Partido de fútbol en el piso de abajo. Piden roja directa. Y yo me planteo las siguientes:
a. Los tabiques se hacen más finos con el tiempo.
b. Mi oído se hace más fino con el tiempo.
c. Paso mucho tiempo en casa.
jueves, 31 de enero de 2013
Proyectos
El diario de un coordinador TIC, gracias a la sugerencia de mi profe de guitarra. Quizá debería ser una parte de un libro más amplio, en el que narre las carreras cotidianas para llegar a ningún sitio.
miércoles, 30 de enero de 2013
Run, baby, run
Desde la semana hospitalaria, aunque lo fuera muy poco, ando acelerado. Al volver al otro trabajo las cosas parecía que habían dejado de funcionar. Ahora se han puesto de moda los cables rotos o rebeldes, que no parecen dispuestos a colaborar. Unos, porque están en el cielo de los cables. Otros, porque están cableados.
El caso es que a la fiesta se han unido dos discos duros y un tercero que no acaban de creerse que esté roto. Y ahí estoy, dando más vueltas que un tonto haciendo un trabajo para el que no estoy suficientemente preparado y que me impide atender lo realmente importante.
Y allá que voy, corriendo de un lado a otro. Y lo peor es que no se muy bien para qué. Y casi mejor que no me pare a pensarlo.
martes, 29 de enero de 2013
Profesiones del futuro, con futuro
Yo, de mayor, quiero ser el que programa las imágenes para saber si eres o no un robot.
Martes tarde
Tarde de intendencia. Ha sido un poco extraña, porque cuando voy a comprar, o mejor dicho, satisfacer mis necesidades de consumo, espero volver colmado, con bolsas y bolsas. Pero, al final, hoy ha sido una compra exigua para mi gusto. Aunque lo peor es que el coste no ha sido pequeño. Cosas del IPC.
Que rabia me da ir a un sitio a comprar y que no haya nada de lo que busco. Es una cosa que me produce cierta desazón y ansiedad y me hace pulular por los pasillos del súper, perdido, sin rumbo, y en el lodo. Y así me he vuelto yo. Sin el pescado que quería. Y sin puerros. Esta tarde parecía Colón, pero buscando no las Indias, sino los puerros.
Por lo menos mi nevera ha quedado razonablemente llena. A ver si consigo que aguante.
Que rabia me da ir a un sitio a comprar y que no haya nada de lo que busco. Es una cosa que me produce cierta desazón y ansiedad y me hace pulular por los pasillos del súper, perdido, sin rumbo, y en el lodo. Y así me he vuelto yo. Sin el pescado que quería. Y sin puerros. Esta tarde parecía Colón, pero buscando no las Indias, sino los puerros.
Por lo menos mi nevera ha quedado razonablemente llena. A ver si consigo que aguante.
Micro-ticoti
Cerrar el microodas. Ponerlo en marcha. Cerrar la puerta de la cocina. Encerrarse en el dormitorio. Meterse en la cama. Taparse todo. Esperar a que escampe el aceite. Proceder a la inversa.
lunes, 28 de enero de 2013
Lunes sorpresa
Tarde de Sexo en Nueva York, salvo que no ha sido en Nueva York, sino en Almería, que es mejor. Más que nada porque pilla más cerca.
No obstante, seguimos sin saber lo que es una buena práctica, lo que es innovar y, si me apuran y a título personal, lo que es una competencia. La idea es la deconstrucción del lenguaje. Se toma una palabra con significado y, a fuerza de repetirla en muchos ámbitos distintos y muchas veces, se la vacía de contenido para que no signifique nada. Y la palabra queda convertida en un concepto político, que sirve para demostrar que el que tiene razón soy yo y no el otro. Y, mientras, pues las cosas siguen como siguen y sin posibilidad de arreglo.
Porque, ¿para qué?
No obstante, seguimos sin saber lo que es una buena práctica, lo que es innovar y, si me apuran y a título personal, lo que es una competencia. La idea es la deconstrucción del lenguaje. Se toma una palabra con significado y, a fuerza de repetirla en muchos ámbitos distintos y muchas veces, se la vacía de contenido para que no signifique nada. Y la palabra queda convertida en un concepto político, que sirve para demostrar que el que tiene razón soy yo y no el otro. Y, mientras, pues las cosas siguen como siguen y sin posibilidad de arreglo.
Porque, ¿para qué?
Loterías y apuestas
En el sorteo de la vida, esta tarde me ha tocado un viaje a Almería.
En contraprestación, creo que hoy voy a almorzar un potaje de habichuelas.
En contraprestación, creo que hoy voy a almorzar un potaje de habichuelas.
domingo, 27 de enero de 2013
Lapso
Conversaciones de coche. Cuestiones que están ahí y que no sé cómo abordar. Tanto buscar el punto medio al final se acaba uno alejando de todas partes.
Un mes largo después, conversación agradable tras la tertulia sobre las TIC. Caras presentes y pasada. Y, a fin de cuentas, las cosas no son tan distintas a pesar de estar vividas en cuerpos distintos. Pareciera que todas las vidas son paralelas y pasan un bache, que se prolonga mucho o poco dependiendo del caso que se quiera hacer uno o de lo que uno se quiera autoexigir. La música como hilo conductor.
Paseo por el enemigo, que no rival. Un edificio tan distinto de lo conocido que me atrae pero atemoriza a la vez. Me pregunto como serán las cosas aquí. Y saco algunas ideas aplicables, que a ver que tal se trasladan.
Me voy al super. El coche me hace un extraño al arrancar, pero llego sano a mi destino. Compro cuatro cosas y me dejo seis mil cucas. Puto euro. Al volver a casa veo que las tardes, sobre las ocho, ya tienen azules de diversos tonos, clareándose hacia el oeste. Acaso una estrella en el cielo. Y empiezo a preguntarme, en esta noche incipiente, qué hago aquí.
