lunes, 7 de marzo de 2011

Cuarteles de invierno.

Entro en un teatro. Está todo oscuro. Estoy solo. Me siento en mi localidad y se abre el telón.

Empiezan a salir actores. No paran de hablar en un lenguaje incomprensible, no dejan de dar vueltas sobre sí mismos. Se acercan a mi. Me intimidan con sus miradas de loco. Hablan y hablan sin parar. Ahora comienzo a entender lo que dicen, pero sus palabras son incompletas, inconexas... No comprendo el mensaje que me intentan transmitir. Me siento incómodo, quiero huir, pero no puedo. Algo me lo impide.

Se acerca uno. Parece que tiene prisa, está nervioso. Pide ayuda, pero no puedo hacer nada porque no se hacer lo que me pide. Se enfada y me desprecia con un gesto de prepotencia. En el fondo ignora que nadie puede ayudarle, o al menos eso creo. Pero, en cuanto ese pensamiento se me asoma por la cabeza, se vuelve hacia mi y me recuerda que estoy cojo. Miro hacia abajo y... mis piernas han desaparecido. Pero no me sobresalto. De alguna manera ya lo sabía. Se despide de mi diciéndome que yo soy peor que él.

Se acerca ahora un grupo. No paran de hablar. Les pido si me ayudarían a salir, pero no me hacen caso. Simplemente, se burlan de mi, de mi condición de cojo. Y hablan de lo afortunados que son y de lo bien que les va a ir en la vida. Balbuceo un tímido "Disculpen" pero elevan la voz. Y se marchan entre risotadas.

Humillado, sigo viendo cómo los actores que quedan siguen hablando, gritando y dando vueltas. Veo sus intenciones, pero no puedo ayudarles. El camino que seguí se ha cerrado, y aun abierto dudo que lo quieran seguir. Acabarán como yo, impotente y cojo en un viejo teatro viendo locuras. La pregunta es si yo sigo siendo yo o me han conseguido cambiar.

Se abren las desvencijadas puertas del teatro y entran dos soldados. Preguntan por mi. Los actores siguen dando vueltas y más vueltas y apenas hacen caso. Los soldados se acercan y me miran.

"Debes regresar a los cuarteles de invierno."

2 comentarios: