lunes, 31 de octubre de 2011
domingo, 30 de octubre de 2011
El parque
Ya cae la tarde, más aún por el cambio de hora. Las están en el parque, mientras los hijos juegan al fútbol. Llevan los tanteos de cuando éramos pequeños, mientras la pelota golpea una y otra vez las paredes de la casa.
Mientras, ellas hablan de sus cosas. Comentan la vida del pueblo, con sus ventajas y sus incovenientes. Me asomo y las veo sentadas en el banco, detrás de una arbusto, con un bebé cada una en sus brazos. Las niñas las miran, cerca de ellas, mientras meriendan.
Pronto caerá el sol, y el ritmo del pueblo desaparecerá hasta mañana. Las chimeneas empezarán a echar humo. El silencio se hace en casa. Estamos cansados.
Mientras, alguien escribe encima de un microondas. Los vicios, que son muy malos...
Viajes
Se acumulan las anécdotas, las vivencias. Apenas hay tiempo para darles forma. Al final del día tan sólo queda cansancio y las imágenes del día. Así, hasta el día siguiente. Reposaré todo lo que tengo en mente y le daré forma más tarde.
Kilómetros
Avanza la carretera, avanza el coche camino de nuestro destino. Las líneas de la carretera son infinitas. Se doblan. Se suceden. Se alternan. Pero siempre están ahí.
sábado, 29 de octubre de 2011
viernes, 28 de octubre de 2011
Descubrimientos que hace uno
Postear arrebujaíto en las sábanas es una sensación única y un gran placer.
jueves, 27 de octubre de 2011
Miscelánea
Tanta prisa para acabar a las doce en la cama.
o-o-o-o-o
Qué mañanita con el router.
o-o-o-o-o
No se cómo se me dará el escribir a longitud acotada y a tema fijo, pero por probar no se pierde nada. Todo sea por ser rico y famoso.
o-o-o-o-o
Qué mañanita con el router.
o-o-o-o-o
No se cómo se me dará el escribir a longitud acotada y a tema fijo, pero por probar no se pierde nada. Todo sea por ser rico y famoso.
miércoles, 26 de octubre de 2011
Prisas
Me falta la tranquilidad de pararme a pensar cinco minutos y poder engarzar un par de frases, aunque estén mal escritas. A ver si con este ratico con la mantita y en el sofá me vienen las musas a visitar.
martes, 25 de octubre de 2011
Ventanas
Cada blog es una ventana a nuestro interior. Mostramos lo que queremos y, a veces, lo que no queremos. Tan solo hay que mirar bien.
El instante antes, el día eterno
Esperábamos en el pasillo cuando salió de la sala. Delgada, con el pelo largo pero recogido con una pinza, caminaba preguntándonos si la esperábamos a ella, en una especie de pregunta retórica envuelta en color pelirrojo.
Entramos y nos situamos donde estábamos justo hace tres semanas. Y nos volvimos a presentar, a pesar de que nos conocemos de tiempo. Miré sus ojos marrones, su jersey fino de color rosa y su vaqueros de marca con un corte bastante novedoso. Y me fijé en sus manos, temblorosas.
Pensé que al menos su acento es bueno, aunque habla rápido y algo temerosamente, como si no estuviera segura. Y me reflejé en un pasado no tan lejano, cuando era yo el que tenía miedo, justo un segundo antes de comenzar la segunda parte de mi vida, cuando empecé de verdad mi camino en solitario. En aquél preciso día que no me cansaría de vivir.
Entramos y nos situamos donde estábamos justo hace tres semanas. Y nos volvimos a presentar, a pesar de que nos conocemos de tiempo. Miré sus ojos marrones, su jersey fino de color rosa y su vaqueros de marca con un corte bastante novedoso. Y me fijé en sus manos, temblorosas.
Pensé que al menos su acento es bueno, aunque habla rápido y algo temerosamente, como si no estuviera segura. Y me reflejé en un pasado no tan lejano, cuando era yo el que tenía miedo, justo un segundo antes de comenzar la segunda parte de mi vida, cuando empecé de verdad mi camino en solitario. En aquél preciso día que no me cansaría de vivir.
lunes, 24 de octubre de 2011
Crema de champiñones
Otra receta de sopas.
Picamos finito una cebolla. Ponemos aceite en una olla y pochamos (me encanta esa palabra) la cebolla.
Por otro lado, lavamos y picamos a trozos los champis. Cuando la cebolla esté bien pochadita los echamos en la olla y los freímos hasta que estén blanditos. Después, añadimos agua hasta cubrirlos y sal al gusto. Y se deja a fuego medio unos 15 minutos. Para espesar un poco se puede añadir algo de harina. Y, cuando esté casi a punto, un quesito.
Una vez bien cocida la cosa, se bate bien batido con la batidora (evidenmont) y se sirve. Y si se ha sido previsor, pues quedará para otra cena.
Más rápido de hacer de lo que pensaba. Y he descubierto que me encanta pelar champiñones.
Picamos finito una cebolla. Ponemos aceite en una olla y pochamos (me encanta esa palabra) la cebolla.
Por otro lado, lavamos y picamos a trozos los champis. Cuando la cebolla esté bien pochadita los echamos en la olla y los freímos hasta que estén blanditos. Después, añadimos agua hasta cubrirlos y sal al gusto. Y se deja a fuego medio unos 15 minutos. Para espesar un poco se puede añadir algo de harina. Y, cuando esté casi a punto, un quesito.
Una vez bien cocida la cosa, se bate bien batido con la batidora (evidenmont) y se sirve. Y si se ha sido previsor, pues quedará para otra cena.
Más rápido de hacer de lo que pensaba. Y he descubierto que me encanta pelar champiñones.
El mar
Era media tarde y estaba recién comido. Salí de aquella sala que olía a sudor y me saludó la brisa de un mar ligeramente alborotado, de un mar de octubre, cuando los temporales se empiezan a asomar detrás de las rocas y el agua no solamente está en el suelo, sino que se trasfigura desde el cielo de color oscuro.
Allí estaba el, tan grande, tan azul. Rompiendo olas en la arena sucia de la playa. Yo estaba enfrente, observándolo con la habitual dedicación con la que lo hago. Un barco anclado en la bahía rompía la monotonía, mientras buscaba el punto exacto en el que el verde cercano cambia a azul lejano.
El ruido del mar era inexplicablemente ensordecedor, pues las olas no eran muy grandes. Una y otra vez se repetía el mismo sonido, con distintos matices y duraciones. Me hubiera tumbado en el suelo y quedado allí, con aquel sonido una y otra vez acariciando mis tímpanos. En ese momento lo necesitaba. Me daba la calma que buscaba.
Algunas gotas querían estropear el día. Y entonces recordé cuánto me gustaba bañarme mientras llovía. Una sensación tan placentera como extraña.
Allí estaba el, tan grande, tan azul. Rompiendo olas en la arena sucia de la playa. Yo estaba enfrente, observándolo con la habitual dedicación con la que lo hago. Un barco anclado en la bahía rompía la monotonía, mientras buscaba el punto exacto en el que el verde cercano cambia a azul lejano.
El ruido del mar era inexplicablemente ensordecedor, pues las olas no eran muy grandes. Una y otra vez se repetía el mismo sonido, con distintos matices y duraciones. Me hubiera tumbado en el suelo y quedado allí, con aquel sonido una y otra vez acariciando mis tímpanos. En ese momento lo necesitaba. Me daba la calma que buscaba.
Algunas gotas querían estropear el día. Y entonces recordé cuánto me gustaba bañarme mientras llovía. Una sensación tan placentera como extraña.
domingo, 23 de octubre de 2011
Sopa de zanahoria
Por aquello de que llega el invierno, al menos en lo que a fecha se refiere, va a ser menester pasar de la verdura en bolsa a la verdura en sopa. Hoy he hecho el primer intento y con gran éxito. A continuación, la receta, que es más simple que el mecanismo de un chupete.
Como es natural siendo una sopa de zanahorias, necesitaremos las susodichas, una patata para que espese, agua, aceite y sal.
Cortamos las zanahorias en trozos, al igual que la patata. Ponemos en una olla con agua, aceite y sal y a cocer. Cuando la cosa esté más o menos cocida, metemos la batidora con entusiasmo hasta que quede un puré. Corregimos la sal y damos otra tocata de fuego para que esté bien calentita y nos haga buen cuerpo para la noche. Y ya está.
Más sencillo, imposible.
Como es natural siendo una sopa de zanahorias, necesitaremos las susodichas, una patata para que espese, agua, aceite y sal.
Cortamos las zanahorias en trozos, al igual que la patata. Ponemos en una olla con agua, aceite y sal y a cocer. Cuando la cosa esté más o menos cocida, metemos la batidora con entusiasmo hasta que quede un puré. Corregimos la sal y damos otra tocata de fuego para que esté bien calentita y nos haga buen cuerpo para la noche. Y ya está.
Más sencillo, imposible.
sábado, 22 de octubre de 2011
No es por aguar la fiesta, pero
1. Los que tengan penas de sangre, juzgados y cumpliendo condena.
2. Las armas, entregadas.
3. Las víctimas, honradas y vencedoras.
4. Pedir perdón.
5. Constatación de que no se haya pagado un precio político.
Entonces me lo empezaré a creer. Mientas, lo siento mucho, pero no.
2. Las armas, entregadas.
3. Las víctimas, honradas y vencedoras.
4. Pedir perdón.
5. Constatación de que no se haya pagado un precio político.
Entonces me lo empezaré a creer. Mientas, lo siento mucho, pero no.
viernes, 21 de octubre de 2011
SAC
No soy yo muy partidario de llamar a los servicios de atención al cliente, pero hoy me he visto en la necesidad. Así que con una dosis extra de paciencia marco el número y me sale una voz que me da la bienvenida. Me dice que le explique el motivo de mi llamada, como si fuera un confesor o algo. Le digo que me pase con bajas. Y entonces me empieza a preguntar miles de cosas. Que si me diga qué quiere dar de baja, que si siga el número, que si diga no se qué... en fin. Que al rato me pasa con una señorita a la que, para preservar su intimidad y por facilidad narrativa, llamaremos Zaratustra. Y Zaratustra habló así: que no me podía atender porque tenía una incidencia en su ordenador. Pareciera que las incidencias computéricas me persiguieran. Total, que amablemente se disculpa y me emplaza a que llame de nuevo para que me atienda otro compañero con el ordenador menos roto. Le doy las gracias y llamo de nuevo.
La misma retahila de cosas de nuevo. Tras dos minutos, me pasan de nuevo con la misma teleoperadora de antes, que ya me saluda con familiaridad y me dice que vuelva a llamar, que tiene el ordenador roto. Pienso en que sentido tiene que me pasen con una persona que no me puede atender, pero ella se adelante y me pregunta si yo sabría como arreglárselo. El ordenador, se entiende. Yo digo que lo más cercano a un ordenador que conozco es una Underwood. Se ríe y dice que si le doy mi teléfono, que le gusta mi voz y que esta noche sale antes. Me siento halagado, pero le digo que ya estoy casado con mi profesión. De todas formas insiste en que me llamará cuando lo tenga todo en su sitio de nuevo. El ordenador, claro, qué si no.
Espero un rato y tras las pertinentes comprobaciones maquineras me pasan, gracias a Dios, con un operador al que le funciona el aparato. Al menos el cibernético. Me pregunta por el motivo de mi llamada, cosa de lo que apenas me acuerdo. El caso es que se lo digo, le expongo mis motivos, por eso ahora agradezco las preguntas que acababan con la frase "razona tu respuesta", y me dice que por ser tan buen cliente y tener una voz tan sexy me deja el producto gratis durante un año. La verdad es que al menos lo primero es cierto, pues les he dejado un cerro de duros durante mucho tiempo.
Yo pongo voz de no estar muy ilusionado mientras doy botes en el salón de casa acordándome de cierta canción de Queen. Y empieza a gestionar la oferta. Oigo como teclea mientras va diciendo lo que escribe en mi ficha de cliente y me pide disculpas un mol de veces por la tardanza en la verificación de la oferta. Yo le digo otro mol de veces que no se preocupe. Parece un partido de tenis, la verdad. Gracias a la rapidez de los sistemas y a que la oferta tarda 15 minutos en gestionarse, aprovechamos para consultarnos recetas de cocina, nos preguntamos por la familia y comentamos la actualidad internacional. Y nos despedimos deseándonos un feliz fin de semana. El me dice que mañana va a quedar con su chamaca y que lo mismo moja. Yo no le cuento mi plan de fin de semana para no darle envidia, porque tampoco es plan.
Si yo les contara...
La misma retahila de cosas de nuevo. Tras dos minutos, me pasan de nuevo con la misma teleoperadora de antes, que ya me saluda con familiaridad y me dice que vuelva a llamar, que tiene el ordenador roto. Pienso en que sentido tiene que me pasen con una persona que no me puede atender, pero ella se adelante y me pregunta si yo sabría como arreglárselo. El ordenador, se entiende. Yo digo que lo más cercano a un ordenador que conozco es una Underwood. Se ríe y dice que si le doy mi teléfono, que le gusta mi voz y que esta noche sale antes. Me siento halagado, pero le digo que ya estoy casado con mi profesión. De todas formas insiste en que me llamará cuando lo tenga todo en su sitio de nuevo. El ordenador, claro, qué si no.
