martes, 31 de diciembre de 2013

Nochevieja

Todos los años, en estas fechas, se echa la vista atrás. Dicen los mass media que hay que hacer resumen y tal. Y, por lo que veo de otros años, es en estas fechas cuando uno está más tranquilo y puede escribir más, aunque sean chorradas, pues es eso de lo que se trata, contar la existencia de uno con más o menos gracia. Las penas, con letras, son menos.

Pero esta Navidad mis pasos han ido por otros caminos. Bien es cierto que es una Navidad rara, en la que sólo se ha notado porque comíamos manchegos y mantecadas en el té. Y me ha dado por retocar fotos y avanzar con la guitarra. Porque eso de escribir requiere su tiempo y su paciencia, sentarse a ordenar los pensamientos e hilarlos con más o menos destreza. Y cuando uno no acaba de ponerse, pues no acaba de ponerse.

Siempre me pregunté que pasaría. Cada Navidad me hacía la pregunta. Y ahora lo sé. Y, dicho sea de paso, me siento bastante estúpido por plantearme esa pregunta. Pero, a fin de cuentas, el ser humano es inquietud.

Ha sido un año desastroso. Creo que es una racha de años desastrosos, aunque en lo fundamental todo sigue más o menos igual, que quizá sea lo más hiriente. Hay que recobrarse de los zarpazos, mirar hacia adelante... pero no es fácil. Los péndulos, cuando son agitados, tardan en volver a su punto de equilibrio que, además, no vuelve a ser el mismo.

Esta noche daré dos besos menos. Y al mirar tu sitio lo encontraré vacío. Pero, aún así, te seguiremos teniendo presente. Como todos los años en esta fecha. Como cuando sí estabas.

Feliz año nuevo.

Promoción

A partir de mañana, y sin aumento de precio, voy a colgar cada mes, siempre que no se me olvide, claro, una imagen con un calendario mensual que he realizado para el año que entra, al que le haré la pelota por lo que pueda pasar.

Así que, ¡Feliz 2014!

lunes, 30 de diciembre de 2013

Pepe

Muchas veces oí la persiana subir. Tanto por la mañana como por la tarde. Llegaba a su tienda, tras comprar y traer el género en su furgoneta. La voz de su mujer lo acompañaba, mientras descargaban y esperaban al panadero, para preparar los bocadillos de los estudiantes del Ave María que, pese a tener apenas el doble de mi edad, me parecían casi como seres inalcanzables en estatura y madurez.

Recuerdo el ir a comprar con mi madre. El cesto de toda la vida, con las asas siempre a punto de romperse, de color marrón. O aquel falso monedero, que se convertía en bolsa de tela. Recuerdo ir a por la leche o la casera y oír la pregunta de si había llevado el casco, que siempre estaba al lado de la portañuela que tenían para entrar a la tienda, y que la separaba del mundo exterior.

El peso moderno, en el centro de la tienda y justo encima del cajón del dinero, y el peso antiguo, donde la fruta y los yogures. Aquel expositor lleno de tantas cosas que alguna vez fueron prohibidas y que una vez dejaron de serlo. Los poloflas. Anda que no me comí poloflases viendo la tele mientras esperaba la llegada de mis padres, que nunca venían, para comer todos juntos.

Hacer las cuentas en los cartones de tabaco, aprovechándolos. Porque antes no había códigos de barras y cada cosa llevaba una pegatina con su precio. Y lo que no se marcaba se sabía, porque teníamos memoria y no megabytes. Las reuniones y los petardos en mi puerta. Los chatos de vino del país a cinco duros. El centro del barrio, donde la gente habla, se conoce y se entera de las cosas. Los encuentros casuales y, algunos, forzados. Asomarse tras la persiana.

A su tienda siguieron otras, pero apenas hubo suerte. Y se reconvirtió el cochera y taller, tras una vida luchando. Y hoy esa vida nos dejó.

Descanse en paz.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Poltergeist

Entre Los Simpsons y Padre de Familia me están destrozando una filmografía la mar de hermosa.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Briconavidad

Desde luego, Dios bendiga a los programas enlatados de Nochebuena. Nos perdimos el discurso, los preparativos de última hora. Pero para lo que dicen que ha dicho...

Superada la primera fiesta con relativo éxito, hoy ha sido un día de bricolaje. Arreglar ordenadores, fundamentalmente. Tenemos que ver que sin con una pequeña inversión prologamos su ya de por si dilatada vida útil, que somos culpables y nos tienen mermados. Y aspirar. Porque estaban llenicos de polvo.

Y otras reinstalaciones y demás cosas. Así se irá la Navidad. Con los pájaros y la ciclogénesis intermintente de fondo.

lunes, 23 de diciembre de 2013

L'art de la dedicatuar

Lunes

Que no se me olvide comprar el recambio de la luz fundida del coche.

o-o-o-o-o

Las televisiones nos muestran las típicas estampas de la Navidad. Gente feliz, tocada por la diosa fortuna. Habría que ver en cuántos casos no es la desgracia lo que trae ese dinero. También gente que se reúne, que vive estos días en familia.

Estoy ágil con el mando. Afortunadamente, ella estaba en la cocina. Prefiero una película empezada. Y mira que me dan rabia las películas empezadas, pero no queda otra. No quiero que la alegría de esa gente, extraña, lejana, irrelevante, nos recuerde otros tiempos, donde estábamos más. Cada vez más establecidos dentro del cliché, por obviar el duro día a día.

Creo que descolgaremos el teléfono. Ya sabemos las fechas que son, pero no queremos que nos lo recuerden. Que nos dejen solos con nuestra pena, con nuestros recuerdos. Ya saldrá el sol. Mientras, que la nube nos cobije.