Un mes largo después, conversación agradable tras la tertulia sobre las TIC. Caras presentes y pasada. Y, a fin de cuentas, las cosas no son tan distintas a pesar de estar vividas en cuerpos distintos. Pareciera que todas las vidas son paralelas y pasan un bache, que se prolonga mucho o poco dependiendo del caso que se quiera hacer uno o de lo que uno se quiera autoexigir. La música como hilo conductor.
Paseo por el enemigo, que no rival. Un edificio tan distinto de lo conocido que me atrae pero atemoriza a la vez. Me pregunto como serán las cosas aquí. Y saco algunas ideas aplicables, que a ver que tal se trasladan.
Me voy al super. El coche me hace un extraño al arrancar, pero llego sano a mi destino. Compro cuatro cosas y me dejo seis mil cucas. Puto euro. Al volver a casa veo que las tardes, sobre las ocho, ya tienen azules de diversos tonos, clareándose hacia el oeste. Acaso una estrella en el cielo. Y empiezo a preguntarme, en esta noche incipiente, qué hago aquí.
Gasolineras
Hoy, en el viaje de vuelta (o de ida, que nunca se sabe) he echado gasolina.
Siempre suelo repostar en el mismo sitio. Quizá es por si un día me quedo sin dinero o la tarjeta no funciona me digan aquello de "No te preocupes, que te conozco" y pueda seguir camino a casa y no al cuartelillo. Hoy había un inusual trasiego, pero poca gente dando sentido a la estación de servicio.
Justo antes de mi, se ha parado un cuatro por cuatro de esos de altísimo estanding. Se ha quedado en una posición un tanto extraña y para entrar a mi surtidor habitual (porque no solo reposto en la misma gasolinera sino también en el mismo surtidor) he tenido que hacer una pequeña pirula. El caso es que luego, sin razón aparente, se ha ido pitando. Extrañísimo.
Si hay algo que democratiza al ser humano es pasar por la gasolinera. Coches de distinta condición se reúnen en ellas, desde mi humilde coche hasta los de más alta cuna. Es más o menos lo que ha sucedido hoy. Cuando me disponía a llenar el depósito he reparado en que en el de al lado se había parado un Audi, color cereza, de tres puertas. De él se han bajado un par de Borjamaris y Pocholos cualesquiera, con quemado de sierra, por supuesto. Mientras yo me acercaba por la manguera, la otra, ellos miraban alrededor como recién descendidos de una nave espacial. Ahora, en la práctica mayoría de gasolineras salvo en las de pueblo, te tienes que servir tu. Y este par de dos no estaban muy por la labor. Cuando iba a ofrecerme a cambio de una pequeña propina, altruista que es uno, veo que toman el camino de la tienda. Uno de ellos vestía gorro gris ceniza y unos pantalones butano chillón que creo firmemente que algún desgarro de retina habrán provocado. Y se han pedido un café, dejando el coche delante del surtidor. Y, el que venga detrás, que se joa.
Pero la alegría me la he llevado al pagar. Hace unos días, y traicionando mis principios, estuve en otra gasolinera. El chaval fue muy amable y me ofreció miles de tarjetas de fidelización, que a la larga se convierte en esclavitud. Y, entre ellas, una que me descuenta no se cuánto en el carburante. Hoy el descuento ha ascendido a la astronómica cantidad de 38 céntimos de euro. Así que he mirado a la barra donde estaban mis vecinos de surtidor y les he dirigido una mirada de superioridad. La semana que viene seré yo quien aparque el Audi y se tome un café. Pero descafeinado, que si no luego no duermo.
Siempre suelo repostar en el mismo sitio. Quizá es por si un día me quedo sin dinero o la tarjeta no funciona me digan aquello de "No te preocupes, que te conozco" y pueda seguir camino a casa y no al cuartelillo. Hoy había un inusual trasiego, pero poca gente dando sentido a la estación de servicio.
Justo antes de mi, se ha parado un cuatro por cuatro de esos de altísimo estanding. Se ha quedado en una posición un tanto extraña y para entrar a mi surtidor habitual (porque no solo reposto en la misma gasolinera sino también en el mismo surtidor) he tenido que hacer una pequeña pirula. El caso es que luego, sin razón aparente, se ha ido pitando. Extrañísimo.
Si hay algo que democratiza al ser humano es pasar por la gasolinera. Coches de distinta condición se reúnen en ellas, desde mi humilde coche hasta los de más alta cuna. Es más o menos lo que ha sucedido hoy. Cuando me disponía a llenar el depósito he reparado en que en el de al lado se había parado un Audi, color cereza, de tres puertas. De él se han bajado un par de Borjamaris y Pocholos cualesquiera, con quemado de sierra, por supuesto. Mientras yo me acercaba por la manguera, la otra, ellos miraban alrededor como recién descendidos de una nave espacial. Ahora, en la práctica mayoría de gasolineras salvo en las de pueblo, te tienes que servir tu. Y este par de dos no estaban muy por la labor. Cuando iba a ofrecerme a cambio de una pequeña propina, altruista que es uno, veo que toman el camino de la tienda. Uno de ellos vestía gorro gris ceniza y unos pantalones butano chillón que creo firmemente que algún desgarro de retina habrán provocado. Y se han pedido un café, dejando el coche delante del surtidor. Y, el que venga detrás, que se joa.
Pero la alegría me la he llevado al pagar. Hace unos días, y traicionando mis principios, estuve en otra gasolinera. El chaval fue muy amable y me ofreció miles de tarjetas de fidelización, que a la larga se convierte en esclavitud. Y, entre ellas, una que me descuenta no se cuánto en el carburante. Hoy el descuento ha ascendido a la astronómica cantidad de 38 céntimos de euro. Así que he mirado a la barra donde estaban mis vecinos de surtidor y les he dirigido una mirada de superioridad. La semana que viene seré yo quien aparque el Audi y se tome un café. Pero descafeinado, que si no luego no duermo.
sábado, 26 de enero de 2013
Demodé
Mi guitarra no se oye bien. La pobre está muy vieja. De hecho, si hacemos caso a la etiqueta, data del año 1967. Un papel en la quinta cuerda evita que cerdee. Lo puse como algo provisional, pero ya se ha incorporado a ella de forma que es casi un signo de distinción.
