lunes, 17 de junio de 2013

Operación selectivité

Mi primera vez de vocal-presidente. Una característica de los vocales-presidentes es que, como somos vocales-presidentes, podemos perder los papeles que no pasa nada. Es curioso, pero yo puse mi sobrecito en la carpetita y, al abrirla, no estaba. Quizá sea una carpetita mágica.

Gente conocida. Conocida entre ellos, aunque había un par de caras que me sonaban. Los he mirado y cotilleado un poco con la falta de disimulo que te da el anonimato. Ellos se me han quedado mirando con cara un poco rara, pero a mi me ha dado igual.

Debía ser el más joven de todos. Al menos en apariencia. Precocidad o tardío. No hay término medio. Afortunadamente, mi  proverbial prudencia ha disimulado mi inexperiencia. Pensaba que los antiguos jugaban a mosca con los nuevos. No sé por qué tenía esa absurda idea.

Ha habido dos repartos de carpetas. El primero, para los vocales correctores. El segundo, para los pringaillos que vamos de azafata, acompañando al futuro. Casi me da un susto al ver que, en el primer reparto, no me daban nada. El secretario, muy eficiente. El presidente, un poco en lo suyo.

Al hablar de las posibles contingencias se me ha venido a la cabeza mi actuación estelar en el examen de Química de mi Selectividad. Me puse a sangrar. Gran consternación en el tribunal. Una señora me acompañó tranquilizándome, aunque casi la tengo que tranquilizar a ella. Aún me recuerdo levantando la mano. Al preguntarme si quería un folio dije que no, que tenía sangre. Y se hizo la alarma. Gracias a mi ahora tienen un botiquín en todas las sedes. Tuve suerte, fue mi mejor nota. Y eso que la Química y yo...

Me siento raro entre gente que parece que ya forma su club. Es como estar un poco de convidado de piedra. Pero es como cuando quedas con gente y te invitan un poco por lástima o por bufonería. Al final, comprendes que lo mejor es volver por donde has venido.

Tuve suerte y dejé el coche bajo sombra. Y compré un bañador por 6 euros.

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