Historias de un pasado no tan lejano

Aquel 19 de diciembre, lunes, los vecinos de Polopos se endomingaron y se pasaron la mañana escrutando el cielo. Por ahí iban a llegar el ministro de Transportes y Comunicaciones, José Barrionuevo, y el presidente de Telefónica, Luis Solana, pero tardaron más de lo previsto: su helicóptero se perdió por la sierra e incluso tuvieron que descender para preguntar el camino, con un megáfono, a una pareja de la Guardia Civil.

domingo, 22 de diciembre de 2013

Domingo

Rico. Inmensamente rico. De espíritu y salud, claro.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Ah, il dolce far niente

Bajar. Encargar la pastilla. Comprar yogures. Comprar harina. Ir apresuradamente, pero por placer. Hacer migas. Ordenar un poco. Ver cine.

Vacaciones.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Pre

Comidas de empresa en las que, para desplazarse al restaurante hay que echar merienda. Pagar mas por venir dos días antes. Dudas que se van despejando y otras que se enmarañan más y más. No deja de ser la vida.

Dejaremos que repose un par de semanas más.

martes, 17 de diciembre de 2013

Axioma

Cuando acabas coincidiendo con tu enemigo te das cuenta de que, en algún lugar de tu vida, te equivocaste de camino.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Lunes

Las evaluaciones de navidad llevan aparejadas un cargo de conciencia, más que nada por la ingesta de mantecados y roscos varios.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Viernes

Si hay algo perverso en la intendencia doméstica es la logística del doble paño en la mesa camilla.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Miércoles

Coches que recuperan la visión. Tazas que, tras toda una vida, se rompen. Ejercicios inasequibles a la corrección. Lavadoras que se ponen y se quitan. La vida misma que pasa, sin más.

martes, 10 de diciembre de 2013

Invierno

El frío de este año es húmedo. Esa es la intuición que tengo, pues nunca tardó tanto tiempo la ropa tendida en secarse, ni siquiera cuando tanto llovía y la tenía que colocar, estratégicamente dentro de casa.

Esa humedad se cala en tus huesos y en tus músculos, invadiéndote. Como una niebla espesa que te atraviesa y de la que no puedes escapar. Pareciera entonces que todo lo que te rodea no existe, como si fuera un sueño aquello que ves pasar todos los días a tu alrededor, entre incrédulo y doliente, entre resignado y abatido.

El invierno regresa, más crudo que nunca. El sol ya no acariciará tu cuerpo, la sal ya no descansará en tus cabellos, justo tras el baño en el agua limpia de la playa. Aquellos castillos que hiciste perviven en tu recuerdo y, alguno, ni siquiera el mar lo quiso, quedando solo frente a las olas que rompían en sus cimientos.

Es hora de refugiarse. Buscar la compañía del fuego y esperar a que la primavera brote alguna vez. A que la luz de mayo vuelva a dar sombra sobre tu suelo.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Preguntas

¿Habrá algo más entrañable que un puticlú de carreteras deseándote feliz Navidad?

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Antes de dormir

No se a qué se debe este vacío que me invade, esta sensación de derrota que a veces hace que se me salten las lágrimas en el momento menos apropiado, en el instante más impertinente.

Porque nunca dejé de hacer lo debido y lo correcto, lo prudente y lo esperable, lo sensato y lo medido. Y cuando quise rebelarme, me encontré ya preso en mi propia cárcel de prejuicios, de moralidad, en una imagen que nunca quise pero que me vi forzado a desarrollar. Porque había que ser y, además, parecer.

Vuelvo la vista atrás, a cuando las películas las veía empezar y la radio acompañaba mis noches, largas y negras. Con la esperanza de un mañana que llegó casi sin esperarlo. Y ahora sigo empezando las películas, porque ya me acostumbré a ello. Y la radio ya no me acompaña, solo las mismas canciones que repito una y otra vez, como queriendo frenar el tiempo que es y queriendo volver al tiempo que fue.

La costumbre me venció. El miedo a vivir, que es lo más difícil de este mundo. Aunque eso nadie te lo dice. Y realmente te das cuenta porque te despierta el dolor al descubrirlo.

La canción del día

lunes, 2 de diciembre de 2013

Caminos

Benizalón.

Trucos de buen amo de casa

El exceso de líquidos en la noche se traduce en un eficaz despertador natural por la mañana.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Cuesta Gomérez

Salí del Carmen con la esperanza de poder asomarme al jardín del Auditorio, pero estaba cerrado. No recuerdo la última vez que estuve allí, ha pasado demasiado tiempo. Lo que sí recuerdo es bajar por la noche, por el paseo central de la Alhambra, camino de casa.

Siempre me llamó la atención el rumor del agua por los laterales, más claro ahora que no bajan coches por ahí. La luz del mediodía se cuela entre los árboles. Lástima que haya un idiota que no para de hablar a gritos.



Poco a poco veo la puerta de las Granadas. Restaurada ha quedado preciosa, aumentando el efecto que se tiene al cruzarla, el entrar a otro mundo sin salir de la misma ciudad.



La Cuesta está llena de tiendas. Y de talleres artesanos de guitarra. Espero que, quizá, algún día, necesite que me hagan una.



Llego a Plaza Nueva. La tranquilidad que he disfrutado se esfuma de un plumazo, pues un hervidero de gente la ocupa.


Que ya despejo yo la x

- ¿Cuánto pesas?

- ¿Cuál es tu densidad?

sábado, 30 de noviembre de 2013

El Carmen de los Mártires

Camino del carmen me topo con la fuente dedicada a Ganivet. Quizá la afirmación se basa en mi ignorancia, que ya decía mi tío que es muy atrevida, pero no le veo chiste a la fuente. Claro que posiblemente haga alusión a algo que escribiera. Camino del final de mi viaje veo una de esas exposiciones con la que nos obsequian las cajas de ahorros. La gente mira, interesada.