Una guitarra que es mayor que uno debe ser tocada con respeto y si no suena bien la culpa será de mis torpes dedos. Hay que conservarla como se merece, dentro de un estuche que la mantenga protegida. Y tiene que ser así, pues viaja mucho.
Alguna vez he pensado en cambiarla, por otra más dócil y nueva, pero no sé si sabría acostumbrarme a ella. Y si mi guitarra me lo perdonaría cuando volviera a ella. Pero su sonido, a mi pesar, me cautiva. Llena el aire de la habitación donde estoy y me consuela. Ahora que empiezo a soltarme un poquito, dejarla sería una traición.
o-o-o-o-o
Hoy he ido a echar mano de mis móviles y estaban descargados. Tiene guasap que teniendo miles de móviles tenga que pedir uno en préstamo por tenerlos fuera de juego. Uno, descargado. El otro, con mucha hambre. Y, los demás, lejos, en el pueblo. Al volver, el presunto hambriento estaba a tope de carga. No lo entiendo. Supongo que es la edad. Ya tiene sus dos años largos y eso, para un móvil obsolescente, supone que debe ser juzgado y premiado con el cielo o castigado con el infierno. Decidí tajantemente, todo lo tajante que puedo ser, claro, ir esta tarde y comprarme otro, de esos con aplicaciones, cámaras y androides y que, sinceramente, apenas usaría para llamar. Porque, no se si por suerte o desgracia, ni llamo a nadie ni nadie me llama. Pero para presumir sí que vale. Pero a la hora de salir, el brasero y la guitarra se han aliado para dejarme en donde tenía que estar, con los acordes de Yesterday.
Sinceramente, tengo que reconocer que me da pena cambiar de móvil. Todas las mañanas me despierta, siempre que no se me olvide programar la alarma, me pone música y hace fotos que luego subo al blog. Y, por supuesto, redacto entradas cuando estoy lejos de un ordenador. Y de un volante. Muchas veces ha subido conmigo a andar la cuesta de ese pueblo. Y me ha dado buenas noticias. Y alguna mala también. Y hasta me ha defendido del pecado.
¿Qué mas se puede pedir?
Una guitarra que es mayor que uno debe ser tocada con respeto y si no suena bien la culpa será de mis torpes dedos. Hay que conservarla como se merece, dentro de un estuche que la mantenga protegida. Y tiene que ser así, pues viaja mucho.
Alguna vez he pensado en cambiarla, por otra más dócil y nueva, pero no sé si sabría acostumbrarme a ella. Y si mi guitarra me lo perdonaría cuando volviera a ella. Pero su sonido, a mi pesar, me cautiva. Llena el aire de la habitación donde estoy y me consuela. Ahora que empiezo a soltarme un poquito, dejarla sería una traición.
o-o-o-o-o
Hoy he ido a echar mano de mis móviles y estaban descargados. Tiene guasap que teniendo miles de móviles tenga que pedir uno en préstamo por tenerlos fuera de juego. Uno, descargado. El otro, con mucha hambre. Y, los demás, lejos, en el pueblo. Al volver, el presunto hambriento estaba a tope de carga. No lo entiendo. Supongo que es la edad. Ya tiene sus dos años largos y eso, para un móvil obsolescente, supone que debe ser juzgado y premiado con el cielo o castigado con el infierno. Decidí tajantemente, todo lo tajante que puedo ser, claro, ir esta tarde y comprarme otro, de esos con aplicaciones, cámaras y androides y que, sinceramente, apenas usaría para llamar. Porque, no se si por suerte o desgracia, ni llamo a nadie ni nadie me llama. Pero para presumir sí que vale. Pero a la hora de salir, el brasero y la guitarra se han aliado para dejarme en donde tenía que estar, con los acordes de Yesterday.
Sinceramente, tengo que reconocer que me da pena cambiar de móvil. Todas las mañanas me despierta, siempre que no se me olvide programar la alarma, me pone música y hace fotos que luego subo al blog. Y, por supuesto, redacto entradas cuando estoy lejos de un ordenador. Y de un volante. Muchas veces ha subido conmigo a andar la cuesta de ese pueblo. Y me ha dado buenas noticias. Y alguna mala también. Y hasta me ha defendido del pecado.
¿Qué mas se puede pedir?
Imagen privada
Afortunadamente, algunas situaciones no tengo la suerte de vivirlas, pero sí que me las cuentan. Luego, uno se las imagina, dependiendo de lo benévolo que quiera ser. Consigo mismo, claro.
viernes, 25 de enero de 2013
jueves, 24 de enero de 2013
Redundancias
El viento se podía ir a...tomar viento.
PD: Me se rompen los melasudómetros. Jesús, qué desgracia.
PD: Me se rompen los melasudómetros. Jesús, qué desgracia.
miércoles, 23 de enero de 2013
Doce
Esto ya no es una hospitalización, es un culebrón venezolano. Pero con todos sus ingredientes.
Menos mal que ya acabó.
Menos mal que ya acabó.
Y lo peor es que me da cosa hablar en público...
... menos mal que para mi trabajo no lo necesito.
o-o-o-o-o
No conozco fenómeno atmosférico más incómodo que el viento. Sin tener en cuenta momentos de transporte, claro.
o-o-o-o-o
Tarde de celebraciones. Tres. Y seguidas. Emoción.
o-o-o-o-o
Tengo que reconocer que mi materia prima, para lo que quiere, se las pinta sola. Tan pequeños y ya conocen aquello de que "el que no llora no mama" y "el no ya lo tienes". Ahora bien, no le pidan otras cosas, que tampoco es plan de hacer lo que se debe, sino lo que se quiere.
