domingo, 12 de junio de 2011

Billetes

Una vez me ofrecieron un viaje y compré un billete a ese lugar. Estuve un tiempo y decidí quedarme allí. Aparentemente era feliz en ese lugar, pero en ocasiones me veía obligado a regresar a mi casa, al sitio de donde partí. Y entonces descubrí lo distinto que me ha hecho viajar a ese lugar de los apátridas que me acoge desde hace tanto.

Desde entonces, nunca vuelves a ver nada igual. Las cosas parecen tan distintas a antes... Mis ojos ya no son los mismos y mi corazón se ha endurecido, se ha vuelto indiferente a ese mundo al que me obligan de vez en cuando a regresar.

Mientras estoy sentado en una plaza observo a personas que antes conocía pasar de un lado a otro, ajetreadas con lo cotidiano y lo extraordinario de sus vidas. Las veo hablar entre ellas y siento que son como un gigantesco escaparate, como preparado para mi diversión, sin saber que ellas me miran de refilón y, en cierto modo, se compadecen por haberme ido. Por estar en el rincón de los apátridas. Algunas se sienten un tanto incómodas por tenerme cerca, otras me regañan y me culpan y otras me ofrecen que regrese. Pero yo se que eso ya es imposible.

En cierto modo me siento culpable por haber abandonado mi rincón por unas horas, porque pareciera que suplico volver a ese sitio donde una vez estuve pero de donde me fui porque nadie quería echarme. Quizá para implorar perdón, aun sabiendo que no lo voy a obtener.

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