A lo lejos veo el Carmen. La puerta entreabierta y la hora me disuaden de acercarme más, pero el hecho de estar ya allí me impulsa al menos a comprobar el horario de apertura. Mis miedos y prudencias se desvanecen al comprobar que puedo entrar sin que me dejen encerrado, cosa que es uno de mis mayores miedos.

Nunca jamás entre, o al menos no lo recuerdo, en el edificio. Pero los jardines ya justifican una subida. Lo que siempre me llamó más la atención de este sitio eran las fuentes y los animales, vagando libremente por ahí. En especial, los pavos. También había patos, pero ellos estaban en el estanque.

Vagué un poco por el jardín que está a la altura de la puerta. En el lateral hay una especie de gruta. Hoy, fiesta, hay un pintor. Y una pareja prueba a hacerse fotos en la gruta. Como cortesía mutua nos interrumpimos en nuestro ceremonial fotográfico. Mientras yo sigo con el estanque, y el pintor a lo suyo, decido seguirlos y redescubro otro jardín con fuente, gigante, blanca, rodeada de palmeras. De repente vuelven a mí recuerdos de ir con la mano sujeta a mi tío, dejando que me contara una y otra vez aquellas historias que me parecían nuevas cada vez, pero que sabía de memoria y que tanto disfrutaba al oírlas.



Subí por unas escaleras en busca del estanque, y me encontré con los pavos, algo mermados en sus posibilidades paveantes, pues el macho tenía la cola de invierno, en la que las plumas habían ido cayendo como pétalos dando una imagen bastante cercana al observador. Pude hacerles fotos a placer pero siempre, al oír el click, cambiaban la pose. Quizá a mala leche. Una niña, con sus abuelos, los alimentaba a base de pan con muy buena pinta. Y es que la hora ya empezaba a trasladarse al estómago. Y me encaminé hacia el lago, que me pareció gigantesco, con su isla y su torre y su puente para llegar a ella. Y había tan sólo tres patos, haciendo cua cua. Como Dios manda.



Lo circunvalé. Siempre le decía a mi tío lo que me gustaría tener en nuestro huerto un estanque, o un río, con un puente para poder pasar. Un puente en el que pararse. Y posar algún barco de papel, o una hoja seca, y contemplar como se aleja camino de su destino, sin que nunca se vuelva a saber nada de él, pero con la certeza de que nunca volverá.



Bajé de nuevo donde los pavos. Les hice alguna foto más, y a una fuente gigante con su surtidor enmedio. Granada a mis pies, de nuevo. Es hora ya de descender.


Sábado mañana II

La ermita de Santa Bárbara, en las Menas, Serón.

Sábado mañana

Excursiones que tenía pendientes

viernes, 29 de noviembre de 2013

Pues eso

Que entre mi innata habilidad para el afeite y la gran calidad y agilidad de las cuchillas... Claro que la barba es mía y me la afeito como quiero.

Los que no comemos pavo ni tampoco damos gracias

Como estará la cosa que ya ni el Banco de Alimentos me pide que colabore.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Jueves

Y esa extraña sensación de no aprender la lección, quedarse siempre en el mismo punto, como atrapado en un bucle del cual ni puedo, ni quiero, ni sé salir.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

On the run II

Que me dejen en mi microcosmos, en el que soy tan feliz.

Aunque me llamen cobarde.

On the run

Frío, pero menos que ayer. Aunque hoy ha hecho como si lloviera.

o-o-o-o-o

Miedos y dudas.

o-o-o-o-o

Hoy quedó claro que los hombres, por el hecho de serlo, somos malos. Me alegro. A ver si así nos dejan en paz.

lunes, 25 de noviembre de 2013

La crisis de la fregona

Estaba yo esta tarde, tan tranquilamente, pensando en mis cosas mientras fregaba que, de repente y sin previo aviso, un "¡Crack!" hizo que mi cuerpo perdiera la perpendicularidad con el suelo. Todavía sobresaltado por la virulencia del ruido, me di cuenta de que la causa del mismo fue que se había roto la fregona. Y era una pena, pues estaba ya casi acabando.

En esos momentos no sabes qué hacer. Estas cosas se rompen cuando menos te lo esperas y ya no estamos acostumbrados a eso. Ahora hay programas que te dicen, por ejemplo, cuando se te van a acabar los megas y tu te despreocupas y vives alegremente sin darte cuenta de que no todo funciona así. Todavía, creo, no hay fregonas que te avisen de que has llegado al 80% de estrujones admitidos por la misma. Así que no me quedaba otra que, si quería acabar con la limpieza de la casa, ir a por otra fregona. Intenté sustituir el palo por otro que tenía en casa, pero vi que era para otro sistema operativo, digo, para otro tipo de marca concreta.

Total, que me vestí con mis más deportivas galas, cogí el palo recién fallecido y me puse en camino para una nueva tienda de corte asiático que han abierto en la localidad que me da de comer. Así, de camino, la veía antes de que los augurios sobre su futuro se cumplan. Y es que no hay mal que por bien no venga ni tampoco se cierran puertas sin que se abra alguna ventana.

