jueves, 30 de agosto de 2012

Tardes de verano

Hubo un tiempo en el que era feliz, porque tenía a mi tío. Yo era pequeño, y no tanto, y sabía que él estaba ahí. Para todo. Cumplí con mi condición de menor en esa clase de relaciones en las que alguien es cuidado por otra persona, de forma incondicional, como un escudo ante la maldad del mundo y las regañinas de otros. Y disfruté de este tiempo que fue muy feliz y que siempre recuerdo con alguna lágrima en mis ojos.

Pero justo el día en el que esa etapa murió, ocupé su puesto. Con algo de miedo, puesto que los comienzos fueron algo descorazonadores. Pero afortunadamente todo cambió y me he dado cuenta que, lejos de lo que yo creía, no había disfrutado de la mejor parte. La mejor parte es ver crecer, ver sonreír, hablar de fantasía sin preocuparse por nada más. Ver algo como tú, pero a escala. Y, en cierto modo, sentirse reflejado, volver a vivir la película del ayer otra vez, recordando lo bien que te sentías y saboreando el bien que hacías sentir en otros.

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