Espero un rato y tras las pertinentes comprobaciones maquineras me pasan, gracias a Dios, con un operador al que le funciona el aparato. Al menos el cibernético. Me pregunta por el motivo de mi llamada, cosa de lo que apenas me acuerdo. El caso es que se lo digo, le expongo mis motivos, por eso ahora agradezco las preguntas que acababan con la frase "razona tu respuesta", y me dice que por ser tan buen cliente y tener una voz tan sexy me deja el producto gratis durante un año. La verdad es que al menos lo primero es cierto, pues les he dejado un cerro de duros durante mucho tiempo.
Yo pongo voz de no estar muy ilusionado mientras doy botes en el salón de casa acordándome de cierta canción de Queen. Y empieza a gestionar la oferta. Oigo como teclea mientras va diciendo lo que escribe en mi ficha de cliente y me pide disculpas un mol de veces por la tardanza en la verificación de la oferta. Yo le digo otro mol de veces que no se preocupe. Parece un partido de tenis, la verdad. Gracias a la rapidez de los sistemas y a que la oferta tarda 15 minutos en gestionarse, aprovechamos para consultarnos recetas de cocina, nos preguntamos por la familia y comentamos la actualidad internacional. Y nos despedimos deseándonos un feliz fin de semana. El me dice que mañana va a quedar con su chamaca y que lo mismo moja. Yo no le cuento mi plan de fin de semana para no darle envidia, porque tampoco es plan.
Si yo les contara...
La sopa está servida
Hoy, mientras hacía la compra, ha surgido de entre las estantería refrigeradas la solución a mis problemas de alimentación nocturnos. Así que he corrido a coger un paquetito y depositarlo con cariño en mi carro, mirándolo de cuando en cuando como quien se sabe poseedor de un pequeño tesoro.
Esta noche, mientras daba mi paseo, pensaba en la gran sopa que me comería. Así que he llegado a casa, me he duchado y me he puesto a ello. He leído las instrucciones: 1. Poner un litro de agua y verter el contenido del sobre; 2. Calentar durante 20 minutos; 3. Sacar una cuchara y a la sopa.
Obedientemente he procedido, pero restringiendo la cantidad de agua y la cantidad de verdura a echar, porque tampoco se va a cenar uno litro de sopa. He puesto el agua a calentar y he echado las verduras y me he puesto a preparar la súper velada de viernes noche que no les voy a contar para no darles envidia, que como saben es muy mala.
El caso es que el tiempo pasaba, aquello hervía y yo me las prometía muy felices. Pero mi gozo se ha ido directamente al fondo del pozo. Al echar la sopa en el bol pareciera como si el caldo y las verduras se hubieran peleado mortalmente. Las verduras estaban correctamente cocidas. El caldo había adquirido un color verde tipo menta poleo o té verde. Pero la cosa no casaba.
He procedido a ingerir el preparado, recordando entonces la importancia de la sal. Cada cucharada era una llamada perdida a la tierra del sabor. Así que, cuando se me acabó el saldo de tanto llamar, he acabado con la verdura y he tirado el caldo por el sumidero, prosiguiendo con la cena y su discurso habitual, con cara triste y pensando en qué hacer con el 70% restante de verduras que espera en la nevera con ilusión.
Menos mal que he comprado unos champiñones y unas zanahorias, a ver qué hago con ellas.
Esta noche, mientras daba mi paseo, pensaba en la gran sopa que me comería. Así que he llegado a casa, me he duchado y me he puesto a ello. He leído las instrucciones: 1. Poner un litro de agua y verter el contenido del sobre; 2. Calentar durante 20 minutos; 3. Sacar una cuchara y a la sopa.
Obedientemente he procedido, pero restringiendo la cantidad de agua y la cantidad de verdura a echar, porque tampoco se va a cenar uno litro de sopa. He puesto el agua a calentar y he echado las verduras y me he puesto a preparar la súper velada de viernes noche que no les voy a contar para no darles envidia, que como saben es muy mala.
El caso es que el tiempo pasaba, aquello hervía y yo me las prometía muy felices. Pero mi gozo se ha ido directamente al fondo del pozo. Al echar la sopa en el bol pareciera como si el caldo y las verduras se hubieran peleado mortalmente. Las verduras estaban correctamente cocidas. El caldo había adquirido un color verde tipo menta poleo o té verde. Pero la cosa no casaba.
He procedido a ingerir el preparado, recordando entonces la importancia de la sal. Cada cucharada era una llamada perdida a la tierra del sabor. Así que, cuando se me acabó el saldo de tanto llamar, he acabado con la verdura y he tirado el caldo por el sumidero, prosiguiendo con la cena y su discurso habitual, con cara triste y pensando en qué hacer con el 70% restante de verduras que espera en la nevera con ilusión.
Menos mal que he comprado unos champiñones y unas zanahorias, a ver qué hago con ellas.
Confusiones
He ido a comprar unas baquetas y me han dado unas vaquetas, que son como unas vacas simpáticas.
jueves, 20 de octubre de 2011
miércoles, 19 de octubre de 2011
Deseos II
Si yo fuera capaz de recordar las conversaciones acodado en la barra de un bar vacío y trascribir su esencia posiblemente no sería más feliz, ni más triste. Posiblemente, ni fuera yo.
Miradas
En una habitación con mucha gente habla una voz sobre algo que ya conozco. Sigo el discurso de forma intermitente, por si me preguntaran salpicao. Me da vergüenza hacer otra cosa que no sea oír. Pero es entonces cuando recuerdo que el Señor me dio otros sentidos y decido usarlos. Mientras la voz sigue desgranando cosas mis ojos bailan como una mota de polvo en el aire de la habitación. Solo hay una regla, evitar chocar con otros traviesos ojos que hagan lo mismo. Ahora que lo pienso, muy posiblemente será eso por lo que no ligo.
Mientras mis ojos se mueven ven muchas cosas. Gente que mira hacia arriba, gente que habla en voz baja. Pero, sobre todo, miradas. Miradas que lo dicen todo. Ojos que se agrandan según quien los mire, que se vuelven vidriosos por la emoción y que me emocionan a mi de paso.
También hay gente que está en lo suyo. Gente que adelanta trabajo. Que pone cara rara o que pone cara de estar confeccionando mentalmente la lista de la compra. Busco ojos conocidos y a veces me cruzo con ellos y otras veces no. No me importa en ese caso mantener la mirada, porque siempre me dicen algo antes de volver a seguir mirando. Gente que pone cara de preguntar. Gente que, generalmente, no mira.
Y así sigo hasta que la voz deja de hablar, y mis ojos dejan de mirar. No tardarán mucho en empezar de nuevo.
Mientras mis ojos se mueven ven muchas cosas. Gente que mira hacia arriba, gente que habla en voz baja. Pero, sobre todo, miradas. Miradas que lo dicen todo. Ojos que se agrandan según quien los mire, que se vuelven vidriosos por la emoción y que me emocionan a mi de paso.
También hay gente que está en lo suyo. Gente que adelanta trabajo. Que pone cara rara o que pone cara de estar confeccionando mentalmente la lista de la compra. Busco ojos conocidos y a veces me cruzo con ellos y otras veces no. No me importa en ese caso mantener la mirada, porque siempre me dicen algo antes de volver a seguir mirando. Gente que pone cara de preguntar. Gente que, generalmente, no mira.
Y así sigo hasta que la voz deja de hablar, y mis ojos dejan de mirar. No tardarán mucho en empezar de nuevo.
Siempre lo he sospechado...
...pero ahora ya lo se: tenemos calidad.
Lo mejor de todo es que hemos dicho que sí a trabajar y a no cobrar. Tal y como está el patio...
Lo mejor de todo es que hemos dicho que sí a trabajar y a no cobrar. Tal y como está el patio...
Preguntas competenciales
Si le pongo a un niño/a Titánic y llora, ¿Indica que ha desarrollado la competencia emocional y puede pasar de curso aún habiendo suspendido las matemáticas y este siempre dando por culo?
Retrospectiva
A veces me veo y no me creo. El camino ha sido largo y quizá me perdí en algún cruce de caminos. Pero aquí estoy y tengo que seguir andando. Hasta el último paso.
martes, 18 de octubre de 2011
Sentimiento cibernético
Con gran alegría
y profunda emoción
actualizo ese sistema operativo
que me gusta mogollón.
y profunda emoción
actualizo ese sistema operativo
que me gusta mogollón.
Sentimiento invernal
Ya está aquí el invierno
con su olor a naftalina
ya está aquí el invierno
que hiela hasta el agua cristalina.
con su olor a naftalina
ya está aquí el invierno
que hiela hasta el agua cristalina.
lunes, 17 de octubre de 2011
Noviciadas
Hoy ha sido mi primera clase de lenguaje musical, anteriormente conocido como solfeo. Debe ser un eufemismo, porque aunque ambas cosas sean iguales queda mucho mejor lo de lenguaje musical que lo de solfeo, amén de menos hiriente.
La primera lección ha consistido en aprender las notas y su posición en el pentagrama, cosa que me ha salido muy bien. Después, la duración de las notas y luego los silencios y todas esas cosas. Aunque lo que más me ha desconcertado ha sido que he tenido que elegir un instrumento para aprender solfeo. La guitarra parece que descuadra y como soy fácil de convencer, bien es cierto que para según que cosas, he tenido que elegir un instrumento de un ramillete que me han presentado.
Al principio opté por uno de viento, el saxofón, puesto que otros estaban ya cogidos. Pero al ver cómo le explicaba a una sufrida compañera cómo se tocan los instrumentos de viento me ha dado un que se yo que yo que sé y he decidido pasarme a la percusión, que creo que es más seductora e higiénica.
Ahora tan solo me falta comprarme un par de baquetas. Veremos a ver cómo acaba esto...
La primera lección ha consistido en aprender las notas y su posición en el pentagrama, cosa que me ha salido muy bien. Después, la duración de las notas y luego los silencios y todas esas cosas. Aunque lo que más me ha desconcertado ha sido que he tenido que elegir un instrumento para aprender solfeo. La guitarra parece que descuadra y como soy fácil de convencer, bien es cierto que para según que cosas, he tenido que elegir un instrumento de un ramillete que me han presentado.
Al principio opté por uno de viento, el saxofón, puesto que otros estaban ya cogidos. Pero al ver cómo le explicaba a una sufrida compañera cómo se tocan los instrumentos de viento me ha dado un que se yo que yo que sé y he decidido pasarme a la percusión, que creo que es más seductora e higiénica.
Ahora tan solo me falta comprarme un par de baquetas. Veremos a ver cómo acaba esto...
domingo, 16 de octubre de 2011
Noticias que parecen mentira y sin embargo son ciertas como la vida misma XIX
La noticia de hoy nos informa de una operación llevada a cabo por la Guardia Civil contra el tráfico de incontrolado alimentos. Según leo en el periódico de la tarde, que es en realidad el de la mañana pero que no me ha dado tiempo a leer porque estaba viendo un capitulo de "El Coche Fantástico", la citada operación se ha realizado para acabar con el "incesante tráfico de tuperwares que cada fin de semana, especialmente los domingos, tiene lugar en la A-92".
Según aparece en el informe de la Benemérita "todos los domingos gran número de usuarios de la carretera vuelven a sus lugares de origen tras pasar el fin de semana con su familia. Y la mayoría de ellos, especialmente hombres jóvenes, vuelven a su casa con neveras llenas de tuperwares llenos de comida, realizadas en su mayoría por madres que están esclavizadas todo el fin de semana guisando para sus hijos. Es un abuso que no vamos a permitir" Desde el Instituto Armado se ha puesto en marcha esta operación "para que las madres se dediquen a descansar, que es lo que tienen que hacer. Y que sus hijos, si se han independizado, que se independicen de verdad y que se hagan de comer, que es que hay gente que tiene mucho morro, jolines" señala un portavoz con bastante indignación.
Los agentes que han puesto en marcha el dispositivo, que como es obvio quieren permanecer en el economato, digo, anonimato, comentan que "es raro el coche que paras no lleve una neverita. Hay algunos que hasta se traen fruta, o bizcochos para el desayuno. La verdad es que se le cae a uno el alma al suelo. Ayer pillamos a un joven que llevaba de todo, hasta la comida estaba clasificada por días. Fíjese cómo sería la cosa que hasta llevaba curruscos fritos para acompañar una sopa..."
Desde el Ministerio del Interior ya se está avisando para que se evite este tipo de conducta. Incluso se plantean ir más allá. "Resulta muy sospechoso que el viernes lleven la ropa en la maleta toda desordenada y sucia y el domingo lo lleven todo perfectamente organizado, limpio y planchado. A partir de ahora vigilaremos eso también. Y si la persona a la que paremos no justifica que sabe planchar la ropa, le pondremos una multa que se va a enterar..."
Las reacciones a esta medida no se han hecho esperar. El PASO (Patronato Andaluz de SOlteros) ha expresado su repulsa por estas medidas tachándolas de intolerables. "No puede ser que se criminalice a un colectivo que lleva alegría a su casa. Nuestras madres se alegran de vernos y de llenarnos las neverillas de comida y no les importa limpiarnos la ropa. La mía hasta se enfada si no le llevo nada" nos expone Francisco Midas. "Además, nosotros no tenemos la culpa de que, por cuestiones de trabajo, nos tengamos que alejar de nuestras madres. La gente está muy equivocada en que la vida de soltero es ligar y salir de marcha. En realidad lo pasamos muy mal. Yo me tengo que hacer solo la cama, levantarme más pronto para prepararme el desayuno y a mi nadie me indemniza por esa angustia tan tremenda que paso cada día" exclama con lágrimas en los ojos.