Entré en la tienda, en la que se arremolinaba gente esperando. Es como en las ciudades, que la gente queda en el cortinglés o en Correos. Saludé a un padre y a su hijo, antiguo alumno, y me adentré en las profundidades de productos y servicios que el gigante asiático me ofrece a apenas cien metros de mi casa. Comencé despistado, pero enseguida los tupervares me llamaron la atención. ¡Qué gran surtido! Buscaba uno de esos que se ponen en el microondas, con agujeros, para que no manche lo que calientes, pero no los encontré. Así que, decepcionado, me fui donde las fregonas. Había gran variedad de palos, de todos los tamaños, colores y calidades. Al final uno, que es un clásico, se ha decidido por el de color plata,  desprovisto de ornamentos. El eficiente y elegante palo de fregona de toda la vida. Por si las moscas, me compré un mocho compañero, para lo que requerí el asesoramiento de la comercial de la tienda, que me indicó la plena compatibilidad del mocho con el palo que me disponía a adquirir. Satisfecho, decidí dar una vuelta por la tienda, buscando un teléfono de sobremesa que no encontré. Pero sí un atomizador para el grifo de la cocina, que últimamente está de lo más caprichoso y ha dejado de entenderse con el calentador.

Mientras callejeaba buscando más gangas, un señor de acento levantino reclamó mi atención. Buscaba arandelas para atornillar la esparraguera y así, fijar el váter. Literal. Según parece, no había buena comunicación entre el señor chino y él y, para ser sinceros, tampoco la había conmigo, pues no me estaba enterando de nada. El hombre le echaba la culpa al pobre chaval y yo, que sin comerlo ni beberlo me estaba metiendo en una situación de lo más absurda en la que cada vez me costaba más aguantarme la risa, me puse a maquinar un plan para salir de allí como fuera. El dependiente, con el tesón propio de los orientales, no paraba de dar artículos a su exigente cliente y, en una de esas, me zafé de los dos y seguí dando vueltas por el bazar, en busca de un posavasos para los poleos nocturnos que, desgraciadamente, no encontré.

Tocaba ir a la caja. Allí, de nuevo, me encontré con el señor de los espárragos. También con las típicas clientas que, hasta cuando están pagando, marean al dependiente. Por lo visto hoy tocaba, por cualquier compra, meter mano en el cesto de "mandalinas" que tenían en la puerta, pero lo que no quedaba demasiado claro es qué cantidad de "mandalinas" era la adecuada en función de la compra. Mientras, el señor de los espárragos probaba un brasero, lo que derivó en una conversación entre el cajero y el dependiente de la que solo entendí claramente la palabra "megavatio". Al final, la venta tuvo éxito y el señor de los espárragos completó su compra con el pequeño electrodoméstico en cuestión.

Pagué. El cajero insistía en darme una bolsa para llevar el palo y las "mandalinas", pero he de reconocer que no estaba por la labor. A fin de cuentas, el importe de mis compras ascendía a 3.65 €, pero tal fue su insistencia que cogí dos. Y, feliz, me fui a casa a seguir con el fregoteo. Les hablaría del nuevo kit de fregona y palo pero eso ya quedará para otro día. U otra entrada.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Domingo

Cumpliendo con las dulces tradiciones.

o-o-o-o-o

Sol que acaricia, pero no quema. Ni siquiera calienta.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Sábado

Hace frío. Ni con el brasero entra uno en calor, ni siquiera poniendo los pies encima.

o-o-o-o-o

Se hace raro esperar la cena en el sillón en el que, no hace mucho, mi padre veía las noticias. Es curioso, pero desde que él falta, se oye arrancar la calefacción.

o-o-o-o-o

Salí esta mañana. Bajé a pagar unas chirimoyas erróneas que, al final, quedaron a deber hasta que las autoridades se pronuncien definitivamente. Compré perchas, de esas adhesivas, para detrás de las puertas. Y varias cosas de intendencia. Y, de camino a casa, manifa. Ya de tanto protestar ni presta uno atención.

Lo que yo digo

Adolescente total. Si es que por todo hay que pasar, más tarde o más temprano.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Torturas modernas

Acostarse en una cama con las sábanas frías.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Miércoles

Me duelen los brazos y la mano izquierda.

Y sigo preparando papeles y pensando.

martes, 19 de noviembre de 2013

Así pasó el día

Frío, pero menos. Inventos con la WiFi. Adaptaciones curriculares futuras, a sugerencia de los expertos. Y poco más.

lunes, 18 de noviembre de 2013

No tan microcuento

De repente, se despertó. Entreabrió los ojos y, al ver tanta luz, creyó que se había quedado dormido y no había ido a trabajar. Luego se acordó de que sí que había ido a trabajar, que era por la tarde. Y se sintió tan orgulloso que volvió a dormirse, no antes de decidir que dejaría de endulzar el té con aquella sacarina tan extraña.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Laujar de Andarax

Domingos como los de antes

Ya no recordaba los madrugones, ni tampoco el amanecer dentro de un autobús. Ver que la luz va pintando poco a poco el nuevo día, descubriendo que, por unos minutos, todo está puesto ahí para ti.

Lamiendo heridas

No se hasta qué punto soy yo. O si me creo mi propia publicidad.

o-o-o-o-o

Tengo lapsos espacio-temporales. Por no hablar de que hablo solo.

o-o-o-o-o

No me gustan los actos sociales en los que desconozco un número finito de personas. En los otros me apaño, aunque tampoco me entusiasman. Sí hay algo de mi que me guste y me moleste a la vez es mi capacidad de sentirme solo estando rodeado de gente.

o-o-o-o-o

Ni me deja de doler la garganta ni me acabo de resfriar.

o-o-o-o-o

Y, a pesar de tanto tiempo, sigo estando en forma.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Mediodía

Pues muy bien todo, pero con frío en los pies.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Viernes tarde

Tarde de sofá, siesta. Y, luego, de intendencia común primero y sorprendente después. Para rematar la faena ha cambiado de supermercado, por chirimoyas y caquis. El caso es que tengo fruta, pero me da un poco de agobio tener menos de dos kilos de cada cosa en casa. Y eso que uno vive solo.

o-o-o-o-o

Por ser viernes y, además, tener un pinchazo en la garganta he decidido darme un gusto. Me he comprado una copa de esas de chocolate. Ante la ausencia de las que estaba buscando me he visto en la necesidad de elegir otras. Las de marca marca, más apetitosas, tenían una fecha de caducidad relativamente reciente. Y las de marca blanca, una fecha más acorde con la forma de consumo prevista para el producto. Lamentablemente, venían en packs de 4, lo cual es algo que me echaba para atrás, ya que tampoco es cuestión de darse tantos gustos, que somos pecadores y venimos a esta vida a sufrir para ganarnos el cielo, lo cual ha hecho que me replantee la moralidad de comerme esta noche tal manjar. Afortunadamente descubrí algunas que se vendían individualmente, pero su aspecto no era muy apetitoso. Así que al final me decidí por las de marca blanca, que caducan más tarde, son más baratas y el pecado, imagino, será más reducido.

o-o-o-o-o

Me invade una cierta sensación de melancolía, que no se a qué atribuir. Y me duelen los brazos, y tampoco sé de qué.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Variaciones sobre un caracol

 

Jueves

Y aquí estoy, en el pasillo, entre ruidos de clases lejanas, esperando un simulacro que no llega.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

MIércoles

Hoy está nublado. Pero nublado de verdad, no de esas veces que el cielo amanece encapotado y es el sol el que disuelve las nubes, como cuando remueves la crema del café con una cucharilla. Además, hace ya un frío que se te cala un poco. Es, paradójicamente, reconfortante.

Y, además, ha empezado a llover.

Ahora que me doy cuenta, el cambio de la bombilla de toda la vida por la de bajo consumo de oferta, un euro me costó en esos baratillos que hacen a veces las grandes superficies, da un toque más mortecino a la habitación. Quizá sea el invierno. O que el ahorro se tiene que notar en algún sitio. Incluso en el ánimo.

martes, 12 de noviembre de 2013

Nius of the güorld

Hier.

Obsérvese la cara de satisfacción del objeto y sujeto, respectivamente, de la acción.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Lunes

Tarde de contingencia y andurreo. Muy bien aprovechado todo, por cierto.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Aeropuertos

Otra vez más me hallo en uno de ellos. Coqueto y sin demasiados pasajeros, aunque los que hay son ruidosos. Es curioso porque en aeropuertos más grandes con más gente el ambiente es más lúgubre.

No he comido. Entre tener que comer y salir pitando con el bocado en la boca y tener que salir pitando con el bocado en la boca he elegido la segunda opción que, en principio, presenta la ventaja de que no tengo que hacer la comida. Hay que espabilarse, que si no, se lo comen a uno.

Eso incluye lo de la jugada de los números de teléfono. Reconozco que ha sido ingeniosa, pero no me tomes el pelo más de lo que yo te deje.

El avión llega a tiempo. Dos minutos antes, parece. De todas formas, hasta las cinco no como. Al lado se me han aposentado unos ingleses que comen pipas. A ver cuando una ley como la del tabaco. Para eso para la gente que hace ruído en los aeropuertos.

Casi sin darme cuenta el avión ha llegado, pero sin los dos minutos de adelanto. Ahora toca el tiempo de descuento, que es la espera y reencuentro con la maleta, momento emocionante donde los haiga. Me iré a la puerta, pues. Prepararé la lágrima.

sábado, 9 de noviembre de 2013

La Alhambra

Traspasé la puerta de los coches, junto con un taxi. Había gente por todas partes. Riadas  podría decirse. La mañana acompañaba, pues la única nube que había era una en forma de pluma, blanca, que rompía la monotonía del cielo. Me escurría, como buenamente podía, entre los grupos de turistas, unos organizados y otros menos, con destino a la Iglesia. Santa María de la Alhambra, patrona de este recinto que es Granada pero que, a la vez, no lo es. Allí vive y baja una vez al año a Granada, atravesando el bosque de la Alhambra. No deja de ser curioso que la Madre de las Angustias, patrona de Granada, sólo pueda ser vista en su imponente trono por los recovecos del recinto por los invitados que sus hermanos consideren oportunos. Y, aunque todos seamos hijos de Dios, algunos parece que lo son más que otros.


Salí de la Iglesia, que apenas recordaba, camino del palacio de Carlos V. Me acordé de mi amigo Antonio, que decía que era un "exento", por montarse el chiringuito donde los Reyes Moros que sus Católicas majestades expulsaron. El edificio es imponente, tanto en su estilo como en su acústica, y es el origen de edificios recientes algo menos afortunados. Al menos, eso dicen los expertos.



Una gran cola de gente esperaba para entrar en los Palacios nazaríes. Ahora nos los racionan, pero no hace mucho aquí vivían forajidos y demás gente de mal vivir, dicho así en general y sin que se nos ofenda nadie. Como en el barrio de enfrente, antes nido de pobres y ahora parque temático a disposición de las perrerías de la actual corporación municipal, con su discreto alcalde a la cabeza. Me asomo entre las almenas a ver mi casa y tardé bastante. Pensaba que era más fácil de localizar, pero debo tener el gps un poco averiados. Lo que sí me llegan son los ecos de los tambores de la actuación de turno en el mirador de San Nicolás, un sitio al que no iba nadie hasta que a Clinton se le ocurrió recalar aquí. 