Me he sacado un relato para darme pisto y al final ni me he leído el título. Dichoso protagonismo no deseado...
martes, 22 de enero de 2013
Seguimos implementando
Nuevos hallazgos después de que ayer mi maestro y yo decidiéramos implementar un aparato para la medida del interés del alumno medio español.
Hoy, tras largas deliberaciones, hemos decidido llamar a la magnitud melasudiez, y se medirá en melasudios. Aún no hemos establecido relaciones entre las demás magnitudes del Sistema Internacional, pero creemos que será una magnitud fundamental, al igual que el tiempo o la distancia.
Todavía queda por decidir si los melasudios pueden ser negativos. Sospechamos que la melasudiez puede llegar a infinito, pero todavía no hemos podido constatarlo. Afortunadamente, desde la casa ACME se nos está ya preparando un prototipo de aparato medidor que esperamos recibir en breve.
Si están interesados en colaborar, pueden hacerlo aquí mismo o en auto/ficción..
Hoy, tras largas deliberaciones, hemos decidido llamar a la magnitud melasudiez, y se medirá en melasudios. Aún no hemos establecido relaciones entre las demás magnitudes del Sistema Internacional, pero creemos que será una magnitud fundamental, al igual que el tiempo o la distancia.
Todavía queda por decidir si los melasudios pueden ser negativos. Sospechamos que la melasudiez puede llegar a infinito, pero todavía no hemos podido constatarlo. Afortunadamente, desde la casa ACME se nos está ya preparando un prototipo de aparato medidor que esperamos recibir en breve.
Si están interesados en colaborar, pueden hacerlo aquí mismo o en auto/ficción..
lunes, 21 de enero de 2013
Y que febrero pase de largo
Lunes de vuelta. Se me va a hacer raro este mes de enero, con semana de paréntesis incluida.
Los paréntesis a veces son agradables y, a veces, obligados. Incluso esas dos condiciones se cumplen a la vez. No está mal salir de la rutina por placer y recordar otros tiempos. Como cuando volvía a casa de la facultad, por aquellas calles que entonces eran una cárcel y ahora son extrañas, pues son otros lugares los que me retienen. Siempre atareado, con la cabeza pensando en el futuro, más o menos alejado, pero nunca en el instante presente. Haciendo planes que nunca se cumplen.
Hoy he vuelto a la normalidad, aunque la cabeza no la tenga del todo junto al resto de mi cuerpo. Esperemos que pronto vuelva con él.
Los paréntesis a veces son agradables y, a veces, obligados. Incluso esas dos condiciones se cumplen a la vez. No está mal salir de la rutina por placer y recordar otros tiempos. Como cuando volvía a casa de la facultad, por aquellas calles que entonces eran una cárcel y ahora son extrañas, pues son otros lugares los que me retienen. Siempre atareado, con la cabeza pensando en el futuro, más o menos alejado, pero nunca en el instante presente. Haciendo planes que nunca se cumplen.
Hoy he vuelto a la normalidad, aunque la cabeza no la tenga del todo junto al resto de mi cuerpo. Esperemos que pronto vuelva con él.
domingo, 20 de enero de 2013
El Distribuidor Norte
La historia que les voy a contar a continuación, fueraparte de ser verídica y haber ocurrido, pienso que debería inscribirse como uno de los momentos épicos de la Historia de la Humanidad, dejando a Marco Polo y a Ulises a la altura del betún.
Hoy, tras una semana de hospital, tocaba volver a casa. He dejado a mi hermana, que toma el relevo, en la puerta del mismo y me he encaminado hacia mi pueblo. El caso es que tenía que dar un poco de vuelta para tomar mi salida de la autovía habitual, así que he decidido innovar, que para eso soy coordinador TIC. Recordé que hace no mucho inauguraron una carretera denominada "Distribuidor Norte", que iba a ser como la venida del Reino de los Cielos en su versión de cuatro ruedas, pues aliviaría el tráfico entre no se qué puntos y permitiría un acceso más rápido a la A-92 desde la zona norte de Granada. Total, que super contento me dirijo yo al arranque de la citada carretera y la tomo como si nunca lo hubieran hecho. La curva, no la carretera.
Tras unos primeros metros ya conocidos, doy la rotonda y, obedientemente, me dirijo hacia el cartel que pone "A-92 Guadix Almería" en sendas líneas sobre fondo azul. Al principio, admiro la carretera todo lo que me permite la oscura y lluviosa tarde. Ancha, dos carriles con un tercero para bus, taxi y senderistas, mediana con su murillo de cemento... pero la alegría dura poco en casa del pobre, o mejor dicho en la carretera del pobre, pues me encuentro con una señal que me corta la ilusión, pues no puedo pasar de 70 km/h. Un tanto cariacontecido sigo admirando la carretera, observando la ley y el velocímetro. Pero, una vez regulada la velocidad, de nuevo una señal me limita la velocidad a 50 km/h, otra me avisa de una rotonda y una tercera me dice que no pase de 30 km/h.
Un tanto sorprendido por la cortitud del viaje veo que, enfrente de la rotonda, hay una urbanización. A la derecha si quiero ir a Granada de vuelta, que no es el caso, y a la izquierda para la A-92. A pesar de que Andalucía sea imparable la carretera se ha acabado en una rotonda y pasa de una magnifica pseudoautovía a una carretera de las de toda la vida y encima dependiente de la Diputación, que es como el eslabón perdido en lo que respecta a importancia de carreteras. Cariacontecido, sigo las señales y, de repente, me veo inmerso en un pueblo. Lamentablemente, no tengo ni la más remota idea de en qué lugar estoy, hasta que me encuentro con la sede de un partido político que me informa de que estoy en Jun, el pueblo 2.0 por excelencia.
