domingo, 20 de noviembre de 2011

Fiesta de la democracia

Este año recibí una entrada vip para participar en la fiesta de la democracia, vulgarmente conocida como elecciones. Según dicha invitación debía presentarme a las 8 de la mañana en el colegio electoral, que además de ser colegio electoral es mi colegio de lo otro, lo que antes se llamaba educación y ahora vayase usted a saber qué puñetas es. Es curioso que una fiesta sea esa hora de la mañana y además en un colegio. Yo me esperaba algo nocturno, en algún paf de moda, pero no. La cuestión es que tenía que acercarme allí a esa temprana hora.

Tal y como aparecía en la invitación, en caso de no comparecer allí a la hora indicada para la constitución de la mesa me enfrentaría a pena de cárcel y sería visto por mis semejantes como un delincuente, cosa que realmente ya soy dada mi condición de funcionario docente, que es como un pecado que ni con el Perdón de Dios se redime.

Tras desmontar el habitual despliegue despertadoril de las grandes citas, me he vestido y he puesto rumbo a mi antiguo cole. Nada más llegar diviso un grupo de variopintos ciudadanos que podía fácilmente ser dividido en dos. Por un lado, un grupo de sufridos ciudadanos con papelitos similares al mío en la mano y con cara de sueño. Por otro lado, una colección de ciudadanos con identificación política muy despiertos y emocionados, tanto que casi he llegado a pensar en las elecciones como un orgasmo tetraanual. Infrecuente pero intenso.

Tras identificar a mis compañeros de mesa, concretamente a mi presidente, y presentarme con profusión para que no hubiera dudas de mi compromiso con al democracia, he indicado mi rango en el escalafón electoral y he quedado a la espera de la llegada de mis superiores que, dicho sea de paso, eran todos. Tras un breve periodo de incertidumbre, aparecieron los otros dos vocales, aunque en realidad faltarían tres mas. Anecdóticamente son madre e hijo, de lo que se deduce que la familia que vocaliza unida permanece unida. Entrañable.

Tras preguntar reiteradamente y ante la presencia policial que si me podía ir, he retornado a mi cama plegable de fin de semana, feliz por haber contribuido de forma tan notable a la democracia en España. Y mis ojos se han cerrado, como si todo hubiera sido un sueño.

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