Algunos gatos merodean entre la gente, en la plazoleta cercana a la Puerta del Vino. Han debido hacer unos aseos, porque hay cola. Y me viene a la memoria la foto de un primo, que vino a hacerse el reportaje aquí. Tiene una foto muy cuca con la mujer, todavía enfundada en su traje de novia y en su ilusión. Al menos eso suponía. Una señora argentina teledirige a su hija para un pequeño refrigerio. Discuten sobre las propiedades del Aquarius y la Coca Cola de cara al turismo. Hablo solo y, a pesar de ello, la señora, sentada en un escalón, no sale huyendo. Hay un gato que bebe indiferente al interés que atrae.


Salgo por la puerta de la Justicia hacia el bosque, camino del Carmen de los Mártires. No veo la llave y la mano. Han puesto un andamio. Las eternas obras.





viernes, 8 de noviembre de 2013

Viernes

A veces viene bien traicionarse un poco. Dejarse pisar creyendo buscar un ideal, un algo mejor, aunque siempre sin perder una pizca de desconfianza que, al igual que a los héroes de la antigüedad, nos hace seguir sintiéndonos mortales.

En principio uno se cree feliz. Pero la felicidad es algo efímero, como el agua entre las manos. Y los detalles menos buenos o desagradables comienzan a surgir, primero como pintas verdes en el renacido suelo tras las primeras lluvias del otoño. Y, luego, como la mala hierba que crece y que puedes arrancar si quieres, pero que deja su semilla por mucho tiempo.

Surgen los porqués, como ese jardinero que no sabe por donde empezar. Hasta que, al final, comprende cuál es la única solución y la aplica. Arrasa y escuece. Pero cura.

Y entonces uno recuerda el antes. Y el antes del antes. De toda esta crisis que ya va para el año y que ya hay que dejar atrás sea como sea. Porque lo malo ya pasó y ya vendrá de nuevo cuando le toque.

Señoras que... II

Van al médico y están mu malamente.

Señoras que...

Te preguntan a qué hora te toca el médico para que no te cueles.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Dos dias

Ayer, hazte doscientos kilómetros para que pasen de ti. Hoy, charla impactante y libro de vacas acabado. Ya, felizmente en el himalaya.

La vida comienza a tener sentido de nuevo.

lunes, 4 de noviembre de 2013

El bosque de la Alhambra

Tocaba ya salir de allí. Esta vez, el guardia sí me hizo esperar. Los coches subían, ordenadamente, hacia el cementerio, como una procesión de colores que pasaban sin pausa. Bajé de nuevo por el parking, con árboles en vez de cubiertas.



Algo menos de bullicio en donde las entradas. Sería quizá por la hora. Y ningún autobús de turistas cargando o descargado. El mismo vendedor de los parasoles, usando su cabeza como escaparate. Llegué hasta la barrera que custodia la entrada al recinto alhambreño. No hace mucho se podía pasar por ahí, siempre que conocieras el camino adecuado. Y, además, en un momento se llegaba a casa. Unos turistas franceses llegan en su coche. Quieren entrar hasta el parador. El guardia les indica, pero llama por radio a su compañero, porque no se fía de la pericia del conductor. Tras apuntar la matrícula, les abre la barrera. Los taxistas tienen más suerte, tienen apertura automática tras reconocer la placa.



A pesar de haber acera decido ir por donde los coches. Quiero ver amarillo en las hojas, pero me tengo que conformar con un verde algo mustio. No se puede tener luz y color. Hay que elegir. Quedan a la derecha viejos hoteles abandonados, algunos edificios que ya no se usan. Se deberían cuidar esos detalles en un sitio como este.

A pesar de la época del año, apenas hace calor. Incluso aquí, donde siempre hace algo más de fresco. La rebeca de hilo está en su punto justo. Abriga, pero sin molestar.




Tomo el desvío de la izquierda, en donde está la cascada, y entro por la puerta de los coches que, si bien es la menos espectacular, sí es la más práctica. Además, siempre hay que ir de menos a mas



Antes de irse a dormir

Creí que se había roto la lavadora. Y resultó que elegí mal el programa.

domingo, 3 de noviembre de 2013

El cementerio II

Sigo mi ruta. La masa me devuelve un poco a la realidad y me pongo en camino a la cripta familiar, donde habitan muertos que son nuestros, pero tampoco tanto. Me sorprende ver que van a hacer un festival de música y danza. La pena es que los espectadores más numerosos no lo van a agradecer. Ni valorar.

Sigo camino del jardín de las cenizas. Allí está mi tío. Bueno, solo una placa, porque la urna y sus cenizas ya formarán parte de un árbol. Justo lo que hubiera querido. Me doy cuenta de que, de lo alto de los bloque de los nichos cuelgan cuerdas de seguridad. Familias enteras miran mientras los empleados limpian las tumbas y suben las flores. Gente, mucha gente.

Llego a mi destino. Rezo de nuevo. Veo que han puesto un mirador, el del agua. Lo que me gusta del cementerio es la gran cantidad de rincones agradables que hay. Es, aunque resulte raro, acogedor. Veo la ciudad a mis pies, desperezándose poco a poco en un día festivo. La bruma de la contaminación empieza a destacarse sobre el vivo azul de la mañana de noviembre. A pesar de las hermosas vistas de la sierra, decido no verlas. Y bajo, por entre las tumbas de las congregaciones religiosas, buscando la ruta de salida.

Bajo, como es costumbre, por el lateral derecho. Sigue el bullicio de gente que entra. Un par de amigas, curiosas, ven el espectáculo. Yo soy, a la vez, espectador y participante.

La animación sigue en la puerta. El autobús maniobra para poder salir, entre el río de coches que hay en la puerta. Los árboles ya tienen el amarillo del otoño que se resiste a llegar.


