martes, 30 de agosto de 2011

Propiedad

Siempre quise tu reloj. Es metálico, color plata. De marca desconocida, pero buenísima. Marcaba el tiempo con singular precisión. Se estropeó la fecha por el sudor, pero se arregló. Y también se estropeó la pieza que lo unía a tu brazo y le pusiste una correa metálica que no me gustaba tanto como la que tenía, pero es que no había otra.

Siempre quise tus habaneras. De color azul claro, de color amarillo claro. Siempre me llamaron la atención. Son como una chaqueta para el verano, como algo contradictorio a la par que elegantes y trasnochadas. Un poco como tú, ahora que lo pienso. Y como yo, que llevo tu misma sangre, más o menos.

Siempre quise tu chaqueta de ante. Siempre me dijeron que era horrible, y probablemente lo sea, pero me parecía tan elegante, tan diferente. Quizá porque era tuya y siempre quise todo lo tuyo. Por eso siempre te decía que cuando faltaras yo me la quedaría. Y tu no me decías que no.

Pero un día faltaste y descubrí lo tonto que fui. En el fondo no quería tus cosas. Simplemente, te quería a ti.

1 comentario:

  1. Sea agradecido. Se trata de una desventaja paradójica de los muertos. Ellos no pueden tener esa virtud hacia nosotros. Seguramente ellos la tuvieron hacia otros y nos han hecho heredarla. Ojalá que nosotros lográramos hacer lo mismo. Cuanto más tarde mejor, claro. Yo tengo casi todos los vicios, y por eso no me identifico, pero nunca he caído en la tentación de olvidar lo que debo. Eso es muy feo. Pero si no, se puede uno mirar al espejo y brindar como un torero.

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