jueves, 28 de febrero de 2013
Blanco
Y borra las entradas que tenía en mente.
PS: Qué difícil es titular.
Crónicas furgolísticas II
El campo de juego, engalanado para la ocasión, tenía lleno el graderío, con espectadores deseosos de animar a sus estrellas favoritas, como Rosa, la profesora de Francés la indiscutible jugadora estrella del combinado profesoril, al igual que Hilario, un auténtico crack de la cantera, criado en equipos de la zona. Y sin olvidarnos del mejor fichaje del equipo en el mercado de invierno, Antonio, un killer del área y MVP del partido sin ningún género de dudas. Un equipo capaz de hacer frente a su temible rival, comandado por los hermanos de Boer.
El partido comenzó con titubeos. Sacaron los alumnos y durante unos minutos no sabían que hacer con la pelota. Se diría que tanteaban al rival, hasta que fueron trazando las jugadas de ataque, pero sin suerte en el remate. El combinado docente también tuvo sus oportunidades, sobre todo al contragolpe, pero tampoco estuvo acertado en el disparo en los tres palos. Así que, al final, pasó lo que tenía que pasar, que en una meleé, o mejor dicho, en una pelotera en el área, llegó el gol de los pupilos, para gran alegría de la grada.
El docto combinado no se amilanó, porque el equipo pupilar empezó a gustarse más de la cuenta y, en un claro ejemplo de aplicación de la táctica del autobús, contragolpe incluido, llegó el empate, que alegró más aún a la grada, sobre todo debido a que varios de los profesores-jugadores tenían exámenes por corregir. A partir de ese momento, el partido se volvió loco. Los alumnos marcaban y el equipo profesoril empataba. Comenzaron a funcionar las rotaciones. El partido parecía abierto, pero, al final, los alumnos sentenciaron y se fueron al segundo tiempo con una ventaja de dos goles.
Con un engañosamente contundente 4-2 comenzó el segundo tiempo. Y la diferencia pudo ser mayor, pues al poco de empezar y en una magistral jugada de los hermanos de Boer, el portero docente se quedó clavado en el suelo con una impúdica postura, nada coherente con la asignatura que imparte. Un bello gesto del equipo alumnífero. Pero les salió caro, porque el combinado docente consiguió, poco a poco, empatar en el trascurso de la segunda parte. Y es que ya se sabe que en el fútbol sale caro perdonar. Fue Rosa la que consiguió el deseado gol del empate, que de nuevo llevó a ambos equipos a la prórroga. Momento en el cual el público dio por finalizado el partido, poniendo rumbo a sus casas tras una apasionante y balompédica mañana que, sin duda, será recordada durante mucho tiempo.
miércoles, 27 de febrero de 2013
Migas
Crónicas furgolísticas
Al principio ambos equipos estaban temerosos, como dos perros husmeándose con el rabo señalando al cielo. El equipo visitante se veía nervioso. Prueba de ello es que no hilaban las jugadas, ya que apenas llegaban al remate. Poco a poco, el equipo local, de los hermanos de Boer, fue tomando confianza y aumentó su posesión de la pelota. Pero la lata no quería abrirse. Hasta que en una jugada por la banda izquierda, derecha según el narrador, el esférico se abalanzó sobre las redes, ascendiendo el primer tanto al marcador.
Poco a poco cundía el nerviosismo entre los visitantes, que acabaron encajando un par de goles en un breve lapso de tiempo. Pero con el 3-0 en el marcador, los jóvenes de 1º ESO C sacaron la casta que llevan dentro. Algo más relajados que al principio, pues ya pasaban casi 10 minutos del primer tiempo, comenzaron a hilvanar las jugadas. Aunque les faltaba algo, un rematador, un killer del área. Pero insistiendo como martillo pilón consiguieron el primer gol, casi al límite del descanso. Dicen que esos goles son los más peligrosos. Y así fue porque, aunque la diferencia era cómoda, la confianza de los locales fue su mayor error.
