sábado, 26 de noviembre de 2011

La siesta

Andaba yo entre mis sueños de siesta cuando me despertó un pitido. En la tele aparecía un canal musical, que curiosamente ya no pone vídeos musicales, en el que una pandilla de gaznápiros y gaznápiras convivían en una casa. Por lo visto uno de los gaznápiros estaba liado con una de las gaznápiras y, en una bronca gaznapiril resulta que el gaznápiro se lió con dos señoritas que pasaban por allí. Tal hecho fue plasmado en una carta anónima, afortunadamente escrita en inglés, que fue entregada a la sufrida gaznápira en su tocador.

Desde ese momento los acontecimientos se sucedieron rápidamente. La señorita engañada se metió en su cama a llorar, por cierto completamente vestida, zapatos incluidos, no sabemos si presa del berrinche, del despiste o de ambas cosas. El macho engañador no tardó en enterarse del problema subyacente, por lo que, en un primer momento, se acercó a hablar con la gaznápira despechada. Para mostrar sus credenciales se presentó en su cuarto, un canto al orden y limpieza dicho sea de paso, con el torso desnudo y, tras la profundidad de las palabras de él pude apreciar que su facilidad de lenguaje era inversamente proporcional a los músculos que adornaban su mulato cuerpo. Tras una serie de palabras en las que dos de cada tres estaban censuradas por pitidos que, dicho sea de paso, son más molestos que la palabra en sí, el macho herido en su orgullo regresa a su cuarto, que quedó segundo en el anteriormente citado concurso al orden y limpieza en las habitaciones, a buscar su chorbiagenda.

Una vez encontrada, procedió a llamar a la primera chorbi que recordaba, que se alegró enormemente al oír la voz del gaznápiro herido. La conversación, de una altura intelectual a la que no llegaría ni un cohete de la NASA, versó sobre las necesidades del interlocutor macho, que mostró su satisfacción en ámbitos como el gimnasio y la música, pero que sentía incompletos otros. Por ejemplo, que no fo... desde hacía tiempo.

Tras una interviú por separado a cada uno de ellos donde mostraban lo desoladamente mal que se sentían, dieron paso a publicidad y yo me fui a preparar la maleta.

Y así estoy hoy, afectadísimo.

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