Una vez localizado el pueblo y convencido de que la autovía no había por ningún lado, comencé a trazar un plan de salida. Recordé mis tiempos mozos de aprendizaje automovilístico. Si había en Jun algo característico era su mítica rotonda, de un metro de diámetro (si es que llegaba) con un pino que medía otro metro de alto (si es que llegaba) dentro. Esta rotonda era la Tierra Santa de los aprendices de conducción, pues en el periodo de aprendizaje al menos te llevaban una vez. Mi hermana estuvo. Yo estuve. Mi querida archienemiga estuvo. Estuvimos todos.
El caso es que no conseguía localizar el pino, pero callejeando callejeando logré salir del pueblo y tomar una carretera hacia otro pueblo, Pulianas. Y, andando, andando, llegué a otra carretera conocida y de probada solvencia en lo que a salidas de autovía se refiere. Así que seguí ese camino, radar incluido, camino de la autovía que me traería de vuelta a mi casa.
Eso sí, antes me paré para verme la cara de tonto en el espejo retrovisor.
Hoy, tras una semana de hospital, tocaba volver a casa. He dejado a mi hermana, que toma el relevo, en la puerta del mismo y me he encaminado hacia mi pueblo. El caso es que tenía que dar un poco de vuelta para tomar mi salida de la autovía habitual, así que he decidido innovar, que para eso soy coordinador TIC. Recordé que hace no mucho inauguraron una carretera denominada "Distribuidor Norte", que iba a ser como la venida del Reino de los Cielos en su versión de cuatro ruedas, pues aliviaría el tráfico entre no se qué puntos y permitiría un acceso más rápido a la A-92 desde la zona norte de Granada. Total, que super contento me dirijo yo al arranque de la citada carretera y la tomo como si nunca lo hubieran hecho. La curva, no la carretera.
Tras unos primeros metros ya conocidos, doy la rotonda y, obedientemente, me dirijo hacia el cartel que pone "A-92 Guadix Almería" en sendas líneas sobre fondo azul. Al principio, admiro la carretera todo lo que me permite la oscura y lluviosa tarde. Ancha, dos carriles con un tercero para bus, taxi y senderistas, mediana con su murillo de cemento... pero la alegría dura poco en casa del pobre, o mejor dicho en la carretera del pobre, pues me encuentro con una señal que me corta la ilusión, pues no puedo pasar de 70 km/h. Un tanto cariacontecido sigo admirando la carretera, observando la ley y el velocímetro. Pero, una vez regulada la velocidad, de nuevo una señal me limita la velocidad a 50 km/h, otra me avisa de una rotonda y una tercera me dice que no pase de 30 km/h.
Un tanto sorprendido por la cortitud del viaje veo que, enfrente de la rotonda, hay una urbanización. A la derecha si quiero ir a Granada de vuelta, que no es el caso, y a la izquierda para la A-92. A pesar de que Andalucía sea imparable la carretera se ha acabado en una rotonda y pasa de una magnifica pseudoautovía a una carretera de las de toda la vida y encima dependiente de la Diputación, que es como el eslabón perdido en lo que respecta a importancia de carreteras. Cariacontecido, sigo las señales y, de repente, me veo inmerso en un pueblo. Lamentablemente, no tengo ni la más remota idea de en qué lugar estoy, hasta que me encuentro con la sede de un partido político que me informa de que estoy en Jun, el pueblo 2.0 por excelencia.
Una vez localizado el pueblo y convencido de que la autovía no había por ningún lado, comencé a trazar un plan de salida. Recordé mis tiempos mozos de aprendizaje automovilístico. Si había en Jun algo característico era su mítica rotonda, de un metro de diámetro (si es que llegaba) con un pino que medía otro metro de alto (si es que llegaba) dentro. Esta rotonda era la Tierra Santa de los aprendices de conducción, pues en el periodo de aprendizaje al menos te llevaban una vez. Mi hermana estuvo. Yo estuve. Mi querida archienemiga estuvo. Estuvimos todos.
El caso es que no conseguía localizar el pino, pero callejeando callejeando logré salir del pueblo y tomar una carretera hacia otro pueblo, Pulianas. Y, andando, andando, llegué a otra carretera conocida y de probada solvencia en lo que a salidas de autovía se refiere. Así que seguí ese camino, radar incluido, camino de la autovía que me traería de vuelta a mi casa.
Eso sí, antes me paré para verme la cara de tonto en el espejo retrovisor.
De viaje
Hacerse un Ylenia. Y no tener remordimientos por ello.
o-o-o-o-o
El Puerto de la Mora estaba precioso. Me alegro de que las predicciones del tiempo fallen tan alegremente. Y que lástima no haber podido hacer fotos.
o-o-o-o-o
El día que ponga una webcam en el coche se me van a rifar los psicoanalistas.
o-o-o-o-o
El Puerto de la Mora estaba precioso. Me alegro de que las predicciones del tiempo fallen tan alegremente. Y que lástima no haber podido hacer fotos.
o-o-o-o-o
El día que ponga una webcam en el coche se me van a rifar los psicoanalistas.
sábado, 19 de enero de 2013
Modas
No sé por qué, quizá sea alguna manifestación del subconsciente, pero me ha dado por salir de los semáforos en segunda, salvo si estoy en cuesta, que entonces si vuelvo a la regla de oro del arranque conductivo.
Quizá tenga algo que ver con el hecho de que se atasca la primera. En muchos coches, sobre todo con la edad, se atasca la primera. Supongo que lo habrán observado. Con mi viejo Paquito pasa eso. Y con el seillas también pasaba. Así que desarrollé una táctica, que consistía en meter segunda y luego pasar a primera. Así se evitaban los apuros en los semáforos cuando a uno le toca estar el primero y no te entra la marcha. Y se evita el subsiguiente piterío y mofa, tan cruel entre conductores.
