viernes, 3 de junio de 2011

Decisiones

En la vida hay que tomar decisiones. Hasta aquí nada nuevo. Pero en algunas ocasiones las decisiones tienen consecuencias imprevisibles. Pueden ocasionar reacciones en cadena y causar destrozos incalculables. O ser un auténtico revulsivo.

En las últimas horas me he enfrentado a una decisión difícil. Ser juez e intentar ser justo no es para mi, al menos me he dado cuenta de eso. Sobre todo porque tus decisiones pueden influir en las de los demás.

No me gusta que se me planteen estos dilemas. Es cierto que a veces tomo precauciones, pero esta vez no las creí necesarias. Y me vi en un apuro de difícil solución. Tras consultarlo, decidí tomar la decisión que me sugirieron. No sin darle muchas vueltas antes. Ante una decisión importante me gusta oír muchas opiniones para intentar informarme, para hacerme una idea, para formarme un juicio. Escuchar y meditar. Meditar. Y seguir meditando.

Tomé la decisión que creí mejor. Y luego la tuve que explicar. Y no fue fácil. Me he dado cuenta de que me faltan muchas horas de vuelo, que no he madurando tanto en algunos aspectos como pensaba y que me queda muchísimo por aprender. Sería de creídos pensar que, en mi trabajo, se empieza sabiendo todo. En realidad, casi cada día se empieza de cero.

Espero que el destinatario lo comprenda, o por lo menos me entienda. Y que disculpe mi bisoñez si, algún día, esta decisión que he tomado le perjudica. No me lo perdonaría.

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