El cementerio

Sigo la ascensión por entre el parking de la Alhambra. Ni siquiera ataviado con la cámara consigo hacerme interesante para los captadores de turistas. Ni me venden un parasol ni me invitan al bus turístico. Me falta llevar la cara de despistado.

Hay un señor en la máquina que expide los tickets del parking. Hay coches por todas partes. Algunos son de turistas. Otros, de nativos que suben al cementerio. Pienso que elegí mal día para subir a recordar a mis muertos. Curiosamente, tengo más vínculos con el más allá que con el más acá. Eso debería hacerme pensar.

Riadas de gente que bajan. He superado el último paso de peatones antes de entrar en la manzana del cementerio. El agente municipal, al que si silbato hace gallos, apenas me hizo esperar. La gente baja en sus conversaciones. Una señora alecciona a su hijo: hay que dar limosna a los pobres de aquí, no a los foráneos. Lo dice en alusión a un chico negro que pide más arriba. Forma parte de una colección que, estratégicamente, cubre las calles de la ciudad. Todos con el mismo vaso. Todos con el mismo timbre de voz. Sigo esos pensamientos cuando un señor, con escalera en mano derecha y móvil en izquierda habla sobre un conocido, interesándose por el tipo de condena que cumple en la cárcel.

La entrada al cementerio parece un centro comercial. Los puestos de flores rebosan mercancía y clientes, en una cola perfectamente formada para lo que suele ser la tierra. Gente que pide, que vende cupones. Una animación impropia del lugar pero entendible por la fecha. Mi arrepentimiento por haber subido crece.

Como el pasillo central parece una romería, decido dar una vuelta por el lateral de los primeros patios, más libres de gente. Además, son impresionantes. Aunque la muerte nos iguale, hay quien se empeña en que su paso al más allá conste de más metros cuadrados. Hay que dejar constancia de que hubo clase. O, al menos, dinero. Bien es cierto que hay monumentos realmente impresionantes, pero otros son de un gusto un poco, digamos, dudoso. No sé si se trataría de un último esfuerzo, por parte de la familia, por revivir al finado.

Veo de lejos al Señor del Cementerio. En verano, cuando subía, apenas había gente y puedes parar a verlo. Pero hoy el motivo de mi visita es otro. Vuelvo al pasillo central. Paso por los jardines de los columbarios, donde las fuentes de agua mansa que apenas ahogan el ruido de los motores. Pienso que ahí pude haber descansado, pero al final elegimos la seguridad del ser gregario. Me acerco a mi columbario, en la pared. La m del nombre no ha quedado muy allá, pero es lo de menos. Siguen las mismas flores, pero con frescor distinto. Quizá debí haber comprado alguna, pero las contrahechas son horribles y dudo que me vendieran tres claveles. Son muy estrictos en la decoración en esa zona.

Rezo. Me emociono.

La buena gente



Más, aquí.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Nota mental

Hacer siempre mi voluntad.

Todos los Santos

Me levanté y desayuné. Decidí comenzar mi inesperado cambio de planes reeditando una ruta que ya comenté aquí alguna otra vez y que tengo que decir que me encanta.

Salí de casa abrigado, demasiado, camino de la Cuesta de los Chinos. No recordaba lo dura que es esa subida, a pesar de que nada más cruzar el puente y doblar la esquina ya se divisa la Torre de Comares. Mañana de cielo azul, sin apenas nubes. El Darro nos proporcionaba frescor, pero sólo mientras cruzas el puente. Unos señores mayores, un matrimonio que pasea, comenta que era antes por ahí por donde subían a los difuntos.



La cuesta fue restaurada hace poco. Así lo atestiguan los carteles que la adornan. Recuerdo la última vez que subí, años atrás, y me esfuerzo por encontrar las diferencias. Precisamente, aquella mañana salían las notas de las oposiciones.

Al poco de abandonar la pared, llego a donde el agua comienza a cantar, en el lateral de la Alhambra. Hay una gran cascada, de la que se surte toda la acequia que va al Darro, un poco más arriba de donde se encuentra el acceso secreto al Generalife, aquél que usaba el rey moro para entrar en él. Un gran tapiz de hojas rojas, rojo otoño, en la pared opuesta.



La gente pasea, se hace fotos en los rincones ocultos. Hasta aquí nos ha llegado el turismo.


Es un lugar mágico, a pesar de ser transitado. Cada uno parece envuelto en su propia atmósfera, en su propio universo. Al final, la cuesta se suaviza y se llega a las Chirimías, pasando bajo los puentes que, desde la Alhambra, dan acceso a los jardines del Generalife. La entrada de los mortales.


Aún queda otro trecho para llegar a mi destino, el cementerio. Los autobuses vomitan gente, que acude rauda a las taquillas a obtener sus entradas. Me cambio de acera. Los árboles apuntan al cielo, mostrando respeto a los muertos en este día. Un perfecto recorte. Una silueta sobre fondo azul.


jueves, 31 de octubre de 2013

Atardecer

El Sol por un lado. Por el otro, lúnulas de color encarnado. Y, luego, azul pálido a negro de noche.

En Baza. Sobre las seis.

Inmarceser

Lo contrario de chuchurrir.

Emeférides

Hoy, 31 de octubre, mismamén, Día Internacional del Blog.

Esperaremos, sí



Que pase el tiempo. El curso, por ejemplo.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Miércoles

Día de reuniones infinitas. Afortunadamente, han sido aprovechadas y no excesivamente intensas, cosa que se agradece. Aunque haya tocado hablar, quizá en exceso.

o-o-o-o-o

Apagones. Nos pillan en la escuela, con ese kamasutra que resultan ser a veces las posiciones de la guitarra. Nos vamos camino de casa, abriédonos paso entre un bulevar negro, como si flotáramos en la nada. La oscuridad la rompen, en parte, los coches con sus luces. Sin embargo, en la parte alta del pueblo hay luz. E Internet. Pero no hay tele.