Parece que las posiciones están muy encontradas. Seguiremos el tema muy de cerca, a ver cómo se resuelve.
Según aparece en el informe de la Benemérita "todos los domingos gran número de usuarios de la carretera vuelven a sus lugares de origen tras pasar el fin de semana con su familia. Y la mayoría de ellos, especialmente hombres jóvenes, vuelven a su casa con neveras llenas de tuperwares llenos de comida, realizadas en su mayoría por madres que están esclavizadas todo el fin de semana guisando para sus hijos. Es un abuso que no vamos a permitir" Desde el Instituto Armado se ha puesto en marcha esta operación "para que las madres se dediquen a descansar, que es lo que tienen que hacer. Y que sus hijos, si se han independizado, que se independicen de verdad y que se hagan de comer, que es que hay gente que tiene mucho morro, jolines" señala un portavoz con bastante indignación.
Los agentes que han puesto en marcha el dispositivo, que como es obvio quieren permanecer en el economato, digo, anonimato, comentan que "es raro el coche que paras no lleve una neverita. Hay algunos que hasta se traen fruta, o bizcochos para el desayuno. La verdad es que se le cae a uno el alma al suelo. Ayer pillamos a un joven que llevaba de todo, hasta la comida estaba clasificada por días. Fíjese cómo sería la cosa que hasta llevaba curruscos fritos para acompañar una sopa..."
Desde el Ministerio del Interior ya se está avisando para que se evite este tipo de conducta. Incluso se plantean ir más allá. "Resulta muy sospechoso que el viernes lleven la ropa en la maleta toda desordenada y sucia y el domingo lo lleven todo perfectamente organizado, limpio y planchado. A partir de ahora vigilaremos eso también. Y si la persona a la que paremos no justifica que sabe planchar la ropa, le pondremos una multa que se va a enterar..."
Las reacciones a esta medida no se han hecho esperar. El PASO (Patronato Andaluz de SOlteros) ha expresado su repulsa por estas medidas tachándolas de intolerables. "No puede ser que se criminalice a un colectivo que lleva alegría a su casa. Nuestras madres se alegran de vernos y de llenarnos las neverillas de comida y no les importa limpiarnos la ropa. La mía hasta se enfada si no le llevo nada" nos expone Francisco Midas. "Además, nosotros no tenemos la culpa de que, por cuestiones de trabajo, nos tengamos que alejar de nuestras madres. La gente está muy equivocada en que la vida de soltero es ligar y salir de marcha. En realidad lo pasamos muy mal. Yo me tengo que hacer solo la cama, levantarme más pronto para prepararme el desayuno y a mi nadie me indemniza por esa angustia tan tremenda que paso cada día" exclama con lágrimas en los ojos.
Parece que las posiciones están muy encontradas. Seguiremos el tema muy de cerca, a ver cómo se resuelve.
Tardes de domingo
No se si es que soy un optimista antropológico o quizá hubo un momento en el pasado en el que mi imaginación se pasó de frenada, pero esto no resulta como lo tenía planeado. Visto con algo más de edad, encaja dentro de lo lógico, pero es que resulta muy tentador dejarse llevar por lo que uno se imagina, aunque luego no pase lo que se pensaba.
Quizá la culpa fue mía, por esperar a empezar a vivir en un momento en el que todo el mundo ya viene de vuelta y sabe lo que quiere pero, ¿qué se puede esperar de un niño de 12 años de edad? El tiempo y la experiencia me han ido obligando a pensar en todo, pero me olvidé de tan pequeño detalle justo cuando más lo necesitaba. Nadie es perfecto, supongo.
Ahora intento arreglar todas aquellas cosas que en algún momento del pasado apunté en la lista de pendientes. Me da la impresión de que no son tantas aunque, desde según qué punto de vista se miren, no dejan de tener el mismo denominador común. A veces pienso que no merece la pena arreglar nada, que soy un tanto irrecuperable para ciertas cosas. En el fondo no quiero aceptar que es así, algún día me daré cuenta y me sonreiré en el espejo tras haberme dado una ducha. Haré como que me siento mal, aunque sea mal negocio el autoengaño.
Quizá en en fondo no quiera cambiar nada. Tiene sus desventajas, pero es más cómodo.
Quizá la culpa fue mía, por esperar a empezar a vivir en un momento en el que todo el mundo ya viene de vuelta y sabe lo que quiere pero, ¿qué se puede esperar de un niño de 12 años de edad? El tiempo y la experiencia me han ido obligando a pensar en todo, pero me olvidé de tan pequeño detalle justo cuando más lo necesitaba. Nadie es perfecto, supongo.
Ahora intento arreglar todas aquellas cosas que en algún momento del pasado apunté en la lista de pendientes. Me da la impresión de que no son tantas aunque, desde según qué punto de vista se miren, no dejan de tener el mismo denominador común. A veces pienso que no merece la pena arreglar nada, que soy un tanto irrecuperable para ciertas cosas. En el fondo no quiero aceptar que es así, algún día me daré cuenta y me sonreiré en el espejo tras haberme dado una ducha. Haré como que me siento mal, aunque sea mal negocio el autoengaño.
Quizá en en fondo no quiera cambiar nada. Tiene sus desventajas, pero es más cómodo.
Cursillos de fin de semana
Máster en freiduría de patatas, especialidad en dejarlas doraditas pero no churruscadas.
Prácticum en el Grado en Atención Geriátrica.
Aburrimiento en el siglo XXI: ¿De verdad quiere que sea lunes?
Jornadas en identificación de indignados en su familia. Aprenda a no llevarse sustos.
Cómo preparar la neverilla con la comida y que no se le aplaste la fruta, en 20 lecciones.
Prácticum en el Grado en Atención Geriátrica.
Aburrimiento en el siglo XXI: ¿De verdad quiere que sea lunes?
Jornadas en identificación de indignados en su familia. Aprenda a no llevarse sustos.
Cómo preparar la neverilla con la comida y que no se le aplaste la fruta, en 20 lecciones.
sábado, 15 de octubre de 2011
Estoy tan aburrido que...
... iría a una manifa del 15-M.
... haría un cuestionario de autoevaluación de competencias TIC.
... me se queda pequeño Internet. Me hacen falta mas páginas para navegar.
... me estoy descargando y viendo las presentaciones en power point que me mandan por email.
... encuentro interesante el spam del correo.
... haría un cuestionario de autoevaluación de competencias TIC.
... me se queda pequeño Internet. Me hacen falta mas páginas para navegar.
... me estoy descargando y viendo las presentaciones en power point que me mandan por email.
... encuentro interesante el spam del correo.
viernes, 14 de octubre de 2011
Dos de economía
Ante dos alternativas malas, me pregunto cuál es la más óptima, la cómoda o la económica.
o-o-o-o-o
Creo que el ser económico es un gen que se hereda.
o-o-o-o-o
Creo que el ser económico es un gen que se hereda.
Permítanme que me presente
Soy un aifon 4. Vivo en el expositor de una gran superficie. Mi vida, aunque parezca mentira, no es fácil. A mi no me gusta que me toqueteen, porque ¿a que a nadie le gusta que le hagan cosas raras con los dedos o le den un dedazo en toda la cara? Pues a mí tampoco, que una cosa es ser táctil y otra que te den mamporros. Tampoco me entusiasma que me digan que me van a comprar y que luego no me compren. Más que nada porque nunca me voy con nadie, siempre sacan del armarito congéneres metidos en sus cajas que jamás han funcionado antes. ¡Con lo que me gustaría a mi ver mundo y sacar fotos! El caso es que siempre estoy en mi sitio, a punto y funcionando, ayudando a la compañía que me creó a ganar dinero. Podría decirse que soy un currito, un trabajador que cada día se gana su jornal con la más absoluta discreción. Porque si yo hablara de las lagartas de las comerciales que no hacen más que tirarle los tejos al gerente para que las ponga en las cajas o del segurata que se infla a pastelillos todas las noches seguro que me salía una turné por los programas esos de la tele y me retiraba en Sílicon Valey a vivir la vida loca y entonces la gente se iba a ir a tocar a su puta madre. Pero esa no es la cuestión hoy.
El caso es que me siento triste. En mi privilegiada esquinita de entrada al supermercado era la admiración de todo el mundo. Recuerdo el día que me colocaron allí. La gente hacía cola para verme, se maravillaba por mis prodigios. Los demás teléfonos sentían una pelusilla fácilmente descriptible y me miraban con odio. Recuerdo que había un Jarcatel que no me podía ni ver. Hasta los Konia me miraban mal. Yo me sentía lo más de lo más en esa situación. Y pudiendo ser un capullo, hablaba con ellos, hasta que conseguí que me admitieran tal como soy. Hablábamos de nuestras cosas, nos mandábamos mensajes, nos escondíamos el gprs, en fin, las típicas bromas entre nosotros. Pero un día un modem usb me dijo: "Algún día se pasará tu gloria" Pero yo no le creí y seguí viviendo un espejismo de vida, gracias a una aplicación que tengo y que la verdad es que es muy práctica, aunque luego te la pegues contra la realidad.
Desde hace unos días la gente ya no me admira cuando va a comprar chopped. Las familias, que antes se paraban ante mí gracias a que sus niños les llamaban, se van directas a otras cosas. Extrañado, puse mi micrófono al máximo volumen para escuchar a las pelandruscas que me venden. Por lo visto han sacado un aifon 4s. Pero ¿cómo va a ser s si soy yo? Desde entonces no hace falta que me carguen, me da miedo apagarme por si ya nadie me enciende más. Ayer un señor se llevó a todos mis hermanos metidos en una caja. Intenté sacarle una foto y denunciarlo a la Policía, pero como estoy fijo no me pude dar la vuelta y mi cámara delantera es tan mala... en fin, que me temo lo peor. Y tiene que ser verdad porque la gente pregunta por el aifon 4s. Y me dan ganas de levantar la mano y decir "¡Aquí! ¡Aquí! Soy yo" Pero antes de que intente hacer nada me dicen que no, que yo no soy s. Si tuviera una aplicación para llorar amargamente lo haría. Pero entonces me mojaría y me podría estropear. Mira, eso está bien pensado...
Desde entonces mi vida está vacía. Tan solo cuento los días que quedan para mi amargo final, cuando un señor me quite de mi estante y ponga a otro. Al menos espero que sea más guapo que yo, más esbelto, con más pantalla. En fin, alguien que me mejore en todo, mejorando lo presente aunque pueda sonar redundante... Yo lo único que les quisiera de pedir, si han leído todo esto, es que si van a un Carreflús o un Almonte o un Escrote Inglés se despidan de aquellos compañeros míos que les han hecho disfrutar durante un ratito pensando "Yo algún día tendré un aifon" y les hagan alguna carantoña antes de que pasen al olvido.
Ríndanles un pequeño homenaje. Se lo merecen.
El caso es que me siento triste. En mi privilegiada esquinita de entrada al supermercado era la admiración de todo el mundo. Recuerdo el día que me colocaron allí. La gente hacía cola para verme, se maravillaba por mis prodigios. Los demás teléfonos sentían una pelusilla fácilmente descriptible y me miraban con odio. Recuerdo que había un Jarcatel que no me podía ni ver. Hasta los Konia me miraban mal. Yo me sentía lo más de lo más en esa situación. Y pudiendo ser un capullo, hablaba con ellos, hasta que conseguí que me admitieran tal como soy. Hablábamos de nuestras cosas, nos mandábamos mensajes, nos escondíamos el gprs, en fin, las típicas bromas entre nosotros. Pero un día un modem usb me dijo: "Algún día se pasará tu gloria" Pero yo no le creí y seguí viviendo un espejismo de vida, gracias a una aplicación que tengo y que la verdad es que es muy práctica, aunque luego te la pegues contra la realidad.
Desde hace unos días la gente ya no me admira cuando va a comprar chopped. Las familias, que antes se paraban ante mí gracias a que sus niños les llamaban, se van directas a otras cosas. Extrañado, puse mi micrófono al máximo volumen para escuchar a las pelandruscas que me venden. Por lo visto han sacado un aifon 4s. Pero ¿cómo va a ser s si soy yo? Desde entonces no hace falta que me carguen, me da miedo apagarme por si ya nadie me enciende más. Ayer un señor se llevó a todos mis hermanos metidos en una caja. Intenté sacarle una foto y denunciarlo a la Policía, pero como estoy fijo no me pude dar la vuelta y mi cámara delantera es tan mala... en fin, que me temo lo peor. Y tiene que ser verdad porque la gente pregunta por el aifon 4s. Y me dan ganas de levantar la mano y decir "¡Aquí! ¡Aquí! Soy yo" Pero antes de que intente hacer nada me dicen que no, que yo no soy s. Si tuviera una aplicación para llorar amargamente lo haría. Pero entonces me mojaría y me podría estropear. Mira, eso está bien pensado...
