la caja la cantidad que le había pagado antes. Hubiera preferido un reintegro en la tarjeta, pero tampoco era plan de ponerse gilipollas. Además, eso es como si hubiera sacado dinero.

Como decía mi abuela "Dichoso dinero que a casa vuelve".

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