Ya en el segundo tiempo, el equipo visitante estaba más seguro, más tranquilo. Y jugaron como los ángeles. Fútbol de pase, de triangulación. Con clase. Ello desquició al equipo rival que, de verse con el partido ganado, pasaron a sufrir. Y mucho. La grada disfrutaba con el espectáculo, pues con la paciencia característica de aquellos que confían en sus posibilidades sabían que llegarían los goles. Y así fue. Y los visitantes consiguieron empatar. Y los nervios de los locales se pusieron a flor de piel.
El empate llegó casi al final, en una estupenda jugada por, de nuevo, la banda derecha, izquierda según el narrador, que se retiró de la posición inicial para dominar mejor el campo. Y, tras el pitido del árbitro, que estuvo impecable, pasamos a la suerte máxima, los penáltiles.
Comenzaron los visitantes, fallando. Pero los goles fueron cayendo y los errores de los visitantes se compensaron con los nervios de los locales. Ya con el corazón en la boca y el campo invadido por un público entregado se llegó al final de la tanda, de nuevo con empate a 4. Pero la mala suerte quiso que el jugador de primero C fallara y el de tercero B acertara, con lo que el partido quedó acabado, con un desolado equipo perdedor, que tuvo la victoria en sus manos pero que se le escapó, como un bulano llevado por el suave viento de los atardeceres de verano.
martes, 26 de febrero de 2013
Aburrición
Hoy se celebra el denominado clásico. Antes, cuando yo era niño y había menos fútbol, se celebraban dos veces al año. Ahora, con tanta competición, tanto equipo y tanta gaita están jugando cada dos por tres. Y nunca sé de qué competición se trata, si de la liga, la copa o la madre que los trajo.
En fin, que gane el mejor. O el menos malo.
lunes, 25 de febrero de 2013
Lunes
Otro día que se va, sin mas pena ni gloria que veinticuatro horas que pasan. No tengo muchas ganas de nada, tan solo me preocupo de cosas insulsas, estúpidas, banales. Mejor así, que la trascendencia no trae nada bueno. Mantener la mente alejada de los pensamientos. No es mala idea.
o-o-o-o-o
Voy por butano y me traigo naranjas. Agradezco la amabilidad. Nada como la fruta de autoconsumo, criada con cariño y agua buena de la sierra, ahora que todo lleva carne de caballo. Por cierto, que alguna vez comí esos canelones y no he notado nada raro, salvo unas sospechosas ganas de salir trotando que se me pasaban apenas acababa la digestión. Y, ahora que recuerdo, en alguna visita a la tienda del hogar de nuestros días comí albóndigas. ¿O fueron croquetas?
o-o-o-o-o
Hay algunas piezas del método de batería que se atascan. Parece como si las baquetas estuvieran celosas, y motivos tienen. Con este pluriempleo se ve uno obligado a elegir, renunciando a uno mismo. Me pregunto quién me cuidará cuando yo sea viejo. Quizá, con suerte para el Estado, no llegue. Seria beneficioso para todos: ellos no me pagan la pensión y yo me evito las comparaciones y las lamentaciones. Hay que buscarle lo positivo a todo.
Y, a veces, el tercer pie al gato.
domingo, 24 de febrero de 2013
Domingo
El domingo es un día para levantarse tarde. Incluso, desayunar en la cama, tras haberse desperezado tranquilamente, pues si algo caracteriza el despertar dominical es la falta de prisa. El tiempo pasará a nuestro antojo. Luego, una ducha. Vestirse. Ponerse guapo e ir a pasear, aprovechar el sol de invierno, que acaricia sin quemar.
El paseo puede ser solo, en compañía par o familiar. Es momento de encontrarse con familia o amigos, intercambiar saludos. Comprar la prensa, incluso alguna penícula, antes conocidas como flims, de esas que con generosidad nos obsequian las distintas cabeceras nacionales o regionales.