Desde entonces mi vida está vacía. Tan solo cuento los días que quedan para mi amargo final, cuando un señor me quite de mi estante y ponga a otro. Al menos espero que sea más guapo que yo, más esbelto, con más pantalla. En fin, alguien que me mejore en todo, mejorando lo presente aunque pueda sonar redundante... Yo lo único que les quisiera de pedir, si han leído todo esto, es que si van a un Carreflús o un Almonte o un Escrote Inglés se despidan de aquellos compañeros míos que les han hecho disfrutar durante un ratito pensando "Yo algún día tendré un aifon" y les hagan alguna carantoña antes de que pasen al olvido.
Ríndanles un pequeño homenaje. Se lo merecen.
Humillaciones
Bajar por la escalera del supermercado con las compras en la mano y que todo el mundo escrute lo que has comprado y acto seguido te juzgue dirigiéndote una mirada de esas que lo dicen todo.
Maldita manía de cobrar las bolsas...
Maldita manía de cobrar las bolsas...
Experiencias sensoriales
Hoy estoy fregando mi casa en orden inverso.
o-o-o-o-o
Cada vez me convenzo más de que mi futuro es ser pornochacho.
o-o-o-o-o
Cada vez me convenzo más de que mi futuro es ser pornochacho.
jueves, 13 de octubre de 2011
Mi primera vez
Hoy ha sido mi primera vez, a la tierna edad de 32 años. Hoy, por primera vez, he hecho un informe. Pensé que la ocasión estaría envuelta en una magia especial, pero la verdad es que la cosa ha sido bastante vulgar.
Mi jefe me ha dado un documento que por lo visto ha hecho un tal Séneca, en el cual aparecían un montón de datos. Y a mi, que por lo visto se me dan bien los números, me ha correspondido trasladar esos números a letras para que se puedan entender.
Tras una lectura previa y análisis sosegado me he puesto a ello, mientras me peleaba en segundo plano con un ordenador, al final hasta les cogeré cariño, porque yo soy multitarea, a pesar de ser hombre. Aunque, ahora que lo pienso, puede que se cuestione mi masculinidad por eso mismo. El caso es que muy formalito me he puesto a preparar el informe y, tras dos hojas de mucho escribir, he decidido que ya estaba todo dicho. Capacidad de síntesis es mi segundo nombre.
Y luego a imprimir dos copias y enviar a los destinatarios. Estoy pensando que debería poner como redactor algún nombre rimbombante del tipo Dirección General de Análisis y Redacción de Informes, dependiente de la Secretaría General Técnica de Evaluación, Autoevaluación y Propuestas de Mejora. Fijo que así mola más. Probaré la próxima vez, que ya tendré mas experiencia y no me pondré nervioso.
Mi jefe me ha dado un documento que por lo visto ha hecho un tal Séneca, en el cual aparecían un montón de datos. Y a mi, que por lo visto se me dan bien los números, me ha correspondido trasladar esos números a letras para que se puedan entender.
Tras una lectura previa y análisis sosegado me he puesto a ello, mientras me peleaba en segundo plano con un ordenador, al final hasta les cogeré cariño, porque yo soy multitarea, a pesar de ser hombre. Aunque, ahora que lo pienso, puede que se cuestione mi masculinidad por eso mismo. El caso es que muy formalito me he puesto a preparar el informe y, tras dos hojas de mucho escribir, he decidido que ya estaba todo dicho. Capacidad de síntesis es mi segundo nombre.
Y luego a imprimir dos copias y enviar a los destinatarios. Estoy pensando que debería poner como redactor algún nombre rimbombante del tipo Dirección General de Análisis y Redacción de Informes, dependiente de la Secretaría General Técnica de Evaluación, Autoevaluación y Propuestas de Mejora. Fijo que así mola más. Probaré la próxima vez, que ya tendré mas experiencia y no me pondré nervioso.
miércoles, 12 de octubre de 2011
La gasolinera
La noche estaba cayendo. Había conducido durante mucho tiempo y se daba ánimos pues apenas le quedaba un rato para llegar a casa. La carretera serpenteaba y se hacía cada vez más dañina para la vista. El cansancio le sorprendió tras la enésima curva y decidió, tras un rápido volantazo, parar en aquella gasolinera por la que tantas veces pasó de largo.
Aparcó, bajó del coche y sin importarle demasiado las normas de seguridad encendió un cigarrillo. Estiró las piernas dando un paseo y contempló como la noche invadía la sierra y las luces de los coches se convertían en las estrellas fugaces a las que no podía pedir deseos. Sintió algo de sed y entró al bar a tomar una cerveza.
Al abrir la puerta una contempló un bar grande con muy pocas personas, parroquianos habituales que veían, o hacían que veían, aquello que estuvieran echando en la tele. Algunos cogían los vasos con su mano derecha y escrutaban su interior, como queriendo encontrar respuestas a sus problemas en un océano de juguete. Otros hablaban con sus vecinos sin mucho afán. Apenas advirtieron que alguien ajeno a sus anocheceres se sentara en una esquina de la barra. La chica tras la barra, adivinando mis pensamientos, me sirvió lo que quería y se quiso sentar a mi lado a darme conversación, pero sin darme demasiada cuerda.
En ese instante recordé que nadie me esperaba y ella recordó que el tiempo no era del todo suyo. Me sirvió algo de comer y más cerveza y decidió acompañarme en la improvisada cena. Los clientes se fueron yendo uno a uno, como las gotas del café de la máquina que teníamos enfrente y, pasado un rato, estábamos solos. Ella salió de detrás de la barra para cerrar la puerta, contó la recaudación del día y me invitó a subir a su habitación.
La escalera era estrecha. Acababa en un pasillo bien iluminado con muchas puertas, pero solo me mostró dos: la del cuarto de baño y la de su dormitorio. Cumplí con mis rituales nocturnos y entré sin llamar en su habitación. No había grandes lujos. Un armario, dos mesitas de noche un tanto desvencijadas, una silla y una cama grande, demasiado grande, pero muy acogedoramente vestida. Tras desnudarme me mostró mi lado y obedientemente entré en la cama. Ella se desnudó lentamente dejando la ropa en la silla, junto a la mía. Me dijo "Sólo te pido que me abraces durante toda la noche" y se tendió junto a mi.
La abracé tal y como me pidió, la besé en la frente y al cabo del tiempo el sueño nos venció y dormimos juntos toda la noche. Nos despertó un rayo de sol iluminando la ropa en la silla. Ella se incorporó y se vistió. Al rato bajé yo y desayunamos juntos, sin decirnos nada. Ella abrió la puerta del bar, nos dimos las gracias y me volví a meter en mi coche, camino de donde nadie me esperaba.
Y entonces arrancó el coche y salió de aquella gasolinera donde nunca antes había parado.
Aparcó, bajó del coche y sin importarle demasiado las normas de seguridad encendió un cigarrillo. Estiró las piernas dando un paseo y contempló como la noche invadía la sierra y las luces de los coches se convertían en las estrellas fugaces a las que no podía pedir deseos. Sintió algo de sed y entró al bar a tomar una cerveza.
Al abrir la puerta una contempló un bar grande con muy pocas personas, parroquianos habituales que veían, o hacían que veían, aquello que estuvieran echando en la tele. Algunos cogían los vasos con su mano derecha y escrutaban su interior, como queriendo encontrar respuestas a sus problemas en un océano de juguete. Otros hablaban con sus vecinos sin mucho afán. Apenas advirtieron que alguien ajeno a sus anocheceres se sentara en una esquina de la barra. La chica tras la barra, adivinando mis pensamientos, me sirvió lo que quería y se quiso sentar a mi lado a darme conversación, pero sin darme demasiada cuerda.
En ese instante recordé que nadie me esperaba y ella recordó que el tiempo no era del todo suyo. Me sirvió algo de comer y más cerveza y decidió acompañarme en la improvisada cena. Los clientes se fueron yendo uno a uno, como las gotas del café de la máquina que teníamos enfrente y, pasado un rato, estábamos solos. Ella salió de detrás de la barra para cerrar la puerta, contó la recaudación del día y me invitó a subir a su habitación.
La escalera era estrecha. Acababa en un pasillo bien iluminado con muchas puertas, pero solo me mostró dos: la del cuarto de baño y la de su dormitorio. Cumplí con mis rituales nocturnos y entré sin llamar en su habitación. No había grandes lujos. Un armario, dos mesitas de noche un tanto desvencijadas, una silla y una cama grande, demasiado grande, pero muy acogedoramente vestida. Tras desnudarme me mostró mi lado y obedientemente entré en la cama. Ella se desnudó lentamente dejando la ropa en la silla, junto a la mía. Me dijo "Sólo te pido que me abraces durante toda la noche" y se tendió junto a mi.
La abracé tal y como me pidió, la besé en la frente y al cabo del tiempo el sueño nos venció y dormimos juntos toda la noche. Nos despertó un rayo de sol iluminando la ropa en la silla. Ella se incorporó y se vistió. Al rato bajé yo y desayunamos juntos, sin decirnos nada. Ella abrió la puerta del bar, nos dimos las gracias y me volví a meter en mi coche, camino de donde nadie me esperaba.
Y entonces arrancó el coche y salió de aquella gasolinera donde nunca antes había parado.
Semanas interruptus
Está bien eso de tener un festivo entre semana. No te puedes mover de tu destino y tienes que agudizar el ingenio para evitar quedarte tirado un día. Hay que reconocer que la limpieza es siempre buena opción pero solo te ocupa una mañana, siempre que se sea habilidoso y la casa no muy grande.
Afortunadamente he pasado el día en buena compañía y haciendo lo que más me gusta, patearme sierras conocidas. Una ruta que ya había hecho pero que no me importa repetir. Bien es cierto que sin nieve pierde encanto, pero ya he conocido este camino en circunstancias extremas, o mucho frío o mucho calor.
Y, como premio, estupendas fotos. Aquí un botón, aquí unos amigos.
Afortunadamente he pasado el día en buena compañía y haciendo lo que más me gusta, patearme sierras conocidas. Una ruta que ya había hecho pero que no me importa repetir. Bien es cierto que sin nieve pierde encanto, pero ya he conocido este camino en circunstancias extremas, o mucho frío o mucho calor.
Y, como premio, estupendas fotos. Aquí un botón, aquí unos amigos.
Descubrimiento sorprendente
Acabo de descubrir las pastillas de cartílago de tiburón.
PS: Pues no eran de cartílago de tiburón, sino de labio de mejillón verde. No sé qué es más desconcertante.
PPS: Que me he vuelto a equivocar, que sí que existen. Es que me confundí de bote.
PS: Pues no eran de cartílago de tiburón, sino de labio de mejillón verde. No sé qué es más desconcertante.
PPS: Que me he vuelto a equivocar, que sí que existen. Es que me confundí de bote.
martes, 11 de octubre de 2011
Viajes expres III
Si nos dejaran en el interior de un supermercado cualquiera resultaría imposible saber, a priori, en qué ciudad se está. Incluso a alguien como yo que se ha pasado la adolescencia entre carros y cajas registradoras y que se conoce los hipermercados de medio mundo y parte del extranjero.
A pesar de esta similitud siempre hay margen para la sorpresa y siempre hay cosas que no aparecen. Renuncio al enfado y parto de la base de que algo no voy a encontrar y de algo no va a haber. Aun así el ser humano siempre es sorprendente y va más allá. Por eso mi estrategia vital ante este problema es no hacer nunca lista.
Una vez elegida la batidora me doy una vuelta sin mucho afán. Como impulso consumista me compro una botella con tapón de los antiguos y un vaso para el wisky que voy a estrenar en unos instantes, al precio de tres y un lero respectivamente. Estoy en racha y casi me traigo una botella de agua mineral sin gas, llamada Antipodes, pero su precio, ocho euros de vellón, no está dentro de mis espectativas gourmet, así que pongo rumbo al tomate frito en tetra brick, que creo que me radiografía mejor. Ahora que lo pienso, debería haber comprado champiñones. Quiero cremarlos un día de estos.
Pago y me atiende un cajero que me ofrece bolsas de pago. Malísimas, por cierto. Evidentemente las rechazo, porque mi fiel Nicolás guarda bolsas de guardia en su interior. No deja de ser bonito volver a los orígenes.
Salgo a la carretera y por el retrovisor me deslumbra la tarde en la bahía. Maldigo que no haya ningún sitio donde parar. Aun así, alguna foto consigo robar con mi móvil a la tarde.
Me pregunto si no debería quedarme en un sitio como este. Aunque entonces pasaría que lo cotidiano robaría la esencia de la belleza furtiva de pasar una tarde lejos de donde te ha llevado el destino.
A pesar de esta similitud siempre hay margen para la sorpresa y siempre hay cosas que no aparecen. Renuncio al enfado y parto de la base de que algo no voy a encontrar y de algo no va a haber. Aun así el ser humano siempre es sorprendente y va más allá. Por eso mi estrategia vital ante este problema es no hacer nunca lista.
Una vez elegida la batidora me doy una vuelta sin mucho afán. Como impulso consumista me compro una botella con tapón de los antiguos y un vaso para el wisky que voy a estrenar en unos instantes, al precio de tres y un lero respectivamente. Estoy en racha y casi me traigo una botella de agua mineral sin gas, llamada Antipodes, pero su precio, ocho euros de vellón, no está dentro de mis espectativas gourmet, así que pongo rumbo al tomate frito en tetra brick, que creo que me radiografía mejor. Ahora que lo pienso, debería haber comprado champiñones. Quiero cremarlos un día de estos.
