domingo, 10 de noviembre de 2013

Aeropuertos

Otra vez más me hallo en uno de ellos. Coqueto y sin demasiados pasajeros, aunque los que hay son ruidosos. Es curioso porque en aeropuertos más grandes con más gente el ambiente es más lúgubre.

No he comido. Entre tener que comer y salir pitando con el bocado en la boca y tener que salir pitando con el bocado en la boca he elegido la segunda opción que, en principio, presenta la ventaja de que no tengo que hacer la comida. Hay que espabilarse, que si no, se lo comen a uno.

Eso incluye lo de la jugada de los números de teléfono. Reconozco que ha sido ingeniosa, pero no me tomes el pelo más de lo que yo te deje.

El avión llega a tiempo. Dos minutos antes, parece. De todas formas, hasta las cinco no como. Al lado se me han aposentado unos ingleses que comen pipas. A ver cuando una ley como la del tabaco. Para eso para la gente que hace ruído en los aeropuertos.

Casi sin darme cuenta el avión ha llegado, pero sin los dos minutos de adelanto. Ahora toca el tiempo de descuento, que es la espera y reencuentro con la maleta, momento emocionante donde los haiga. Me iré a la puerta, pues. Prepararé la lágrima.

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