Luego, antes de ir a casa o al restauran, queda la ceremonia del vermú, con tapita, que prepara al estómago para el comilón dominical. Y luego queda la tarde, disfrutando de los ocios y hobbies propios, sintiendo que se acerca una nueva semana, pero sin apenas preocuparse, porque, a fin de cuentas, sigue siendo domingo.
Pues así, por increíble que parezca, son mis domingos.
Los cohones...
sábado, 23 de febrero de 2013
MMM
Aunque algunas falten por publicar. Tiempo al tiempo.
Sábado
Días en los que la compañía es en esencia la misma, aunque no adopten la misma forma. Pensamientos que te evaden hacia el pasado o futuro, pero que nunca se quedan en el instante en el que fueron concebidos. Preguntas a la fuerza retóricas, pues aunque tienen respuesta no se desea conocer.
Suplente de ceremonias. Testigo de conversaciones de las que se debería haber huido. Nunca se está donde se debe, ni en cuerpo ni en alma. Partícipe de secretos que pesan como una losa.
Mañana tocará correr. Es, será, domingo.
viernes, 22 de febrero de 2013
Viernes
o-o-o-o-o
Viaje horrible. Viento, agua. Niebla. Pero, para compensar, he descubierto que mi móvil puede ser DJ. Hay quien ignora el hecho de que con lluvia conviene levantar el pie del acelerador. Sería cuestión de hacer una campaña o curso del CEP para ello.
o-o-o-o-o
Por cierto, que acabé el curso que hice. Maravilloso, maravilloso.
o-o-o-o-o
En la tele un señor adivina países según su forma, añadiendo capitales y extensión. Mis compañeros de cuarto dormitan. He ahí la explicación.
jueves, 21 de febrero de 2013
miércoles, 20 de febrero de 2013
Saber
Tranquilidad. El saber da tranquilidad, aun a sabiendas de que el saber no cura. Es más, el saber es dolor. El conocer es sufrir.
Pero el saber sienta las bases de la esperanza, de la curación. Es el principio o del camino, o el fin del mismo, el llegar a la meta, mirar atrás, y juzgar si todo el sufrimiento, si todo lo pasado mereció la pena.
Aunque la respuesta sea no, la sensación no debiera ser amarga.
Telemarketing
He de reconocer que tengo un problema. Bueno, tengo muchos, pero el que me ocupa hoy es el del telemarketing. Normalmente solo me llaman gente que se equivoca y gente para venderme cosas. Es un poco lamentable, pero es lo que hay. Pero lo peor es que me gusta. Especialmente si me llaman de compañías telefónicas.
El caso es que estás tan tranquilo en casa, en los momentos previos de la siesta, o bien en el fragor de la batalla en la cocina o limpiando. Y suena el teléfono. Acudes raudo a cogerlo y, o bien no se oye a nadie y te cuelgan, quedándote con cara de gilipollas mientras miras al teléfono, o bien empiezan a darte la tabarra para que contrastes el adsl o te des de alta en el móvil o cualquier milquinienta de esas.
Tras mucho investigar y experimentar, porque hay algunos que saben mucho y hasta te preñan por teléfono, he desarrollado mi propia técnica para mantenerme a salvo de contrataciones indeseadas, una profilaxis del telemarketing que quiero compartir con ustedes, la técnica "¿oiga? ¿oiga?"
La citada técnica, que no voy a escribir de nuevo porque desde la tablet es un poco coñazo, consiste en que, en algún determinado momento de la llamada, sobre todo cuando se siente que te están estrechando el cerco, se empieza a decir "¿oiga?" repetidas veces, como fingiendo que la comunicación se está viendo interrumpida. Y, para apoyar con fuerza el argumento, se puede acompañar con una frase del tipo "vaya una porquería de teléfono, lo tengo que cambiar" o "que malamente que está la Telefónica, esto antes no pasaba". Y, acto seguido, se procede a finalizar la comunicación.