Pago y me atiende un cajero que me ofrece bolsas de pago. Malísimas, por cierto. Evidentemente las rechazo, porque mi fiel Nicolás guarda bolsas de guardia en su interior. No deja de ser bonito volver a los orígenes.
Salgo a la carretera y por el retrovisor me deslumbra la tarde en la bahía. Maldigo que no haya ningún sitio donde parar. Aun así, alguna foto consigo robar con mi móvil a la tarde.
Me pregunto si no debería quedarme en un sitio como este. Aunque entonces pasaría que lo cotidiano robaría la esencia de la belleza furtiva de pasar una tarde lejos de donde te ha llevado el destino.
Viajes expres II
Salgo de la clínica y entra un adolescente, vestido de adolescente, con su padre, vestido de padre y con cara de padre. Me encanta pasear por ciudades donde nadie me conoce, cosa que ya puedo hacer en prácticamente cualquier sitio. Pareciera una cosa fácil, pero no lo es. Lleva mucho tiempo ignorar a tanta gente.
Me cruzo con pandillas que pasean la víspera de fiesta. Ha bajado el sol y me dirijo a buscar el coche a donde lo dejé perfectamente mal aparcado. La tarde invita a pasear pero hace demasiado calor y me siento triste por no saber a donde ir. Enchufo de nuevo la música, pago y pongo rumbo a la importante misión de la adquisición de una batidora. Me apetece cambiar las ensaladas por sopas, a pesar del bofetón de calor que me llevo al bajar del coche. Pero el bofetón me duele algo menos. Sabe a sal, a la sal del mar que no veo pero que siento en mi quejumbrosa piel. Ahora no me han dado opción a aparcar mal.
Me cruzo con pandillas que pasean la víspera de fiesta. Ha bajado el sol y me dirijo a buscar el coche a donde lo dejé perfectamente mal aparcado. La tarde invita a pasear pero hace demasiado calor y me siento triste por no saber a donde ir. Enchufo de nuevo la música, pago y pongo rumbo a la importante misión de la adquisición de una batidora. Me apetece cambiar las ensaladas por sopas, a pesar del bofetón de calor que me llevo al bajar del coche. Pero el bofetón me duele algo menos. Sabe a sal, a la sal del mar que no veo pero que siento en mi quejumbrosa piel. Ahora no me han dado opción a aparcar mal.
Cosas que me encantan de los pueblos
Para justificar un mal aparcamiento basta con poner las luces de emergencia.
Viajes expres
Tarde de médico. Afortunadamente no tenía demasiado sueño y la conducción, a pesar del vino de la comida, no ha sido demasiado pesada. Las vistas animaban un espíritu algo decaído y lamentaba no poder llevar la cámara de fotos incrustada en mi cabeza.
No diré que salí del frío, pero sí llegué a un octubre disfrazado de primeros de septiembre. Pero, a pesar de todo, le gente le hacía caso al calendario y pese al calor alguna chaquetilla se adivinaba, tapando los morenos que ya se iban perdiendo.
Aparqué el coche mal, cosa que no me importó, y dirigí mis pasos hacia la consulta, donde tuve que esperar más rato del deseado. Al menos me refresqué un poco y pude apreciar la diferencia entre la gente de ciudad y los que venimos de pueblo, o al menos hemos renegado de nuestros orígenes urbanitas. Definitivamente son dos mundos distintos sin un nexo común medianamente apreciable.
Enfrente, unos abuelos bastante jóvenes dejan aparcada a su nieta mientras entran en la consulta. En la banca de al lado otro matrimonio espera su turno para entrar mientras llega la señora que va detrás mía. Delgada, con ropa de verano y con cara triste, ocupa dos asientos: uno para ella y otro para el libro que trae. Justo cuando me toca entrar aparece la señora que va delante y retrasa mi entrada en el médico. Cuando por fin llega mi turno me dice lo que ya se y me receta la pomada que espero. A pesar de todo no lamento haber bajado.
No diré que salí del frío, pero sí llegué a un octubre disfrazado de primeros de septiembre. Pero, a pesar de todo, le gente le hacía caso al calendario y pese al calor alguna chaquetilla se adivinaba, tapando los morenos que ya se iban perdiendo.
Aparqué el coche mal, cosa que no me importó, y dirigí mis pasos hacia la consulta, donde tuve que esperar más rato del deseado. Al menos me refresqué un poco y pude apreciar la diferencia entre la gente de ciudad y los que venimos de pueblo, o al menos hemos renegado de nuestros orígenes urbanitas. Definitivamente son dos mundos distintos sin un nexo común medianamente apreciable.
Enfrente, unos abuelos bastante jóvenes dejan aparcada a su nieta mientras entran en la consulta. En la banca de al lado otro matrimonio espera su turno para entrar mientras llega la señora que va detrás mía. Delgada, con ropa de verano y con cara triste, ocupa dos asientos: uno para ella y otro para el libro que trae. Justo cuando me toca entrar aparece la señora que va delante y retrasa mi entrada en el médico. Cuando por fin llega mi turno me dice lo que ya se y me receta la pomada que espero. A pesar de todo no lamento haber bajado.
Consejos estéticos
No deben ponerse braguitas de fantasía debajo de una falda blanca. Y menos en un centro médico donde puede haber pacientes recién operados de, por ejemplo, fimosis.
Axiomas IX
Todos nos quejamos de lo que tenemos, pero no renunciamos a ello. Ni siquiera a las posibilidades.
lunes, 10 de octubre de 2011
Aprendizajes
Supongo que siempre tengo que tener algo en mente. Me he acostumbrado tanto a estudiar que no hacerlo me crea cierta ansiedad.
Tardes de cuerdas
Hoy ha sido el estreno, con bastante poco gas dicho sea de paso. Yo pensaba, ingenuo de mi, que la guitarra iba a sonar como un tiro en el portátil y ha sido lo más lamentable y patético que me ocurría desde hace mucho tiempo, entendiendo que patetismo y yo no solemos estar muy alejados.
Pero dejando consideraciones técnicas aparte, la tarde ha sido muy satisfactoria. Primero afinar las cuerdas, que no estaban muy allá dicho sea de paso, y luego empezar a ensayar. He utilizado las púas que me regaló el batería de mi grupo y he empezado un curso que me compré en la última feria del libro por tan solo 7 euros. Y así ha pasado la tarde, con los acordes de la menor, mi menor y re menor y una canción que cuando la he puesto en el youtube no sonaba para nada como yo la estaba tocando. Pero bueno, los comienzos siempre son difíciles y por ese pequeño e insignificante detalle no se va uno a desilusionar. Como primera medida de mejora me he cortado las uñas, un poco largas para el guitarreo.
Además, esta tarde he podido comprobar la utilidad de que te marquen los trastes. Así no tiene uno que hacer muchas cuentas en plan, pongo aquí el dedo y me llevo dos con el siguiente para buscar tal nota. Desde luego, es un gran invento. Fijo que al que se le ocurrió eso luego inventó el pendrive. Y el arroz para secarlo cuando lo metes en la lavadora.
Supongo que esta ha sido la primera tarde de cuerdas de mas muchas que vendrán.
Pero dejando consideraciones técnicas aparte, la tarde ha sido muy satisfactoria. Primero afinar las cuerdas, que no estaban muy allá dicho sea de paso, y luego empezar a ensayar. He utilizado las púas que me regaló el batería de mi grupo y he empezado un curso que me compré en la última feria del libro por tan solo 7 euros. Y así ha pasado la tarde, con los acordes de la menor, mi menor y re menor y una canción que cuando la he puesto en el youtube no sonaba para nada como yo la estaba tocando. Pero bueno, los comienzos siempre son difíciles y por ese pequeño e insignificante detalle no se va uno a desilusionar. Como primera medida de mejora me he cortado las uñas, un poco largas para el guitarreo.
Además, esta tarde he podido comprobar la utilidad de que te marquen los trastes. Así no tiene uno que hacer muchas cuentas en plan, pongo aquí el dedo y me llevo dos con el siguiente para buscar tal nota. Desde luego, es un gran invento. Fijo que al que se le ocurrió eso luego inventó el pendrive. Y el arroz para secarlo cuando lo metes en la lavadora.
Supongo que esta ha sido la primera tarde de cuerdas de mas muchas que vendrán.
Silencio
Me ahoga el silencio de mi habitación. Ya no me estorba el portátil en mi regazo. Definitivamente, ha llegado el invierno.
domingo, 9 de octubre de 2011
Poses
Ya decía yo...
No suelo perder papeles, aunque sí los papeles.
Simplemente, estaban mal ubicados espaciotemporalmente. Por supuesto, por triplicado.
Simplemente, estaban mal ubicados espaciotemporalmente. Por supuesto, por triplicado.
Mañanas de domingo
Me despierta dulcemente el despertador, aunque no lo necesite. Sé que soy un adulto responsable porque me despierto antes que los pitidos y los flashes de luz azul eléctrica invadan mi habitación. Espero pacientemente mi turno y entro al baño, para después vestirme y cumplir con mis obligaciones dominicales.
Recojo el periódico. Lentamente busco algo que me guste y me lo llevo al ojo de camino a casa. Desayuno viendo viejas series de los ochenta y hago la cama. Los fines de semana no queda otra.
Bajo al sótano. Enciendo el ordenador para ver las mismas novedades de siempre. Empieza a hacer frío, ese primer agradable frío de octubre acompañado de un sol que se resiste a dejar de quemar y que es la combinación perfecta para los primeros resultados. El ruido del ventilador del ordenador se mezcla con el extractor de la cocina, mientras empieza a olerse la comida de los domingos y por mi cabeza pasan las distintas posibilidades para pasar una entretenida mañana haciendo cosas útiles por la humanidad.
No me ha faltado de nada. Ni siquiera llevar los periódicos a reciclar.
Recojo el periódico. Lentamente busco algo que me guste y me lo llevo al ojo de camino a casa. Desayuno viendo viejas series de los ochenta y hago la cama. Los fines de semana no queda otra.
Bajo al sótano. Enciendo el ordenador para ver las mismas novedades de siempre. Empieza a hacer frío, ese primer agradable frío de octubre acompañado de un sol que se resiste a dejar de quemar y que es la combinación perfecta para los primeros resultados. El ruido del ventilador del ordenador se mezcla con el extractor de la cocina, mientras empieza a olerse la comida de los domingos y por mi cabeza pasan las distintas posibilidades para pasar una entretenida mañana haciendo cosas útiles por la humanidad.
No me ha faltado de nada. Ni siquiera llevar los periódicos a reciclar.
sábado, 8 de octubre de 2011
Axiomas VII
Tienes más peligro que una señora mayor peleando porque a ella le toca antes que a ti en la cola de la charcutería.
Autobusadas
Llevo la espalda cargada. Y un melón en la mano. Pero aun así corro para parar el autobús que me lleva a casa. Soy el último en subir, con lo que seré el primero en bajar. Enfrente tengo al autobusero, al que tras una breve conversación de cinco segundos me obligas a catalogar como rara avis dentro de su especie.
Tras glosar con mi acompañante las ventajas de la recarga intensiva del bonobus, consecuencia lógica de su mucho uso, compara el interior del pequeño vehículo como una hamburguesa completita mientras toma con entusiasmo la curva de la Plaza Isabel la Católica. Nos informa que, a no ser que haya ketchup, no se parará en Plaza Nueva, por lo que mi acompañante y yo entramos en éxtasis. Llegaremos antes a casa.
Pero entonces alguien toca el timbre y el conductor se para. Abre la puerta de atrás, pero nadie se baja. Un matrimonio mayor pregunta si es el fin de la línea, a lo que el conductor responde que no, que la línea no se acaba nunca, es infinita. Los pasajeros se sientan, el autobús cierra la puerta y es cuando los señores rompen el infinito al declarar que van al centro y que si se pueden bajar. El pasaje mira extrañado a la anciana pareja y el conductor del autobús abre la puerta para que bajen. La no parada nos demora ya cinco minutos. Pero al poco reiniciamos la marcha hasta nuestra parada, donde me bajo haciendo malabarismos y ayudando galantemente a mi acompañante.
Ya tengo mi ración de 5 minutos de surrealismo del día.
Tras glosar con mi acompañante las ventajas de la recarga intensiva del bonobus, consecuencia lógica de su mucho uso, compara el interior del pequeño vehículo como una hamburguesa completita mientras toma con entusiasmo la curva de la Plaza Isabel la Católica. Nos informa que, a no ser que haya ketchup, no se parará en Plaza Nueva, por lo que mi acompañante y yo entramos en éxtasis. Llegaremos antes a casa.
Pero entonces alguien toca el timbre y el conductor se para. Abre la puerta de atrás, pero nadie se baja. Un matrimonio mayor pregunta si es el fin de la línea, a lo que el conductor responde que no, que la línea no se acaba nunca, es infinita. Los pasajeros se sientan, el autobús cierra la puerta y es cuando los señores rompen el infinito al declarar que van al centro y que si se pueden bajar. El pasaje mira extrañado a la anciana pareja y el conductor del autobús abre la puerta para que bajen. La no parada nos demora ya cinco minutos. Pero al poco reiniciamos la marcha hasta nuestra parada, donde me bajo haciendo malabarismos y ayudando galantemente a mi acompañante.
