He visto la calle hecha río y, en apenas unos minutos, la calle seca de nuevo. He sentido el agua en mis pies, pero no me ha importado. He visto un coche que no se ha movido.
He visto un trozo irregular de arcoiris cerca de lo que puede ser mi pueblo. He visto el reflejo del sol en la carretera, que me ha deslumbrado y que me ha hecho agarrar fuertemente el volante.
He sentido el cansancio de los viernes, el peso de la carretera y el viento en la rambla.
He visto montañas con sombrero blanco, montañas con rizos y hasta montañas con canas. He visto las primeras nieves del invierno y el frío exterior en el termómetro del coche.
He visto anochecer más temprano y he intentado evitarlo poniendo las largas, pensando quizá que el sol retrocedería en su camino. He visto gotas caer en mi parabrisas y he visto, de nuevo, mi calle iluminada por las farolas blancas del invierno.
Ahora, mientras me visto de invierno en la república de mi infancia, siento de nuevo la lluvia en el tejado, con el mismo sonido sordo de siempre.
viernes, 4 de noviembre de 2011
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