Hasta el momento la táctica funcionaba. Pero hace un par de semanas me llamaron de parte de unos británicos grandes almacenes para ofrecerme un seguro. El hombre me pilló en una hora tonta y le seguí un poco el rollo, pero, llegado el momento, le apliqué la táctica. Pero algo he debido hacer mal, porque desde entonces me llaman todos los días dos veces al menos.
Supongo que habrá que perfeccionar la técnica. O contratar el seguro.
martes, 19 de febrero de 2013
Déjà-vu
Será que el tiempo devalúa los hechos.
Martes
o-o-o-o-o
Tengo exámenes que corregir, en incontables ganas de hacerlo.
o-o-o-o-o
A rey muerto, rey puesto. El hombre pieza, que se sustituye a conveniencia, previa señalización de su importancia y preferencia. ¡Ja!
lunes, 18 de febrero de 2013
domingo, 17 de febrero de 2013
Domingo
sábado, 16 de febrero de 2013
viernes, 15 de febrero de 2013
jueves, 14 de febrero de 2013
miércoles, 13 de febrero de 2013
Escacharres
La cosa comenzó hace unas semanas. Al arrancar salía un humo blanquiazul que se quitaba al poco rato de arrancar, pero que era muy escandaloso. Este domingo, cuando me iba a venir, me asusté tanto de la humareda que decidí traerlo al taller. Y aquí estoy, en un pueblo lejano al mío, con un coche que esta noche no dormirá en su cochera.
He llegado en el momento justo según aquella canción, es decir, cuando no había nadie. A pesar de eso estaban todos los boxes del taller llenos, pero se veía poco movimiento. Dos mecánicos se ponían el mono para echar la tarde. Y allá que me he acercado, para contarles personalizadamente mis cuitas automovilísticas.
He metido hasta el fondo, el coche, y me lo han enchufado al ordenador. Ahora todo lo enchufan a un ordenador. El programa se resistía, para cabreo del mecánico. Que alegría saber que el fallo no era culpa mía y tampoco tenía que repararlo, aunque me he tenido que reprimir para no abalanzarme sobre el equipo en cuestión. El caso es que como la cosa no iba bien, lo han enchufado a Internet. El ciber-focus. Que no entiendo por qué el ciber espacio se tiene que enterar de que mi coche está pocho. Pero al final el diagnóstico ha sido positivo, es decir, negativo, porque el programa de diagnóstico no ha diagnosticado nada. ¿La solución? Que mañana el arranque sea efectuado por profesionales.
Desde ese momento ha sido el gerente el encargado de atenderme, posiblemente porque he manifestado ser profesor de secundaria de un instituto de pueblo, o sea, la créme de la créme, more or less. Hasta me han invitado a pasar a la sala de espera, algo retro y coqueta a la vez, con sus correspondientes revistas de coches prudentemente atrasadas, posters de promoción de la marca, sillones y sillas de escai, literales, una palmera sustentada en arena de colorines coronada por una tele minúscula en la que se ve una novela donde la gente se besa y se casa. Y un acuario con peces sospechosamente quietos, pero que si los miras y al rato los vuelves a mirar ves que se han movido.
Como toda sala de espera que se precie, también hay una puerta a la esperanza, es decir, a la exposición de vehículos promocionados en las paredes. Si hubiera más gente los trastearía, pero dada mi fuerza de voluntad en lo que a compras se refiere en los últimos días lo mismo salgo con un coche debajo de cada brazo. En fin, que me estaré quieto.
Tan sólo queda esperar que me recojan. Creo que me relajaré echando un ojo al programa de fiestas del Taberno. Porque entre tantos besos, bodas futuras y traiciones me pierdo.
martes, 12 de febrero de 2013
Símbolos
Siempre supe que viviría en la derrota. Tanto por convicciones como por actitud. El perdedor no es un ser que se haga, hay que nacer y permanecer inmune a las corrupciones, porque si no se pierde esa tranquilidad de conciencia que te da el hacer siempre lo que se debe. Perdedor e intranquilo. Esa losa tan pesada que hay quien evita y, encima, no le va nada mal.
