Hubo un tiempo, hace ya más años de los que quisiera, en el que mi mundo se veía reducido a una cama. Aquellos tiempos eran recibidos con alegría, pues dejaba de lado mis rutinas diarias para pasar a vivir en la dimensión horizontal por algunos días, con suerte una semana.
Recuerdo la bandeja naranja con sus patas y con su agujero para el vaso, cosa que me parecía lo más de lo más en aquellos años 80 en los que tan moderno nos parecía todo. Recuerdo las visitas, más o menos frecuentes. Recuerdo la luz que dejaban aquellas cortinas blancas en mi habitación por la mañana, la siesta de por la tarde y la fiebre de por la noche. Recuerdo las noches iguales a los días y los días iguales a las noches. Recuerdo los juegos para distraer el tiempo infinito que pasaba ante mi. Recuerdo en pensar cómo sería el mundo tras mi ausencia. Recuerdo aquel coche movido por mis manos, recorriendo aquella colcha verde.
Recuerdo los días finales, en los que echaría de menos mi cama, que soñaba como un barco en el agua. Como una alfombra en el cielo
viernes, 25 de noviembre de 2011
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