Pero luego descubrí que con un determinado juego de embrague el coche también salía. Así que me quedé con la táctica para los apuros y como plan b.
Y con eso me he quedado.
Quizá tenga algo que ver con el hecho de que se atasca la primera. En muchos coches, sobre todo con la edad, se atasca la primera. Supongo que lo habrán observado. Con mi viejo Paquito pasa eso. Y con el seillas también pasaba. Así que desarrollé una táctica, que consistía en meter segunda y luego pasar a primera. Así se evitaban los apuros en los semáforos cuando a uno le toca estar el primero y no te entra la marcha. Y se evita el subsiguiente piterío y mofa, tan cruel entre conductores.
Pero luego descubrí que con un determinado juego de embrague el coche también salía. Así que me quedé con la táctica para los apuros y como plan b.
Y con eso me he quedado.
Pasillo VII
Vamos para una semana aquí. Sigo en el pasillo, esperando. Al principio esperaba con ánimo, pero ahora me, nos, sentimos grises, como el lluvioso y frío día que hace fuera. Tanto que, pese a no tener la calefacción puesta se han empañado los cristales.
Una señora recién operada pasa camino de su habitación. Tiene bastante buen aspecto, al menos lo que se ve.
Conversaciones en los pasillos, vía móvil. Ahí fuera la vida sigue y hay que atender el día a día. Por eso los hospitales son como una isla, con su tiempo, su espacio, sus rituales. El pasillo es ese lugar donde los dos mundos se unen, donde la gente espera, pasea y desespera. Y donde se hurta la verdad a los enfermos. Aunque el enfermo lo sepa y no lo diga. La verdad está ahí y a veces es tan evidente que es mejor obviarla.
No son buenas las borrascas para los enfermos. Quizá si mañana saliera el sol...
Una señora recién operada pasa camino de su habitación. Tiene bastante buen aspecto, al menos lo que se ve.
Conversaciones en los pasillos, vía móvil. Ahí fuera la vida sigue y hay que atender el día a día. Por eso los hospitales son como una isla, con su tiempo, su espacio, sus rituales. El pasillo es ese lugar donde los dos mundos se unen, donde la gente espera, pasea y desespera. Y donde se hurta la verdad a los enfermos. Aunque el enfermo lo sepa y no lo diga. La verdad está ahí y a veces es tan evidente que es mejor obviarla.
No son buenas las borrascas para los enfermos. Quizá si mañana saliera el sol...
viernes, 18 de enero de 2013
Lección de la semana
Si hay algo de lo que podemos tener absoluta certeza es del hecho de que si algo tiene que suceder, sucederá.
miércoles, 16 de enero de 2013
Pasillo V
Si hay algo que tienen las situaciones excepcionales es esa sensación de extrañeza, de estar donde no se pertenece que a veces me resulta agobiante. Y hasta hace sentirme culpable sin saber muy bien por qué. Pero el caso es que tú razón te sirve bien y confirma el hecho del extrañamiento, aún cuando pienses en lo que estará pasando allá donde debieras estar. Me siento un poco extraño aquí. Como en todos sitios.
Había olvidado lo que era la rutina en una ciudad. Hoy he caído en ello cuando me he cruzado con la misma chica al salir del hospital. Hacer las mismas cosas a las mismas horas. Encontrarte con el autobús urbano repleto o el interurbano que va a ese pueblo cuyo nombre te hace tanta gracia que repites bajito para ti mismo mientras vas por la calle y que te sigue haciendo la misma gracia que el primer día. Con el tiempo, y con la confianza que te da el ser desconocidos, hasta acabarás saludándolos.
Había olvidado lo que era la rutina en una ciudad. Hoy he caído en ello cuando me he cruzado con la misma chica al salir del hospital. Hacer las mismas cosas a las mismas horas. Encontrarte con el autobús urbano repleto o el interurbano que va a ese pueblo cuyo nombre te hace tanta gracia que repites bajito para ti mismo mientras vas por la calle y que te sigue haciendo la misma gracia que el primer día. Con el tiempo, y con la confianza que te da el ser desconocidos, hasta acabarás saludándolos.
Dos breves
Una vez conocí a una señora cuyo egoísmo era tan grande como su fe.
A lentejas en la puerta no les mires la tapa.
A lentejas en la puerta no les mires la tapa.
Pasillo IV
Ahí afuera, o lo que es lo mismo hace un rato, hace un frío que pela. El cielo está cubierto, pero el color no panzaburra no presagia nieve. Caen gotitas que no molestan, pero que ensucian las gafas.
Hay montones de basura que ya me saludan. Son gordos y hermosos, tanto que los viandantes hemos tenido que desarrollar un código para cedernos el paso, o bien echarnos al asfalto esperando que algún amable conductor nos compenda. Nuestros regidores dicen básicamente que a ver si se llega a un acuerdo, lo que es casi decir a la sufrida ciudadanía que ajo y agua y que demos gracias a que es invierno y el ciclo de la descomposición se toma las cosas con más calma. No creo que lleguen a ponerse de perfil, porque a algunos se les vería más.
De fondo suena en la habitación grabaciones antiguas en las que se canta en alemán o se toca en ruso. En todo caso de allá lejos. Y de fondo tenemos el ruido de la máquina de las resonancias provisionalmente ubicada desde tiempo inmemorial en el patio. Ruidos agudos que hacen la estancia de los enfermos más entretenida.
En mi ronda por el pasillo de la planta veo muchas habitaciones libres. Espero que por tránsitos mundanos. De hecho, una parejilla de vejetes se despedía de las enfermeras y auxiliares.
Y, paseando paseando, he descubierto la habitación del servidor. Si es que la cabra...
Hay montones de basura que ya me saludan. Son gordos y hermosos, tanto que los viandantes hemos tenido que desarrollar un código para cedernos el paso, o bien echarnos al asfalto esperando que algún amable conductor nos compenda. Nuestros regidores dicen básicamente que a ver si se llega a un acuerdo, lo que es casi decir a la sufrida ciudadanía que ajo y agua y que demos gracias a que es invierno y el ciclo de la descomposición se toma las cosas con más calma. No creo que lleguen a ponerse de perfil, porque a algunos se les vería más.