A mi, la derrota me reconforta. Me siento incómodo, inquieto, cuando gano. Y, si me apuran, hasta culpable. El saberse perdedor da una calma que no puede dar otra cosa, una paz contigo mismo que hasta agradeces.
Elegir siempre el camino contrario al que te marcan es difícil. Se pierden muchas cosas por el camino. Amigos, familia, bienes materiales más o menos necesarios... Siempre sacrificados por un bien superior, un bien común en el que apenas participas, un ideal necesario, una verdad tan evidente sobre la que apenas te paras a cuestionar nada.
La sigues. Y punto.
lunes, 11 de febrero de 2013
Finisecular
Lunes
Lo que yo digo, que a febrero hay que temerle.
domingo, 10 de febrero de 2013
A la espera
Nexus 7
Tras la carga inicial la he metido en su funda original, faltaría plus, y la he encendido. He de decir que el principio ha sido un poco bastante descorazonador, porque no pillaba la wifi ni a tiros.Y eso que estaba a 30 cm del router. Claro que mi router es bastante cachondo, también hay que decirlo. Por lo visto, los cacharros esos sin Internet no valen para nada. Quizá dentro de poco los niños ya nazcan con Internet incorporado. Sería más económico. Y práctico.
Tras introducir un número de veces finito numerable la contraseña, no sé como el artilugio se la ha tragado y ha comenzado con el ritual del primer arranque, ese momento que recordaré de por vida. Y la primera ha sido pedirme una cuenta de Google para centralizarlo todo. He de decir que esto no me gusta nada, porque se dejan las sesiones abiertas en todos los servicios que me ofrece Google y si, por ejemplo, un día me da por ver vídeos guarros Google o meterme en páginas de hackeo intensivo puede pensar mal de mi y me puede mandar a algún sacerdote virtual para que me confiese o un virus letal, por listo. Es de suponer que la privacidad estará bien custodiada, aunque viendo la cantidad de aplicaciones gratuitas que hay y los precios de los dispositivos de Google, el truco tiene que estar en algún sitio, como por ejemplo en la cookie.
Una vez que admitimos que vamos a ser espiados, y quizá expiados, es hora de trastear el cacharro. Lo primero, instalar aplicaciones básicas, como lector de pdf, redes sociales, blogger... Es muy fácil encontrar lo que se necesita, muy cómodo. En un par de toques está todo a punto para funcionar. La instalación se encola, es decir, tu vas pinchando y ya ellas se van dando la vez, como en la frutería. También hemos incluido herramientas de afinación para la guitarra, radio por Internet y el pou, que también es necesario entrentenerse en esta vida, aunque bien es cierto que me está jeringando ya más de la cuenta. Por recomendación hermanil también he instalado un antivirus. Y hemos procedido al cacharreo en mediana profundidad.
Los vídeos de Youtube, usando la aplicación que viene instalada, no van muy allá. Lo más probable es que sea por la conexión, que esta tarde estaba tonta. La calidad de sonido del altavoz es buena y los vídeos se ven bastante bien. Si vamos girando la pantalla mientras se reproduce el vídeo el procesador no se inmuta. Podemos ponerla en cualquier posición que la tablet nos sigue. Curiosamente, parece que con los auriculares no se lleva demasiado bien. Habrá que ver por qué. Los mandos del sonido son un poco engorrosos, aunque quizá sea por efecto de la funda. Salvo que no me haya dado cuen, los controles para el sonido desde la propia pantalla no se ven así fácilmente.
El manejo del sistema operativo es muy bueno. Sigo sin entender por qué los android no traen un gestor de archivos. Es como si te vendieran un coche sin asientos. Recordando la experiencia desire, le puse uno. Ahora habrá que aclararse en el maremagnum de carpetas que tiene, para ver dónde hay que colocar la música, los documentos y demás para que luego se sincronice todo correctamente y no haya que montar un circo cada vez que uno quiera oír alguna canción o ver algún flim. Y habrá que localizar la correspondiente aplicación para ello.
