domingo, 9 de diciembre de 2012

Salzburgo II

Salimos de nuevo a la calle e inferimos una regla, que día sí, día no, nieva en S. Un sol dubitativo hacía la mañana más soportable, pero no calentaba. Un sol incompetente, a pesar del esfuerzo.

Paseamos por los blancos jardines del palacio, con fuentes heladas y copos caprichosos. Algún pajarillo se escondía por entre los bancos, intentando encontrar algo que picotear. Nos acercamos a ver una iglesia, moderna, y pusimos rumbo a la casa de Mozart.

Una vista panorámica nos esperaba un poco después, en la terraza del museo de arte moderno. Me gusta visitar este tipo de museos, porque por lo menos te dan ideas y te hacen pensar. Hay fotografías realmente interesantes, perspectivas no exploradas. Y montajes que te muestran la importancia del reciclado o de la sencillez de las formas geométricas.

Bajamos de nuevo a la ciudad. Un mercadillo en una plaza recoleta nos ofrecía todo su encanto y sus productos, desde jabones a casitas para pájaros. Y se hizo la hora de comer.

Paseamos de nuevo por la calle comercial, repleta de gente, de bullicio, hasta la iglesia, creemos, de san Blas. A pesar de la oscuridad, pudimos contemplar su belleza, su aroma a historia.

Volvimos al centro y buscamos una confitería para probar la tarta Sacher. A pesar de los inevitables problemas de comunicación, nos hicimos entender y pudimos degustarla. Pero el cansancio nos venció y volvimos al hotel a reposar, pues tocaba sesión de fotografía nocturna, a pesar del frío.

Corrimos de nuevo la pequeña ciudad. Hasta volviendo a la fortaleza con su moderno teleférico. Los puentes nos inspiraron. Las luces de la navidad nos saludaron de nuevo. El bullicio típico de las vísperas.

Cenamos y volvimos a casa. Ya era muy de noche. A pesar de no ser tarde.

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