Ya tengo mi ración de 5 minutos de surrealismo del día.
viernes, 7 de octubre de 2011
La fila
Esta mañana, mientras las sábanas me recordaban lo que me quieren, he oído la algarabía de la fila y han venido a mi cabeza recuerdos de mi niñez.
Cerca de casa hay una escuela hogar cuyos alumnos asisten a mi colegio, porque, a pesar de todo, todavía es mi colegio. La forma de transporte era, y sigue siendo, la fila. En ella los niños, uno tras otro y ordenados de menor a mayor curso (y también tamaño), llevan su algarabía y su sueño del colegio al hogar y viceversa dos veces al día.
Recuerdo cómo en mi época universitaria y opositora me gustaba verlos pasar, en ocasiones con mochilones más grandes que ellos, de camino a un sitio u otro. Iban escoltados por dos cuidadores que apenas cambiaban con el tiempo. Algunos de los que formaban esa fila se volvieron sus rectores con el paso del tiempo. No sé qué sensaciones tendrían al cambiar su posición en la fila.
Recuerdo mucha de la gente en la fila de mis tiempos. Primero estaban conmigo, pero luego la pasaron a otra clase, de las tres que había por nivel. El contacto se fue perdiendo y hoy, esta mañana, han venido a mi mente sus infantiles caras pero no sus nombres. El tiempo ha pasado y borró mi mente. Aunque el ruido de esta mañana ha avivado en mi cabeza el recuerdo de aquellos años en los que compartimos nuestras vidas.
Cerca de casa hay una escuela hogar cuyos alumnos asisten a mi colegio, porque, a pesar de todo, todavía es mi colegio. La forma de transporte era, y sigue siendo, la fila. En ella los niños, uno tras otro y ordenados de menor a mayor curso (y también tamaño), llevan su algarabía y su sueño del colegio al hogar y viceversa dos veces al día.
Recuerdo cómo en mi época universitaria y opositora me gustaba verlos pasar, en ocasiones con mochilones más grandes que ellos, de camino a un sitio u otro. Iban escoltados por dos cuidadores que apenas cambiaban con el tiempo. Algunos de los que formaban esa fila se volvieron sus rectores con el paso del tiempo. No sé qué sensaciones tendrían al cambiar su posición en la fila.
Recuerdo mucha de la gente en la fila de mis tiempos. Primero estaban conmigo, pero luego la pasaron a otra clase, de las tres que había por nivel. El contacto se fue perdiendo y hoy, esta mañana, han venido a mi mente sus infantiles caras pero no sus nombres. El tiempo ha pasado y borró mi mente. Aunque el ruido de esta mañana ha avivado en mi cabeza el recuerdo de aquellos años en los que compartimos nuestras vidas.
Traspapeles y despistes
Mira que nunca perder un papel y ahora que lo necesito no lo encuentro...
o-o-o-o-o
Otro día que bajo y se me olvida que me ajusten las patillas. Como no baje expresamente se me van a romper un día las gafas y la liaré, seguro.
o-o-o-o-o
Otro día que bajo y se me olvida que me ajusten las patillas. Como no baje expresamente se me van a romper un día las gafas y la liaré, seguro.
Siete de octubre
Hace tiempo que te sueño, pero hoy creí verte entre la gente. Al principio no te reconocía, pero tu cara me empezó a sonar. Seguro que pasé por tu lado más veces y ni me di cuenta, pero hoy me dijiste algo, mi corazón se sobresaltó y nuestras miradas se cruzaron. Apenas nos detuvimos a charlar, pues yo tenía prisa, y cada uno seguimos por nuestro lado. Tu quieta en tu sitio, yo en mis cosas de siempre que casi nunca son mías.
Pero mi corazón estaba hoy abierto a ti. Vagué por la calle con tu imagen en mi mente intentando distraerme, pero no lo conseguía. Estabas ya tan dentro de mí que tenía que hacerte mía. Pero me faltaba el valor para volver a verte, echar la rodilla a tierra, cogerte de la mano y decirte que te quería.
Algo en mi corazón cambió. Sabía que, desde nuestro encuentro de hoy, nuestras vidas se acabarían cruzando para siempre. O al menos mientras quieras quererme y yo quiera quererte. Así que me armé de valor y, con las piernas temblando y el corazón en un puño volví a tu casa y dije que te quería. Tu apenas dijiste nada. Lo sabías. Sabías que mi corazón es tuyo, desde el primer momento en que nos soñamos hace ya tanto tiempo. Y con un sonido imperceptible me dijiste, mirándome con dulzura a los ojos, lo que yo ya sabía.
Siempre me pregunté como sería este día. Y ya sé la respuesta. Justamente como lo imaginé.
Bienvenida a mi vida. Espero hacerte tan feliz como ya me has hecho tu a mi.
Pero mi corazón estaba hoy abierto a ti. Vagué por la calle con tu imagen en mi mente intentando distraerme, pero no lo conseguía. Estabas ya tan dentro de mí que tenía que hacerte mía. Pero me faltaba el valor para volver a verte, echar la rodilla a tierra, cogerte de la mano y decirte que te quería.
Algo en mi corazón cambió. Sabía que, desde nuestro encuentro de hoy, nuestras vidas se acabarían cruzando para siempre. O al menos mientras quieras quererme y yo quiera quererte. Así que me armé de valor y, con las piernas temblando y el corazón en un puño volví a tu casa y dije que te quería. Tu apenas dijiste nada. Lo sabías. Sabías que mi corazón es tuyo, desde el primer momento en que nos soñamos hace ya tanto tiempo. Y con un sonido imperceptible me dijiste, mirándome con dulzura a los ojos, lo que yo ya sabía.
Siempre me pregunté como sería este día. Y ya sé la respuesta. Justamente como lo imaginé.
Bienvenida a mi vida. Espero hacerte tan feliz como ya me has hecho tu a mi.
Festivos
Hoy para mi es fiesta, pero no para el resto de mortales que me rodean, lo que supone una ventaja que no hay que despreciar. Tener acceso a todo en un día de diario en el que uno no trabaja es un pequeño placer gratuito que nunca sabré apreciar y agradecer en su justa medida.
La mañana no se ha podido desarrollar tal y como pensaba, pues quería pasarme a dejar unos papeles pero, extrañamente, se me ha perdido el principal, con lo que tendré que externalizar la entrega de los mismos. Una oportunidad perdida. Qué se le va a hacer. Claro, que he compensado con creces esta tarea faltante. Hay que aprender a aprovechar las oportunidades.
Esta ciudad de mi infancia y juventud se difumina en mi mente y en mi corazón. Hasta casi tiene uno que pensar por dónde se va a tal sitio, cuando antes mi cabeza era un gps que localizaba y describía todo sin necesidad de estar presente. Los tiempos me van llevando por caminos que hay que dejarse llevar cuando uno no tiene el control total de su vida. Mío es el tiempo, no los lugares.
La mañana no se ha podido desarrollar tal y como pensaba, pues quería pasarme a dejar unos papeles pero, extrañamente, se me ha perdido el principal, con lo que tendré que externalizar la entrega de los mismos. Una oportunidad perdida. Qué se le va a hacer. Claro, que he compensado con creces esta tarea faltante. Hay que aprender a aprovechar las oportunidades.
Esta ciudad de mi infancia y juventud se difumina en mi mente y en mi corazón. Hasta casi tiene uno que pensar por dónde se va a tal sitio, cuando antes mi cabeza era un gps que localizaba y describía todo sin necesidad de estar presente. Los tiempos me van llevando por caminos que hay que dejarse llevar cuando uno no tiene el control total de su vida. Mío es el tiempo, no los lugares.
Esta feo que lo diga...
...pero me he tirado tres cuartos de hora para rellenar un impreso. Y no por la dificultad del mismo, que no tenía ninguna, sino por esos imponderabes tan simpáticos que tiene la informática y que te hacen quedar como un tontolaba.
Bien. El caso es que tengo que presentar una solicitud para rectificar unos datos que di equivocados. Una vez que hallo el impreso en la marabunta de datos de la red, procedo a su rellenado. Total, que si nombre, apellidos, dni y todas las mil quinientas de rigor, hasta que llego a la dirección de mi casa. Al ir a poner número con su abreviatura, nº, el formulario ha petado, con lo que he tenido que empezar de nuevo. Bueno, no pasa nada. Vuelvo a abrir el formulario.
Lo intento, pero no lo consigo. Por lo visto el navegador se queda pillado, por lo que tengo que cerrar la pestaña y localizarlo de nuevo para volver a abrirla. Bien, vamos otra vez a ello. Pero vuelvo a caer en lo mismo.
Repito la faena, pero esta vez me acuerdo. Pero no me acuerdo de que tampoco los acentos son admitidos, por lo que tengo que repetir el proceso de apertura. No una, ni dos, sino tres veces.
Cuando ya me pongo al meollo de al cuestión y recuerdo no poner acentos a pesar de ser un documento oficial de una consejería es la letra ñ la que me traiciona. Con lo que vuelvo a comenzar. Y así otro par de veces más, porque la noche y la cerveza que me he tomado con la cena me confunden.
Total, que tras ímprobos esfuerzos consigo rellenar la solicitud e imprimirla para poder ser presentada mañana. Afortunadamente no se me ha escachifollado la impresora. Si no, me da algo. Directamente.
Bien. El caso es que tengo que presentar una solicitud para rectificar unos datos que di equivocados. Una vez que hallo el impreso en la marabunta de datos de la red, procedo a su rellenado. Total, que si nombre, apellidos, dni y todas las mil quinientas de rigor, hasta que llego a la dirección de mi casa. Al ir a poner número con su abreviatura, nº, el formulario ha petado, con lo que he tenido que empezar de nuevo. Bueno, no pasa nada. Vuelvo a abrir el formulario.
Lo intento, pero no lo consigo. Por lo visto el navegador se queda pillado, por lo que tengo que cerrar la pestaña y localizarlo de nuevo para volver a abrirla. Bien, vamos otra vez a ello. Pero vuelvo a caer en lo mismo.
Repito la faena, pero esta vez me acuerdo. Pero no me acuerdo de que tampoco los acentos son admitidos, por lo que tengo que repetir el proceso de apertura. No una, ni dos, sino tres veces.
Cuando ya me pongo al meollo de al cuestión y recuerdo no poner acentos a pesar de ser un documento oficial de una consejería es la letra ñ la que me traiciona. Con lo que vuelvo a comenzar. Y así otro par de veces más, porque la noche y la cerveza que me he tomado con la cena me confunden.
Total, que tras ímprobos esfuerzos consigo rellenar la solicitud e imprimirla para poder ser presentada mañana. Afortunadamente no se me ha escachifollado la impresora. Si no, me da algo. Directamente.
jueves, 6 de octubre de 2011
Consecuencias lógicas
Ayer mi móvil funcionaba. Hoy ha dejado de funcionar. Será porque algo ha pasado de ayer a hoy.
Enfados
A veces la vida es como un rompeolas. Estás tan a gusto haciendo un castillo de arena y de repente te viene una ola y, sin venir a cuento, te da un bofetón. Es entonces cuando se te queda cara de tonto y te pones a contar hasta 10.
Hoy he hecho un psicoanálisis de andar por casa de mis enfados. He descrito cuatro fases. En la primera pongo cara de tonto y poco a poco me voy enfadando más y mas, adoptando una cierta postura barriobajera de la que me acabo arrepintiendo porque a veces la pagan las personas que no tiene culpa, aunque intento cada vez más enfocar hacia el culpable, aunque a veces no lo consiga. En la segunda fase me pongo a discutir conmigo mismo, bien interior o exteriormente, sobre el objeto del enfado. Esta fase se ve acompañada de apreturas de dientes y miradas de odio intestino, aunque a veces no tienen por qué presentarse estos síntomas. La tercera parte es la fase reflexiva, en la que me pregunto a qué ha venido el revolcón de la orilla, si yo he hecho algo... intento buscar una explicación a lo que realmente no tiene explicación, pero las mentes racionales no pueden vivir sin su ración de por qué diario. Y, por último está la fase de indiferencia, en la que me intento olvidar de la situación y recompongo mi castillo de arena hasta el siguiente susto de las olas de la mar.
Todo esto viene a cuenta de una situación producida hoy en la que se ha dudado de mi trabajo. Estoy bastante lejos de ser perfecto, pero por lo menos intento hacer mi trabajo lo mejor que se, dentro de mis posibilidades. Al igual que muchos de mis compañeros, parte de mi trabajo no se ve directamente. Pero ello no implica que no se haga. Si algo tan complejo como un centro escolar funciona medianamente bien será, desde mi punto de vista, porque todo el mundo hace su trabajo, o al menos gran parte de sus componentes. Y es precisamente esa suma de pequeñas partes lo que hace completar la sumatoria. Hay cosas que se ven y otras que no se ven. Y si la cosa funciona, será porque se cumple con todo.
Yo al menos tengo esa visión. Aunque, claro, supongo que a otros ojos no es más que una pésima forma de justificarme.