En la pantalla principal hay un montón de subpantallas que se pasan deslizando el dedo. La mayoría están vacías, a la espera de ser personalizadas. En algunas aparecen aplicaciones que rebosan en otras. Habrá que ir eliminando algunas que he bajado de mas, para no llenar la memoria inútilmente (aunque tengo 32gb teóricos que serán sobre 28-29 reales) antes del diluvio musical y de documentos que está al caer. Y ese es el problema que le veo a cualquier android, y si me apuran IOS, que cae en mis manos. Que sí, que mucha aplicación y mucha historia, pero todo desordenado y caótico. Sigo pensado que la organización que tenía Ubuntu Network Remix era la mejor para este tipo de cosas. Más dinámica que un S.O. tipo Windows pero sin estar tan desorganizada como los dispositivos portátiles que hay hoy en día.
De todas formas, y salvo las críticas de estilo, el producto es excelente en lo que a hardware se refiere. Y según las necesidades de cada uno las utilidades pueden ir desde el pisapapelismo a la imprescindibilidad. Evidentemente no es un ordenador y no se le puede pedir lo mismo, pero para cosas concretas, como navegar por Internet, entretenimiento e incluso lectura, resulta más cómodo que un portátil y más práctico que un móvil. La clave está en las aplicaciones, que seamos capaces de buscar cosas que realmente nos ayuden y sirvan para sacarle partido.
Y, tras esta primera aproximación, seguiremos investigando.
sábado, 9 de febrero de 2013
Sábado
viernes, 8 de febrero de 2013
Viernes
Por eso nadie escarmienta en cabeza ajena, porque no atiende cuando la lección es recitada por su compañero. Y cada uno tiene que aprender sus lecciones. Si es que quiere, claro.
No tocar
Llevaba ya dos años y casi seis meses. Una eternidad para un aparato electrónico moderno, por aquello de la obsolescencia programada. Una lástima, porque tenía preparados grandes proyectos para él, pero no creo que se cumplan. Quizá pida presupuesto, a ver si el arreglo no saliera muy caro, pero no se si invertir en resucitar el cacharro me saldrá a cuenta. Googleando por las posibles causas de la avería y sus soluciones, por lo menos 50 euros puede costar la broma. Aunque para eso, me los ahorro, espero, y me compro uno nuevo con sus modernidades, que también le apetece a uno. Lo malo es el periodo de aclimatación, que ya se hace uno a los aparatos y luego le da cosa evolucionar.
El mes de febrero, con sus cosas. Siempre tan caprichoso.
Aniversarios
Mañana harán siete años de aquel día en el que fui consciente de ser un pardillo y no me importó demasiado. ¿O es que acaso iba a pasar algo malo?
Bienvenido a Vietnam. No se equivocaba.
jueves, 7 de febrero de 2013
Jueves
PS: Y frío en los pies. Que no se me olvide el frío en los pies.
miércoles, 6 de febrero de 2013
Risotto con espinacas
Bueno, pues vamos a ello.
Nunca un error en la compra dio tanto juego como las espinacas cortadas. Hoy, para aprovecharlas, he decidido hacer un risotto, pero esta vez con espinacas y no con champiñones, que por ahí debe estar.
Primero, en una sartén, freímos un poquito de cebolla. Cuando esté pochada, añadimos el queso azul y, cuando se forme la pasta típica del recocido, añadimos el arroz. Removemos y añadimos agua, que previamente estará caliente. No olviden añadir sal al agua, a no ser que sean unos sosainas como yo. El truco es que el agua para el risotto debe estar caliente. Como todo lo que se le añada, para evitar romper la cadena de cocción del arroz. Que es como la cadena del frío de los alimentos, pero al revés. Y, mejor, añadir el agua caliente poco a poco, no toda de golpe. Así nos aseguramos que el grano queda en su punto.
