Mi abuela decía que lo único necesario para morir es estar vivo. Pero, a pesar de eso, nunca somos conscientes de esa verdad. Por eso me sentí tan sorprendido de recibir la llamada en una plácida mañana de paseo, en lo que iba a ser un alegre sábado en compañía de personas queridas.
Un hombre joven, conocido y querido, nos ha dejado. No olvidaré su cariño al despachar, su puntito de ironía granadina y, por supuesto, su cachaza. Porque las personas buenas, sean como sean, no queremos que cambien. Y, por eso, siempre le recordaremos, detrás de sus cajas de fruta, perdonando sus olvidos y sus despistes.
Porque le queríamos así. Descanse en paz.
domingo, 4 de septiembre de 2016
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