sábado, 9 de noviembre de 2013

La Alhambra

Traspasé la puerta de los coches, junto con un taxi. Había gente por todas partes. Riadas  podría decirse. La mañana acompañaba, pues la única nube que había era una en forma de pluma, blanca, que rompía la monotonía del cielo. Me escurría, como buenamente podía, entre los grupos de turistas, unos organizados y otros menos, con destino a la Iglesia. Santa María de la Alhambra, patrona de este recinto que es Granada pero que, a la vez, no lo es. Allí vive y baja una vez al año a Granada, atravesando el bosque de la Alhambra. No deja de ser curioso que la Madre de las Angustias, patrona de Granada, sólo pueda ser vista en su imponente trono por los recovecos del recinto por los invitados que sus hermanos consideren oportunos. Y, aunque todos seamos hijos de Dios, algunos parece que lo son más que otros.


Salí de la Iglesia, que apenas recordaba, camino del palacio de Carlos V. Me acordé de mi amigo Antonio, que decía que era un "exento", por montarse el chiringuito donde los Reyes Moros que sus Católicas majestades expulsaron. El edificio es imponente, tanto en su estilo como en su acústica, y es el origen de edificios recientes algo menos afortunados. Al menos, eso dicen los expertos.



Una gran cola de gente esperaba para entrar en los Palacios nazaríes. Ahora nos los racionan, pero no hace mucho aquí vivían forajidos y demás gente de mal vivir, dicho así en general y sin que se nos ofenda nadie. Como en el barrio de enfrente, antes nido de pobres y ahora parque temático a disposición de las perrerías de la actual corporación municipal, con su discreto alcalde a la cabeza. Me asomo entre las almenas a ver mi casa y tardé bastante. Pensaba que era más fácil de localizar, pero debo tener el gps un poco averiados. Lo que sí me llegan son los ecos de los tambores de la actuación de turno en el mirador de San Nicolás, un sitio al que no iba nadie hasta que a Clinton se le ocurrió recalar aquí. 

Algunos gatos merodean entre la gente, en la plazoleta cercana a la Puerta del Vino. Han debido hacer unos aseos, porque hay cola. Y me viene a la memoria la foto de un primo, que vino a hacerse el reportaje aquí. Tiene una foto muy cuca con la mujer, todavía enfundada en su traje de novia y en su ilusión. Al menos eso suponía. Una señora argentina teledirige a su hija para un pequeño refrigerio. Discuten sobre las propiedades del Aquarius y la Coca Cola de cara al turismo. Hablo solo y, a pesar de ello, la señora, sentada en un escalón, no sale huyendo. Hay un gato que bebe indiferente al interés que atrae.


Salgo por la puerta de la Justicia hacia el bosque, camino del Carmen de los Mártires. No veo la llave y la mano. Han puesto un andamio. Las eternas obras.





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