En sartén aparte, y con una gotita de aceite, echamos las pastillas de espinaca cortada y, a fuego no muy fuerte y removiendo de vez en cuando, se irán desfaciendo hasta formar una pasta espinacosa de color verde. No asustarse, que es normal.
Y ya solo queda esperar que se haga el arroz. Cuando esté casi, añadimos la pasta espinacosa, la nata previamente calentada, removemos y añadimos queso fundido. Removemos un poquito más y esperamos que se acabe de hacer, añadiendo muy poquita agua si vemos que el arroz todavía no está.
Y a la mesa a comer.
martes, 5 de febrero de 2013
Huerga II
Va a ser menester buscarse un trabajo de verdad.
Huerga
Primero, levantando actas de reuniones verídicas y genuinas. Aparte de los tradicionales "Lectura y aprobación del acta anterior" y "Ruegos y preguntas" he hallado un nuevo punto comodín: seguimiento de la programación. Innovar cuesta poco.
Al final lo más molesto resultará aquello para lo que nos pagan. Papeleos. Apuntes para la posteridad. Canciones analizadas desde todos los puntos de vista, aparte de descubrimientos ochenteros de incalculable valor. Y ordenadores que saltan conque los roces.
Y tú, que hoy no me odias.
lunes, 4 de febrero de 2013
Futbolística
Mientras se hace la sopa
domingo, 3 de febrero de 2013
Adelantar pegados...
Son ganas de escachiporrarse.
o-o-o-o-o
Noventerísmo musical. For instance:
Flan de huevo
Siempre pensé que hacer un flan era una cosa muy difícil. Y hoy me he quedado sorprendido de lo fácil que es hacerlo. Así que paso a contarlo.
Lo primero de todo es coger una flanera. Humedecemos un poco la misma y echamos azúcar. Ponemos una gotita de agua y calentamos al fuego (no hace falta nitrógeno líquido) para que se forme el caramelo. Una vez hecho esto, reservamos. Ojo con pasarse de tiempo, que si no el molde se queda para tirar y el flan inacabado, como si fuera de Schubert.
By other side cogemos un bol. En él ponemos cinco huevos y batimos con las varillas. Si tiene algo bueno la cocina, fueraparte de la limpieza del hogar, es que haces deporte sin necesidad de salir de casa y pagar cuota de gimnasio, cosa de agradecer en estos tiempos de crisis. Añadimos el azúcar en este momento, dos cucharitas por huevo, aunque nosotros hemos puesto sobres de sacarina, la del baúl de los recuerdos. Ojo con los sobres, no vayan a tener otra cosa y la liemos. Seguimos batiendo (los biceps empiezan a doler en este momento) y añadimos la leche, que me han dicho que sea entera pero que en un despiste provocado por la falta de comunicación entre la jefa y el pinche ha sido desnatada. Hemos añadido sobre 700 ml, o lo que es lo mismo 0,7 litros. Hago esta aclaración por si el Sistema Métrico Decimal no es lo suyo. Me informan también de que se puede añadir un poco de vainilla. Ojo, la leche se añade poco a poco y sin dejar de batir.
Una vez bien batido todo, lo notará porque si sale a la calle la parroquia femenina mirará a su brazo, lo vertemos en la flanera con caramelo que previamente habíamos reservado. No la reserve mucho, vayamos a que se le pierda y tenga que repetir de nuevo el procedimiento. Es conveniente colar lo batido. Y ahora llega el momento horno. Pondremos la flanera, la mía es 2.0 y no ha sido necesario cerrarla, en una bandeja con un poco de agua. Y al horno. No me he fijado en la temperatura, pero como la tarta de manzana la dejamos a 180 grados, pues supongo que a esa misma. Y a esperar que cuaje. Puede ayudarse del mismo utensilio de meter que haya usado en la tarta de manzana, pero como la realización de un postre no implica la realización de otro (como los sucesos independientes) puede utilizar otro distinto. Mismamente en el IKEA venden utensilios de meter. Creo que se llama Metenpostren, confírmenlo en el catálogo.
