sábado, 8 de septiembre de 2012

Vendimia

No sé qué tienen los fines de semana que los celebro madrugando más que los días de diario. Hasta el momento ese honor lo reservaba al domingo, pero al sábado le ha dado pelusa, así que hoy me he levantado a las seis, para irme de vendimia si tener ni una parra. Pero eso es lo de menos.

Al salir de casa todavía era de noche y me he cruzado con gente que venía de la discoteca. Supongo que es un buen ejemplo de la delgada línea que separa tantas y tantas cosas. Al llegar al cortijo, la luz del sol ya se asomaba en el horizonte, haciendo brotar en el valle los colores del mes de septiembre.

Con mi gorro de paja, unas tijeras prestadas y corvas y cajas, hemos comenzado la faena, buscando las tempranillas que colgaban de las cepas. Eso sí, tras un breve curso de formación, que de todo hay que aprender antes de empezar a hacer.

La mañana transcurrió sin más novedades, disfrutando de la compañía de mis compañeros viticultores, llenando de aire los pulmones y sacando confidencias en cada una de nuestras respiraciones. Hasta que las cajas estuvieron llenas y nos dijeron que eran suficientes.

Una vez hecho, nos dirigimos a una máquina, que es la encargada de separar la uva de los racimos y las tritura, camino del bidón donde reposará el primer vino, con la ayuda de una pequeña bomba. También pude saborear el mosto de la uva recién pensada, en otra barrica al lado de la nuestra, que opta por almacenar directamente el vino limpio.

Una vez el depósito lleno, limpiamos todos los aperos y empezamos a preparar la comida, un estupendo asado de carne con patatas, en horno de leña. Aprovechamos para poner unas sardinas en las ascuas, pero envueltas en hoja de parra, para hacer honor al día. Al momento, empezó a llegar más compañía y disfrutamos de una gratísima comida, regada con el vino de otros años. Hasta que llegó la hora de regresar a un fin de semana más convencional.

Aunque lo que más me ha sorprendido es que en las viñas no hay wifi. No hay nada perfecto, supongo.

2 comentarios:

  1. Yo te puedo proporcionar un día de aceitunero, para que sigas enriqueciéndose con nuevas experiencias.

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  2. Pues no le diría yo que no, amable anónima/o. Por cierto, ¿no escribiría usted el Lazarillo?

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