miércoles, 17 de agosto de 2011

Cara

Los veo por la tele. Los he visto de cerca, casi los podía tocar. Han sido educados, cediéndome el paso con mi aparatoso coche mientras paso por las estrechas calles de mi barrio. Otros ya me habrían dado un golpe en el capó o me habrían insultado por estropear su paseo anual por unas calles que ignoran el resto de su vida. Van ataviados con su camiseta, con la bandera de su país. Ayudan a los que no pueden andar bien. Ceden el paso a las señoras mayores. Se sientan a comer en un banco y lo dejan más limpio que cuando llegaron. Hacen fotos. Cantan, ríen, chillan. Están alegres. ¿De dónde sale su fuerza?

Se cuentan por miles, casi por millones. Llenan la capital para decir que son jóvenes, que están alegres por compartir un Amor que no se marchitará. Duermen en polideportivos, en casas de personas desconocidas que les han abierto su vida por unos días. Son de todo el mundo pero hablan un mismo idioma. Comparten sus experiencias, sus vivencias. Algunas seguro que han sido duras, no es fácil ser distinto. Es más, a veces es muy difícil hasta ser. Pero no parece importar eso ahora. Están felices, a pesar de pasar calor ¿Qué agua les darán para no tener sed?

Son una marea silenciosa. Un océano que ha surgido de la nada y que desaparecerá dentro de poco, evaporándose al calor del verano. Pero sabemos que está ahí. Y que algún día puede volver a aparecer.

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