Hoy he hecho un psicoanálisis de andar por casa de mis enfados. He descrito cuatro fases. En la primera pongo cara de tonto y poco a poco me voy enfadando más y mas, adoptando una cierta postura barriobajera de la que me acabo arrepintiendo porque a veces la pagan las personas que no tiene culpa, aunque intento cada vez más enfocar hacia el culpable, aunque a veces no lo consiga. En la segunda fase me pongo a discutir conmigo mismo, bien interior o exteriormente, sobre el objeto del enfado. Esta fase se ve acompañada de apreturas de dientes y miradas de odio intestino, aunque a veces no tienen por qué presentarse estos síntomas. La tercera parte es la fase reflexiva, en la que me pregunto a qué ha venido el revolcón de la orilla, si yo he hecho algo... intento buscar una explicación a lo que realmente no tiene explicación, pero las mentes racionales no pueden vivir sin su ración de por qué diario. Y, por último está la fase de indiferencia, en la que me intento olvidar de la situación y recompongo mi castillo de arena hasta el siguiente susto de las olas de la mar.
Todo esto viene a cuenta de una situación producida hoy en la que se ha dudado de mi trabajo. Estoy bastante lejos de ser perfecto, pero por lo menos intento hacer mi trabajo lo mejor que se, dentro de mis posibilidades. Al igual que muchos de mis compañeros, parte de mi trabajo no se ve directamente. Pero ello no implica que no se haga. Si algo tan complejo como un centro escolar funciona medianamente bien será, desde mi punto de vista, porque todo el mundo hace su trabajo, o al menos gran parte de sus componentes. Y es precisamente esa suma de pequeñas partes lo que hace completar la sumatoria. Hay cosas que se ven y otras que no se ven. Y si la cosa funciona, será porque se cumple con todo.
Yo al menos tengo esa visión. Aunque, claro, supongo que a otros ojos no es más que una pésima forma de justificarme.
Lectura y aprendizaje
Se puede aprender mucho de lo que se lee. Y casi más de lo que no se lee. Y mucho más de lo que no se lee y se deduce de lo no leído.
Economías
Si una explicación requiere más de tres frases o es mentira, o sale más económico mentir o mejor dejar el interrogante en el aire.
Rectificaciones
Al final, el cabreo siempre sale por donde menos te lo esperas. Siento haber dudado de mi primo.
Lástima
No hay nada peor que sentir lástima. Tampoco se trata de ir de cabrón por la vida, aunque a veces den ganas, pero hacer las cosas por lástima no es buena opción. Al final, la lástima te envuelve en una red de la que es muy difícil escapar. Una red que cada vez tira de ti hacia abajo y te ata una piedra en los zapatos, hasta que te acaba de hundir.
Muchas cosas hago a veces por lástima, por ser bueno, porque hay algo en mi interior que me empuja a hacerlo. Y, al final, el único perjudicado soy yo, que no hago lo que realmente quiero y me veo supeditado a los intereses de otros.
La lástima adopta una forma sibilina, engañosa, te manipula hasta que quedas a su merced. Te anula. Te acompleja. Hace que te sientas culpable cuando no hay por qué.
Huyamos de la lástima. No se apiadará de nosotros.
Muchas cosas hago a veces por lástima, por ser bueno, porque hay algo en mi interior que me empuja a hacerlo. Y, al final, el único perjudicado soy yo, que no hago lo que realmente quiero y me veo supeditado a los intereses de otros.
La lástima adopta una forma sibilina, engañosa, te manipula hasta que quedas a su merced. Te anula. Te acompleja. Hace que te sientas culpable cuando no hay por qué.
Huyamos de la lástima. No se apiadará de nosotros.
¿Qué mirarán tus ojos? II
Hoy eres rubio de ojos oscuros. Apenas me conoces y ya me sonríes. Soy una cara nueva en tu vida, que apenas verás unos cuántos días mas, pero aun así me miras con atención, como queriendo traspasar mi cara y llegar a mi cabeza. Casi te oigo balbucir en mi cerebro, cuando ni siquiera sabes hablar.
Intentas hacer el mismo ruido que hago yo con la boca. Y lo consigues. Aprendes rápido. Tienes dos buenos aliados. En los brazos de una persona extraña miras alrededor, como preguntando para qué sirve cada cosa de ese extraño mundo al que acabas de llegar y del que pareces el centro.
Por un momento te pones serio. Te fijas en un papel en la desordenada mesa y alargas tu pequeña manita con tus pequeños deditos para cogerlo. Y lo sujetas en la mano, acercándomelo para que lo vea, convirtiendo entonces en efímera la gravedad del gesto de tu cara, regresando a tu estado natural.
Y es entonces cuando me miras, te ríes de nuevo y yo me pregunto: ¿qué mirarán tus ojos?
Intentas hacer el mismo ruido que hago yo con la boca. Y lo consigues. Aprendes rápido. Tienes dos buenos aliados. En los brazos de una persona extraña miras alrededor, como preguntando para qué sirve cada cosa de ese extraño mundo al que acabas de llegar y del que pareces el centro.
Por un momento te pones serio. Te fijas en un papel en la desordenada mesa y alargas tu pequeña manita con tus pequeños deditos para cogerlo. Y lo sujetas en la mano, acercándomelo para que lo vea, convirtiendo entonces en efímera la gravedad del gesto de tu cara, regresando a tu estado natural.
Y es entonces cuando me miras, te ríes de nuevo y yo me pregunto: ¿qué mirarán tus ojos?
Posibilidades II
Un día de estos cojo una escopeta y...
Ps: Ahora que lo pienso, más bien me lo dicen, con la ametralladora apenas voy a sudar. Aunque no me gustaría que me salpicara según qué sangre...
Ps: Ahora que lo pienso, más bien me lo dicen, con la ametralladora apenas voy a sudar. Aunque no me gustaría que me salpicara según qué sangre...
miércoles, 5 de octubre de 2011
Axiomas VI
Dame, Señor, días largos, intensos y, en cierto modo, inútiles. Y déjame que la noche en mi sofá, con lo que ello conlleva, ponga fin a esos días.
Invitaciones
Hoy ha sido un día muy intenso, pues por primera vez he cocinado para otra persona. Bueno, en realidad no era la primera vez, pero sí es la primera que jugaba en casa, quiero decir que cocinaba en casa.
El menú solicitado no ha podido ser más sencillo, un risotto con queso azul, pero también hay que reconocer que es arriesgado, porque el arroz como no se haga bien puede ser un desastre. Pero, afortunadamente, todo ha salido bien.
Lo hemos regado con un vino también relatado en el blog. Y hemos rematado con una tarta de queso que estaba buenísima.
Así que día completo el de hoy. Con evaluaciones y todo.
El menú solicitado no ha podido ser más sencillo, un risotto con queso azul, pero también hay que reconocer que es arriesgado, porque el arroz como no se haga bien puede ser un desastre. Pero, afortunadamente, todo ha salido bien.
Lo hemos regado con un vino también relatado en el blog. Y hemos rematado con una tarta de queso que estaba buenísima.
Así que día completo el de hoy. Con evaluaciones y todo.
martes, 4 de octubre de 2011
Solfeo
Estoy intentando desengancharme de las tablaturas. Cosas de cambiar de profe, que cada maestrillo tiene su librillo. Y me he pasado a las corcheas. Es un cambio radical, pero espero que merezca la pena.
En principio estoy trabajando en los tres primeros trastes. Tengo la escala de do reducida y la de do ampliada y con eso espero quedarme con las notas, practicando una y otra vez, así hasta que se me queden. Quizá deba leer música sencilla, para ir afianzando. Y, luego, quizá dar el salto.
Tengo muchas cosas en la cabeza, inconexas, que poco a poco van convergiendo. Habrá que seguir estudiando. Y he de decir que me sorprendo de mi capacidad de aprender música, que por cierto está siendo bastante autodidacta. Aunque mi nuevo profe es una joya.
Si llego a saber antes que esto da tanta satisfacción...
En principio estoy trabajando en los tres primeros trastes. Tengo la escala de do reducida y la de do ampliada y con eso espero quedarme con las notas, practicando una y otra vez, así hasta que se me queden. Quizá deba leer música sencilla, para ir afianzando. Y, luego, quizá dar el salto.
Tengo muchas cosas en la cabeza, inconexas, que poco a poco van convergiendo. Habrá que seguir estudiando. Y he de decir que me sorprendo de mi capacidad de aprender música, que por cierto está siendo bastante autodidacta. Aunque mi nuevo profe es una joya.
Si llego a saber antes que esto da tanta satisfacción...
Ca-setas
Ambiente de feria en mi pueblo adoptivo que, a fin de cuentas, es ya el mío. Las fiestas patronales se divisan ya en el calendario y se perciben en el material con el que trabajo que, víctima de un cierto paroxismo, dice que no va a venir en nosecuantos días, para gran cabreo mío, que no hay cosa que más odie que levantarme de la cama para nada.
Hoy he ampliado un poco el recorrido, pues he ido a mi semanal clase de guitarra, y he podido comprobar como han surgido, como después de una lluvia, las casetas de la feria, todas más o menos parecidas y en sitios un tanto incrúspidos. Las hay de distintas asociaciones y luego las profesionales, de aquellos señores que van de feria en feria alimentando los sueños de los que la disfrutan hasta que el cuerpo aguante.
Debido a como es uno, yo veo las casetas y me entra tal agobio que me dan ganas de salir corriendo. No por las casetas, que en sí son bastante inofensivas, sino por lo que ellos significan, música a tope, olor a fritanga y gente pegando gritos todo el día. Nunca entenderé por qué tengo que aguantar cosas que no me gustan basándome en los motivos más peregrinos que se pueda uno buscar (como, por ejemplo, "Es que son las fiestas") pero supongo que los seres humanos semos así.
En resumidas cuentas, que ya están puestas las casetas. Que ustedes se lo pasen bien.
Hoy he ampliado un poco el recorrido, pues he ido a mi semanal clase de guitarra, y he podido comprobar como han surgido, como después de una lluvia, las casetas de la feria, todas más o menos parecidas y en sitios un tanto incrúspidos. Las hay de distintas asociaciones y luego las profesionales, de aquellos señores que van de feria en feria alimentando los sueños de los que la disfrutan hasta que el cuerpo aguante.
Debido a como es uno, yo veo las casetas y me entra tal agobio que me dan ganas de salir corriendo. No por las casetas, que en sí son bastante inofensivas, sino por lo que ellos significan, música a tope, olor a fritanga y gente pegando gritos todo el día. Nunca entenderé por qué tengo que aguantar cosas que no me gustan basándome en los motivos más peregrinos que se pueda uno buscar (como, por ejemplo, "Es que son las fiestas") pero supongo que los seres humanos semos así.
En resumidas cuentas, que ya están puestas las casetas. Que ustedes se lo pasen bien.
Cosas que me preocupan
Desde hace un par de días, tengo calientes las orejas. También tengo tortícolis. No sé si hay una relación entre ellas o las orejas rojas se deben a un vino de fabricación casera que me han regalado y cuya ingestión me eleva a horizontes antes desconocidos.
Seguiré investigando.
Seguiré investigando.
Gurú
A veces me encuentro con madres que me preguntan qué hacer son sus hijos, que me piden consejo. Me abruma que me consideren como aconsejador. Como si yo supiera algo de cómo va la vida...
lunes, 3 de octubre de 2011
Ubuntu One
Hoy he decidido, por fin, usar el servicio de archivos en la nube que trae ubuntu. La verdad es que me he acostumbrado tanto a ubuntu que ya windows ni lo cojo. Me da mucha pereza el windows 7, con todo cambiado, así que desde que probé el ubuntu 9.04 no quiero otra cosa.
Hace un par de versiones que habilitaron este servicio. Es una carpetita virtual donde guardas todos los archivos que quieras, hasta un máximo de 5 gb. Teóricamente se guardan en la nube, es decir, en el Internete, y se supone que se pueden recuperar desde donde se quiera. Haré eso en otro ordenador, ver cómo puedo acceder a esos archivos, si se descargan todos o cómo va la cosa. Supongo que se indexarán y se accederá a los que se desee.
No lo usaré como copia de seguridad, porque no me fío de esas cosas, pero por lo menos siempre tendré acceso a archivos que me interesen. Les contaré como va la cosa.
Hace un par de versiones que habilitaron este servicio. Es una carpetita virtual donde guardas todos los archivos que quieras, hasta un máximo de 5 gb. Teóricamente se guardan en la nube, es decir, en el Internete, y se supone que se pueden recuperar desde donde se quiera. Haré eso en otro ordenador, ver cómo puedo acceder a esos archivos, si se descargan todos o cómo va la cosa. Supongo que se indexarán y se accederá a los que se desee.
No lo usaré como copia de seguridad, porque no me fío de esas cosas, pero por lo menos siempre tendré acceso a archivos que me interesen. Les contaré como va la cosa.
Paradojas informáticas
Antes estar en las nubes era estar agilipollao y ahora estar en la nube es lo más.
De lunes
Me duele el cuello. Espero que se vaya con el mismo clic con el que vino
o-o-o-o-o
Las pruebas iniciales son una chorrada.
o-o-o-o-o
El subconsciente, ese pequeño gran hijoputa.
o-o-o-o-o
Las pruebas iniciales son una chorrada.
o-o-o-o-o
El subconsciente, ese pequeño gran hijoputa.
domingo, 2 de octubre de 2011
Aún no te conozco...