Una vez cuajado llega el momento desmolde, que es como los exámenes finales de junio: no importa cuánto hayas trabajado, en un mal momento se puede ir todo al garete. Les recomiendo plato grande y cuchillo romo. Precaución, amigo desmoldador, tu enemigo es la velocidad.
Y, una vez hecho esto, no viene mal un poco de frigorífico, para tomar fresquito el flan. Puede tomarse solo, con tilde o sin tilde, o acompañado de nata, de esa que siempre se tiene en casa para embadurnar al cónyuge. O con un canutillo. De los de hojaldre, se entiende.
Tarta de manzana
La preparación es muy sencilla. En un vaso de batidora ponemos una pizca de sal. Ponemos también 200 gramos de azúcar. Añadimos un vaso de agua, pero de aceite de girasol. Le dejamos un dedo hasta llenarlo. Luego añadimos tres huevos con su clara y con su yema. Los más cachondos añaden también un poquito de cáscara, para determinar quién lo hará la próxima vez. Una vez puesto todo eso, batimos hasta que se forme una pasta bien dulcecita. Vertemos en un bol. Para aprovechar los culillos que se puedan quedar de pasta en el vaso, añadimos un poco de leche, damos un toque a la batidora, y luego vertemos lo que quede. Usando las varillas, lo integramos a la pasta.
Medimos 200 gramos de harina de repostería. Es conveniente tamizarla. Una vez hecho eso, vamos vertiendo poco a poco en el bol, ayudándonos de las varillas para que la mezcla vaya admitiendo la harina. Al final, en las dos últimas cucharadas que nos queden, añadimos la levadura. Una cucharada sopera con poquito colmo será suficiente. Y ya tenemos la masa lista, cuando las últimas cucharadas estén incorporadas, claro.
Aparte, cogemos un molde. Le ponemos margarina para que luego sea más fácil sacar el bizcocho. Cogemos media manzana golden y la cortamos en gajos. Y luego loncheamos los gajos. Finito, por favor. Y lo reservamos.
Y, ahora, vamos a por la tarta. Ponemos una poquita de la masa en el molde. Extendemos bien, ayudándonos de una espátula, teniendo cuidado con las esquinas. Y luego añadimos el loncheado de manzana, procurando tapar toda la masa. Luego añadimos el resto de la masa, intentando tapar bien la manzana. Si asoma alguna, pues no pasa nada. Y, con todo eso, al horno, que previamente hemos precalentado a 200 grados.
El horno es la clave. Los primeros 10 minutos me recomiendan esa temperatura. Y, luego, hasta completar la cocción (30-35 minutos) a 180 grados. Y ojo, no se les queme. Podemos ayudarnos de un palillo de dientes o de una aguja o de cualquier utensilio de meter (preferentemente metálico) para ver la consistencia del mismo y decidir si le hace falta una mijilla más de horno o no.
Al pasar el tiempo reglamentario, con una breve prórroga por si hemos abierto mucho el horno, sacamos y ponemos sobre una tabla de madera, más que nada para no quemar encimeras. Y le espolvoreamos azúcar glasé. Tan solo falta esperar que se enfríe. Y disfrutarlo en la merienda o desayuno.
sábado, 2 de febrero de 2013
Futbolística
Anda que cuando publique el blog en papel no va a quedar bien ni ná.
Y así se va otro sábado
Panorama para matar. En un arranque optimista, podría decirse. Las tres cuartas partes de la población habitual bajo el techo tienen algo de lo que preocuparse. Y el cuarto flotante ya ni les cuento.
Pienso que esto no tiene arreglo. Lo de después de la puerta. Y lo de dentro, pues ojalá me equivoque. Pero no pinta muy allá. Ya no sabe uno a qué santo encomendarse y si le harán caso. Pero habrá que intentarlo.
Estoy por dejar el curso que estoy haciendo. Es una idiotez y no sirve para nada. Pero tiene uno esa manía de no dejar las cosas a medias, que no a las personas, que en eso tengo experiencia.