Hay veces que a uno le ponen en un compromiso. Cuando haces la suma y ves que no llega. Y luego ves que la segunda suma tampoco da para mucho.
Cuando se vive al límite, porque no se puede o sabe vivir de otra forma, una brizna de viento te puede empujar al abismo. Entre lágrimas me veo obligado a soplarlo, a alejarlo de mí. Pero soy consciente de que, a pesar de la dureza de la caída, ésta servirá para fortalecer su frágil corazón para que, cuando sea realmente necesario, esté preparado.
Pero, de todas formas, no es fácil soplar. Aunque haya que hacerlo.
miércoles, 14 de diciembre de 2011
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