El silencio en la noche

El discreto encanto de oír mear al vecino, mientras discute con su pareja y se zanja la cuestión tirando de la cadena.

martes, 29 de octubre de 2013

Martes

Hay veces en que me siento a observar, como fuera del mundo. Desde mi posición veo las palabras volar, de un sitio a otro, frenéticas, rápidas. Veo las cabezas moverse. Tan solo falta el marco y el mando a distancia.

Quizá sea una forma de protegerme de la realidad, salirse de ella, ver como un espectador aquello que pasa cerca de mi, que en cierto modo me afecta, pero hacer que no. Convertir ese reproche de la mañana en la fuerza que te impulsa a seguir con la decisión que has tomado. Y que, por unas horas, te saca fuera del mundo.

Martes mañana

Venía yo tan feliz, por la orilla de la playa, cuando una ola me pegó un revolcón inesperado. Conclusión: No te fíes de las agua mansas. Ni de las bravas. De ningunas.

o-o-o-o-o

Parco en despedidas, parco en amaneceres.

o-o-o-o-o

A veces me da miedo cuando la puerta es llamada, cuando un "¿Se puede?" llega a mis oídos. Señor, qué nueva catástrofe ahora.

o-o-o-o-o

Ya llegó la invasión de todos los años, por la misma fecha más o menos. El eterno retorno, once more.

lunes, 28 de octubre de 2013

Y otras cosas

La inutilidad de calentar la sopa para que tener que esperar a que se enfríe para podérsela tomar.

domingo, 27 de octubre de 2013

Domingo

Como dijo Cela, no es lo mismo estar anochecido que estar anocheciendo. Que la noche te sorprenda conduciendo, a mitad o casi llegando a tu destino es como cuando te tapas con el edredón en una fría noche de invierno. Sabes que, pase lo que pase, estarás calentito.

Salir de noche resulta antipático, como cuando te levantas por la noche a hacer pis o beber agua. No te queda más que salir de la seguridad de tu cama, a salvo de monstruos y señores con saco, para saciar ese impulso que no puedes reprimir más.

Al principio, las luces de la ciudad te acompañan, como cuando tu madre se queda en la puerta viendo tu partida inexorable. Pero, poco a poco, te abandonan y te quedas solo ante el asfalto y las estrellas. A veces, con suerte, la luna te alumbra y acompaña, vigilándote desde el cielo. Pero si aún no ha salido o está en su semana de descanso no queda otra que apañarte con tus faros. Y los de tus vecinos, sobre todo si son de xenón.

Hemos vuelto a la noche. Con las señales, cambiadas hace no mucho, que te deslumbran si vas con las largas. A la música que acompaña, Dios bendiga al que creó la reproducción aleatoria, justo en el momento adecuado. Así nos tocará estar una temporada, hasta que la Navidad nos dé una tregua y minutos extra, como con los móviles.

Disfrutemos de lo que toca. Y de sus inesperadas consecuencias.

La noche del tocamiento

Del tocamiento de manecillas, se entiende.

Esto de que cada dos veces al año nos cambien la hora me sigue pareciendo como algo preconstitucional, como una tradición decimonónica y ñoña que ha permanecido hasta nuestros días, como lo de cortejar a las damas o dar los buenos días haciendo una reverencia y levantando el sombrero. Pero en fin, es algo que está ahí y que forma parte del ritual del invierno, a pesar de que le frío no llegue. Y es que no me recuerdo en noviembre y vistiendo manga corta en la noche de Granada.

Pero tampoco hay que quejarse. No está de más que, al menos una noche al año, nos dejen dormir una hora más. Porque los partidarios de la cama para descansar, entre los cuales me incluyo, estaríamos dispuestos no sólo a pasar una hora más al año, sino una hora más a la semana si fuera necesario. Todo sea por el ahorro energético. Si es que es tiempo de sacrificios...

viernes, 25 de octubre de 2013

Otoño

Es morir un poquito.

Futbolística

Al final, el tiro fue al larguero. De momento.

jueves, 24 de octubre de 2013

Jueves

La semana ha cumplido su cometido. Ha sido una semana rara, entre huelgas que he aprovechado para hacer papeles, que tiene webs también, y corregir cosas para ponerme al día. La cosa es distraer las tentaciones y procurar no pensar mucho, que a la larga es lo mejor.

No me gustan las huelgas. La única vez que fui a una fue gracias a una revolucionaria compañera, en quinto de carrera, que nos llevó a protestar contra el CAP de dos años y al final acabamos protestando por otra cosa. Gobernaba Aznar y tocaba protestar. Aún recuerdo cómo se vino arriba al ver a dos compañeros, mi querido J. M. y un servidor, de tal forma que se puso a gritar "¡Vamos compañeros!" en  medio de la Gran Vía, relativamente llena de gente. En ese momento el entonces compañero de sufrimientos y yo nos miramos y nos lo dijimos todo. Luego vino lo de su novia fallida, pero eso es otra historia relativamente divertida que no viene al caso.

El caso es que quizá con tanta huelga se desvirtúe el sentido de la misma. No se si es lógico que protesten aquellos a los que les corriges exámenes y ves los mismos fallos que ya has corregido antes hasta la saciedad.

En resumidas cuentas, que el problema ni quieren arreglarlo ni, posiblemente, tenga arreglo.

martes, 22 de octubre de 2013

Los imponderables

No deja de tener gracia que llueva siempre que tiendo.

o-o-o-o-o

Como se den cuenta de que con huelga o sin ella los resultados son los mismos...

Como en los viejos tiempos II