De fondo suena en la habitación grabaciones antiguas en las que se canta en alemán o se toca en ruso. En todo caso de allá lejos. Y de fondo tenemos el ruido de la máquina de las resonancias provisionalmente ubicada desde tiempo inmemorial en el patio. Ruidos agudos que hacen la estancia de los enfermos más entretenida.
En mi ronda por el pasillo de la planta veo muchas habitaciones libres. Espero que por tránsitos mundanos. De hecho, una parejilla de vejetes se despedía de las enfermeras y auxiliares.
Y, paseando paseando, he descubierto la habitación del servidor. Si es que la cabra...
martes, 15 de enero de 2013
Pasillo IV
Los acompañantes esperan a que las habitaciones queden limpias. Nos apoyamos en los quicios de las ventanas y nos miramos, como comprobando si alguno falta, por si alguien nuevo se hubiera unido al club y esperando que los que falten estén ya en casa.
Es la hora del aseo. En los hospitales la rutina es aún más precisa que en el resto del mundo. Cada cosa tiene su hora. A las 7 son las pastillas. A las 8 el desayuno. El despertar, si es que ha habido sueño, viene bajo el brazo de los enfermeros y auxiliares. Luego llega la hora del médico, tan impredecible como un chaparrón en primavera.
Con las estancias prolongadas la gente empieza a conocerse. Se establece un vínculo entre trabajadores y enfermos en el que creo que sólo escapan los médicos. Y ese vínculo se refuerza con las segundas hospitalizaciones. Aunque estén en plantas distintas.
La gente camina en silencio por los pasillos. Se saluda, a veces sin decir nada. Normalmente hasta cabizbaja. Algunos canturrean. Se ven a veces enfermos paseando con el suero como escudero fiel, cogidos de algún brazo, intentando echar el tiempo fuera. Porque si hay algo infinito en un hospital es el tiempo.
Es la hora del aseo. En los hospitales la rutina es aún más precisa que en el resto del mundo. Cada cosa tiene su hora. A las 7 son las pastillas. A las 8 el desayuno. El despertar, si es que ha habido sueño, viene bajo el brazo de los enfermeros y auxiliares. Luego llega la hora del médico, tan impredecible como un chaparrón en primavera.
Con las estancias prolongadas la gente empieza a conocerse. Se establece un vínculo entre trabajadores y enfermos en el que creo que sólo escapan los médicos. Y ese vínculo se refuerza con las segundas hospitalizaciones. Aunque estén en plantas distintas.
La gente camina en silencio por los pasillos. Se saluda, a veces sin decir nada. Normalmente hasta cabizbaja. Algunos canturrean. Se ven a veces enfermos paseando con el suero como escudero fiel, cogidos de algún brazo, intentando echar el tiempo fuera. Porque si hay algo infinito en un hospital es el tiempo.
lunes, 14 de enero de 2013
Pasillo
Lágrimas en los pasillos. Impotencia e indefensión. Dos señoras cuchichean en la puerta de la habitación contigua. Hay que ser informada y tomar decisiones. Hay veces que no se puede hacer nada.
Es horrible estar aquí y oír según que cosas. Aunque, curiosamente, cuando uno se ve en ellas se ven de forma distinta, a veces hacen surgir el odio y, otras veces, la aceptación.
Es horrible estar aquí y oír según que cosas. Aunque, curiosamente, cuando uno se ve en ellas se ven de forma distinta, a veces hacen surgir el odio y, otras veces, la aceptación.
La otra rutina
Mañana de guardia. Resulta raro un día de estos, en los que la rutina se ve alterada por acontecimientos imprevistos, aunque en parte esperados. Hoy no ha tocado ir corriendo tras el pistoletazo del despertador hacia la rutina de los lunes. Hoy la guardia será de toda la mañana y de tarde, pendiente del teléfono.
Salgo de casa, recalando después en en kiosko, pues hay que proporcionar algo de entretenimiento al enfermo y acompañante. Hace el frío que se espera en vol mañana de enero, con el suelo mojado depués de la lluvia de anoche. Cojo el autobús que viene sorprendentemente rápido y me vale el vetusto bono bus, pues mi transporte en esta ciudad son mis pies. No hay mucha gente, la hora punta acaba de pasar.
Miro por la ventana. No hay tráfico en exceso. Los autobuses pasan y los taxis también. Paso por un instituto de solera, y me pregunto si alguna vez daré clase en él. La respuesta tampoco me preocupa.
Salgo a papeleos. Casi que coincide con la hora del desayuno. Hace sol, pero no calienta en exceso. Hay gente por la calle, paseantes jubilados, estudiantes con cara de examen cercano. Pero la calle está en silencio. Nadie habla, tan sólo los cláxones de los coches queriendo pasar, aunque muchos de ellos no vayan a ningún sitio, tan solo están ahí por estar. Por mantener una cuota de tráfico mínimo. Los que dicen que buscan aparcamiento.
Tengo hambre. Me acuerdo de la palmera de chocolate que vi ayer en un escaparate.
Salgo de casa, recalando después en en kiosko, pues hay que proporcionar algo de entretenimiento al enfermo y acompañante. Hace el frío que se espera en vol mañana de enero, con el suelo mojado depués de la lluvia de anoche. Cojo el autobús que viene sorprendentemente rápido y me vale el vetusto bono bus, pues mi transporte en esta ciudad son mis pies. No hay mucha gente, la hora punta acaba de pasar.
Miro por la ventana. No hay tráfico en exceso. Los autobuses pasan y los taxis también. Paso por un instituto de solera, y me pregunto si alguna vez daré clase en él. La respuesta tampoco me preocupa.
