domingo, 12 de junio de 2011

Contenedores

Ella bajaba la escalera dando trompicones, cargada con cientos de periódicos viejos que llevaba a reciclar. "Nunca más lo dejaré tanto", pensaba, sabiendo su incapacidad de cumplir una promesa tan profunda.

Abrió la puerta del bloque como pudo y se dirigió al contenedor más cercano. Los viandantes huían de la acera en pos de que los atropellara un coche al ver una bola de periódicos de trayectoria un tanto errante dirigirse hacia ellos.

Al llegar al contenedor pisó el pedal, lanzó con todas sus fuerzas la gigantesca ola de información atrasada, pero resbaló y se deslizó su tembloroso pie hacia el hueco vacío que deja el contenedor azul con la gris acera. Reaccionó tapándose con sus manos la cabeza, para protegerse del oleaje de vuelta de las letras ya pasadas al impactar con la siempre traviesa tapa del contenedor pero tan solo recibió la caricia del aire desalojado al depositar suavemente el papel dentro.

Un tanto extrañada, se quitó las manos de la cabeza y miró alrededor. Ahí estaba él, con cara divertida, mirando a la todavía asustada lectora de prensa y sujetando con su pié el pedal del contenedor, que en silencio era testigo de las miradas que ambos se dirigían.

Entonces, él soltó el pie, la tapa cayó suavemente como confeti del cielo y le ofreció la mano a una todavía atribulada lectora de periódicos, que apenas acertó a musitar un suave "¡Mi héroe!" mientras se desmayaba en sus brazos, víctima de tan vertiginosos momentos.

Y fueron felices y reciclaron la prensa con semanal precisión.

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