...pero ya veo todo lo que necesito. Siempre he sido así. Las ilusiones me invaden durante un tiempo, peor luego la realidad se encarga de deformarla, de romper todo lo creado por mi mente. Por eso ya voy aprendiendo a ser cauteloso, apático, huraño. Hay que defenderse como sea.
Pienso en cómo sería todo. De tantas veces, lo tengo tan trillado que ya me sale solo. Me doy lástima, en cierto sentido, pero es lo que hay. Aunque creo que ya es mi turno, creo que ya estoy preparado, que por fin ha llegado mi momento. Aunque eso nunca lo sabré realmente.
Creo que me merezco una oportunidad de ser feliz, o al menos de querer ser feliz, puesto que se abre una puerta a lo desconocido, aunque siempre soñado. Y quizá de tan anhelado se convierta en un chasco. Pero eso no lo sabré hasta que pase. Habrá que superar miedos y presiones. Quizá para nada, quizá para todo.
Ya queda menos. Para lo que sea. Por una vez, me gustaría dejarme llevar.
Pienso en cómo sería todo. De tantas veces, lo tengo tan trillado que ya me sale solo. Me doy lástima, en cierto sentido, pero es lo que hay. Aunque creo que ya es mi turno, creo que ya estoy preparado, que por fin ha llegado mi momento. Aunque eso nunca lo sabré realmente.
Creo que me merezco una oportunidad de ser feliz, o al menos de querer ser feliz, puesto que se abre una puerta a lo desconocido, aunque siempre soñado. Y quizá de tan anhelado se convierta en un chasco. Pero eso no lo sabré hasta que pase. Habrá que superar miedos y presiones. Quizá para nada, quizá para todo.
Ya queda menos. Para lo que sea. Por una vez, me gustaría dejarme llevar.
Postsendero II
Acabo de subir una cuesta. Hace sol y calor, ese calor de mes de octubre que se resiste a irse. La gente habla en animados corros de distintos temas. Pero, por un momento, me dedico a escuchar.
Escucho mis pasos sobre la tierra dura, escucho cómo cada grano de arena del camino se levanta, revolotea un poco, y se vuelve a posar sobre la tierra, en un sitio tan alejado de pensar que se sienten escalofríos al comprobarlo. Escucho las conversaciones de los demás, hablando de sus cosas de cada día, de cómo intentan sacarle algo de humor a las situaciones cotidianas que no siempre son tan humorísticas como parece. Escucho que todo llega, aunque no siempre me lo creo. Escucho los rayos de sol, colándose por entre las hojas de los pocos árboles que nos cruzamos al principio, intentando tostar mi blanca piel, recordándome otras épocas más amables donde mi piel se teñía al finalizar septiembre.
Y, entre tantas cosas que escucho, mis oídos se cierran para oírme a mi mismo, cogiendo con cada dedo gordo el asa de la mochila, balanceándola de un lado a otro, mientras pongo cara de gravedad y mis pies siguen andando los pasos que nos quedan hasta acabar, sin mirar nunca atrás, alegrándome de nuevo por un domingo bien empleado.
Escucho mis pasos sobre la tierra dura, escucho cómo cada grano de arena del camino se levanta, revolotea un poco, y se vuelve a posar sobre la tierra, en un sitio tan alejado de pensar que se sienten escalofríos al comprobarlo. Escucho las conversaciones de los demás, hablando de sus cosas de cada día, de cómo intentan sacarle algo de humor a las situaciones cotidianas que no siempre son tan humorísticas como parece. Escucho que todo llega, aunque no siempre me lo creo. Escucho los rayos de sol, colándose por entre las hojas de los pocos árboles que nos cruzamos al principio, intentando tostar mi blanca piel, recordándome otras épocas más amables donde mi piel se teñía al finalizar septiembre.
Y, entre tantas cosas que escucho, mis oídos se cierran para oírme a mi mismo, cogiendo con cada dedo gordo el asa de la mochila, balanceándola de un lado a otro, mientras pongo cara de gravedad y mis pies siguen andando los pasos que nos quedan hasta acabar, sin mirar nunca atrás, alegrándome de nuevo por un domingo bien empleado.
Postsendero
Hoy hemos dado por inaugurada la temporada de senderos. Mis piernas y muslos así lo atestiguan, tan solo me falta que venga alguien a certificarlo como zona catastrófica. Y la cabeza, para colmo, me duele un poco, con lo que podría decirse que estoy hecho un cromo. Es más, tengo la ligera sensación de que soy un cromo repetido.
Alegra pasar un día de campo en buena compañía, hablando con unos y con otros. Conocidos de siempre, de vista o compañeros ocasionales de charla trascendente. Subiendo cuestas pensando qué puñetas hacemos hacemos levantándonos un domingo a las ocho, a veces antes, con lo a gusto que se estaría en la cama hasta las tantas. Pero los humanos somos ansí.
Hoy ha tocado el primer sendero. De los muchos, y buenos, que vendrán.
Alegra pasar un día de campo en buena compañía, hablando con unos y con otros. Conocidos de siempre, de vista o compañeros ocasionales de charla trascendente. Subiendo cuestas pensando qué puñetas hacemos hacemos levantándonos un domingo a las ocho, a veces antes, con lo a gusto que se estaría en la cama hasta las tantas. Pero los humanos somos ansí.
Hoy ha tocado el primer sendero. De los muchos, y buenos, que vendrán.
Burbujas
Están dentro de la botella. Tiene un color rojo burdeos, como de un vino a medio hacer, cuando el azúcar de la uva se transforma en el alcohol que llenará las reuniones familiares en la alegría del reencuentro.
El enólogo me da a probar el líquido a medio fermentar en un curioso recipiente, una probeta donde a un vino vecino se le mide la densidad. Lo pruebo y me recuerda a un lambrusco suave. Es como un torrente de gas en mi boca, pero en su justa medida, con un sabor muy suave y poco alcohol, que es como me gustan a mí las bebidas.
Me ofrecen una botella. Y allí las veo. Burbujas que nacen desde lo más hondo de la botella de plástico, que van ascendiendo por los bordes de la misma hacia arriba, donde se juntan millones de ellas, formando una capa de color naranja suave. Y, de ahí, al cielo azul del tapón, que las deja salir lentamente a la atmósfera, pasando por mis manos preñadas del azúcar de las uvas que he cogido hace un rato.
Llego a casa y sigo celosamente las instrucciones de conservación. Al frío y con el cielo a medio tapar. Las burbujas han desaparecido. Ya han cumplido con su función. Tan sólo queda disfrutar de su trabajo. Gracias.
El enólogo me da a probar el líquido a medio fermentar en un curioso recipiente, una probeta donde a un vino vecino se le mide la densidad. Lo pruebo y me recuerda a un lambrusco suave. Es como un torrente de gas en mi boca, pero en su justa medida, con un sabor muy suave y poco alcohol, que es como me gustan a mí las bebidas.
Me ofrecen una botella. Y allí las veo. Burbujas que nacen desde lo más hondo de la botella de plástico, que van ascendiendo por los bordes de la misma hacia arriba, donde se juntan millones de ellas, formando una capa de color naranja suave. Y, de ahí, al cielo azul del tapón, que las deja salir lentamente a la atmósfera, pasando por mis manos preñadas del azúcar de las uvas que he cogido hace un rato.
Llego a casa y sigo celosamente las instrucciones de conservación. Al frío y con el cielo a medio tapar. Las burbujas han desaparecido. Ya han cumplido con su función. Tan sólo queda disfrutar de su trabajo. Gracias.
Canciones
Llegué a casa como cada día, tras el trabajo y pasar por el supermercado para comprar la misma cena fría de cada noche. Subí la escalera revisando las facturas de rigor. Abrí la puerta y entré en casa. Dejé la cena en la mesa de la cocina. Me desnudé, puse la radio y entré en la ducha.
Al rato, tras el ruido del agua cayendo, advertí una combinación de notas que me resultaba familiar. Cerré el grifo y a mis oídos llegó aquella canción que sonaba cuando tú y yo, solos aquella noche en el salón de casa, bailábamos a la luz de las velas tras la cena en la hablamos solo con nuestras miradas, pues estábamos demasiado nerviosos para emplear palabras. Aún recuerdo mi mano rodeando tu cintura, tus manos sujetando dulcemente mi cuello y aquel beso que nos dimos con el que conseguimos parar el tiempo. Al menos nuestro alrededor.
Hoy tan solo me quedan esas pocas notas para recordarte y dos velas a medio consumir en un cajón de la cocina, que contiene aquél momento de nuestras vidas. La canción acaba y apenas me quedan fuerzas para abrir el grifo y seguir con mi ducha. Me invaden los recuerdos. No puedo luchar contra ellos.
Al rato, tras el ruido del agua cayendo, advertí una combinación de notas que me resultaba familiar. Cerré el grifo y a mis oídos llegó aquella canción que sonaba cuando tú y yo, solos aquella noche en el salón de casa, bailábamos a la luz de las velas tras la cena en la hablamos solo con nuestras miradas, pues estábamos demasiado nerviosos para emplear palabras. Aún recuerdo mi mano rodeando tu cintura, tus manos sujetando dulcemente mi cuello y aquel beso que nos dimos con el que conseguimos parar el tiempo. Al menos nuestro alrededor.
Hoy tan solo me quedan esas pocas notas para recordarte y dos velas a medio consumir en un cajón de la cocina, que contiene aquél momento de nuestras vidas. La canción acaba y apenas me quedan fuerzas para abrir el grifo y seguir con mi ducha. Me invaden los recuerdos. No puedo luchar contra ellos.
sábado, 1 de octubre de 2011
Ropa blanca, corcheas y cintas de video.
Este fin de semana tocan labores domésticas y estudiar. Mi profe de guitarra es tan exigente como educado y lo de las tablaturas no le convence, con lo que de camino estoy aprendiendo algo de solfeo. Mejor, así mato dos pájaros de un tiro.
Así que después de mi desayuno de los sábados y el tradicional cambio de la ropa clara y posterior proceso lavadoril, me he puesto a ello con la mazurca, que no mazorca.
La primera parte es lo que tenía encomendado para la semana que viene. Para la tarde dejaré las escalas y la situación de las notas en el mástil. El caso es que tenía una parte clara y la otra que no recordaba bien, puesto que una nueva pieza siempre supone una especie de trauma de choque hasta que en casa me pongo con ella.
Al principio de una pieza mis dedos siempre están torpes, pero la cosa suele ir mejorando. Pero si mis dedos no saben el camino ni siquiera pueden ser torpes, así que han tenido que buscar ayuda extra. Y he tirado de Tux Guitar, el hermano gratuito del Guitar Pro.
He ido poniendo las notas con la misma estructura que en la partitura y al final he obtenido las posiciones deseadas. Es curioso pero las notas me las unía por encima y en el pentagrama aparecían unidas por abajo, supongo que no indicará nada, pero por si caso lo preguntaré. Lo que dan de sí siete notas.
El caso es que al tocarla me resultaba raro, con lo que he tenido que recurrir de nuevo a un ayudante cibernético, concretamente a este. Lo primero que he hecho ha sido deprimirme por la velocidad de interpretación, y posteriormente fijarme en el fondo azul con el enchufe a la derecha. Prefiero la mesa camilla de "El Niño del Polinomio"
Pero me ha servido para coger la melodía, con lo que he podido acabar de estudiarme la parte que me había mandado mi profesor. Ahora sólo me queda practicar un poco, e intentar verme algo de la segunda parte.
Y no ponerme nervioso cuando mi profesor me pida que toque la pieza en cuestión.
Así que después de mi desayuno de los sábados y el tradicional cambio de la ropa clara y posterior proceso lavadoril, me he puesto a ello con la mazurca, que no mazorca.
La primera parte es lo que tenía encomendado para la semana que viene. Para la tarde dejaré las escalas y la situación de las notas en el mástil. El caso es que tenía una parte clara y la otra que no recordaba bien, puesto que una nueva pieza siempre supone una especie de trauma de choque hasta que en casa me pongo con ella.
Al principio de una pieza mis dedos siempre están torpes, pero la cosa suele ir mejorando. Pero si mis dedos no saben el camino ni siquiera pueden ser torpes, así que han tenido que buscar ayuda extra. Y he tirado de Tux Guitar, el hermano gratuito del Guitar Pro.
He ido poniendo las notas con la misma estructura que en la partitura y al final he obtenido las posiciones deseadas. Es curioso pero las notas me las unía por encima y en el pentagrama aparecían unidas por abajo, supongo que no indicará nada, pero por si caso lo preguntaré. Lo que dan de sí siete notas.
El caso es que al tocarla me resultaba raro, con lo que he tenido que recurrir de nuevo a un ayudante cibernético, concretamente a este. Lo primero que he hecho ha sido deprimirme por la velocidad de interpretación, y posteriormente fijarme en el fondo azul con el enchufe a la derecha. Prefiero la mesa camilla de "El Niño del Polinomio"
Pero me ha servido para coger la melodía, con lo que he podido acabar de estudiarme la parte que me había mandado mi profesor. Ahora sólo me queda practicar un poco, e intentar verme algo de la segunda parte.
Y no ponerme nervioso cuando mi profesor me pida que toque la pieza en cuestión.
Cocinar el sábado
No sabía que fuera tan placentero picar tan finita la cebolla.
o-o-o-o-o
Me he pasado con la cocción de la pasta.
o-o-o-o-o
Se me olvidó el queso rallado. Improvisemos pues.
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