Salgo a papeleos. Casi que coincide con la hora del desayuno. Hace sol, pero no calienta en exceso. Hay gente por la calle, paseantes jubilados, estudiantes con cara de examen cercano. Pero la calle está en silencio. Nadie habla, tan sólo los cláxones de los coches queriendo pasar, aunque muchos de ellos no vayan a ningún sitio, tan solo están ahí por estar. Por mantener una cuota de tráfico mínimo. Los que dicen que buscan aparcamiento.
Tengo hambre. Me acuerdo de la palmera de chocolate que vi ayer en un escaparate.
domingo, 13 de enero de 2013
Senderos urbanos
Hace frío y ha llovido. Hay nubes, pero de vez en cuando sale el sol. No hay mucha gentes por la calle,pues es temprano para un domingo.
Creo que la crisis ha convertido en domingos todos los días de la semana, no solo porque las tiendas están cerradas, sino por la gran cantidad de locales que hay cerrados, negocios que ni siquiera he visto arreglar. Abortos comerciales.
Hay gente que pide en las calles. A los habituales hay que unir las víctimas de la coyuntura. Están situados a distancia estratégica, no hay suficientes iglesias para todos. O quizás es que la casa de Dios ya no sale rentable. En la puerta de una conocida charcutería un hombre de mediana edad, bien vestido y aseado prefiere pasar frío y vergüenza a hambre. Y así lo hace constar en un papel sin las habituales faltas de ortografía. ¿Acabaremos así?
También veo turistas por la calle. Antes iban en autobús o taxi, pero ahora cargan con las maletas y sus hijos, en su caso. Son inconfundibles, con su cara de despiste y su cámara de fotos.
Creo que la crisis ha convertido en domingos todos los días de la semana, no solo porque las tiendas están cerradas, sino por la gran cantidad de locales que hay cerrados, negocios que ni siquiera he visto arreglar. Abortos comerciales.
Hay gente que pide en las calles. A los habituales hay que unir las víctimas de la coyuntura. Están situados a distancia estratégica, no hay suficientes iglesias para todos. O quizás es que la casa de Dios ya no sale rentable. En la puerta de una conocida charcutería un hombre de mediana edad, bien vestido y aseado prefiere pasar frío y vergüenza a hambre. Y así lo hace constar en un papel sin las habituales faltas de ortografía. ¿Acabaremos así?
También veo turistas por la calle. Antes iban en autobús o taxi, pero ahora cargan con las maletas y sus hijos, en su caso. Son inconfundibles, con su cara de despiste y su cámara de fotos.
Citas
Decía San Agustín que: "El buen cristiano debe estar alerta en contra de los matemáticos y de todos quienes hacen profecías vacuas. Existe el peligro de que los matemáticos tengan pacto con el demonio y la misión de ofuscar el espíritu del hombre para confinarlo en los linderos del infierno"
En "Los números primos" de Enrique Gracián. De la colección RBA "El mundo es matemático"
En "Los números primos" de Enrique Gracián. De la colección RBA "El mundo es matemático"
sábado, 12 de enero de 2013
Receso
Bajamos nosotros también a radiología. Pasillo esquivo, recovecado y de azul viejo. Nos recibe un mesita con un pascuero de un rojo algo verdoso todavía no muy ajado.
El procedimiento es rápido, no hay nadie. Primeras informaciones sobre el diagnóstico y primeras pistas del tratamiento, normalmente alejadas de lo que luego ocurre. Al menos eso nos dice la experiencia.
Mientras esperamos, conversan las encargadas. Si hay algo fascinante en las visitas a los hospitales son los diálogos entre los empleados, que van desde lo laboral, con sus rencillas y quejas hasta lo amoroso, con pormenores detallados casi tanto como los análisis. Todavía recuerdo los problemas de la auxiliar de observación de este verano con su actual pareja, así como las interesantes indicaciones y sugerencias de su compañera. Sin ser yo el enfermo, quedé vacunado.
Tomamos el ascensor de vuelta a la sala. Excesivamente concurrida, con antiguos compañeros de espera en el tránsito de pruebas. Una enfermera ofrece sus servicios. Sanitarios, por supuesto...
Madres que esperan y comparan a sus hijas. La vida es cada vez más dura y competitiva. Con año y medio ya dice nariz en inglés. Quizá sea otro niño que tenga, pero me da cosa volverme, estoy de espaldas.
El procedimiento es rápido, no hay nadie. Primeras informaciones sobre el diagnóstico y primeras pistas del tratamiento, normalmente alejadas de lo que luego ocurre. Al menos eso nos dice la experiencia.
Mientras esperamos, conversan las encargadas. Si hay algo fascinante en las visitas a los hospitales son los diálogos entre los empleados, que van desde lo laboral, con sus rencillas y quejas hasta lo amoroso, con pormenores detallados casi tanto como los análisis. Todavía recuerdo los problemas de la auxiliar de observación de este verano con su actual pareja, así como las interesantes indicaciones y sugerencias de su compañera. Sin ser yo el enfermo, quedé vacunado.
Tomamos el ascensor de vuelta a la sala. Excesivamente concurrida, con antiguos compañeros de espera en el tránsito de pruebas. Una enfermera ofrece sus servicios. Sanitarios, por supuesto...
Madres que esperan y comparan a sus hijas. La vida es cada vez más dura y competitiva. Con año y medio ya dice nariz en inglés. Quizá sea otro niño que tenga, pero me da cosa volverme, estoy de espaldas.
Sábado de urgencias
Por fin lo hemos conseguido. Estamos en la sala de urgencias. No voy a entrar en los pormenores de la negociación, pero ha sido dura.
La llegada ha sido como siempre. Afortunadamente había aparcamiento, que es escaso y de alto standing, como corresponde a nuestra condición de enfermo y acompañantes atribulados. Como antes, que solo comía pollo el que estaba malo. Los tiempos, que evolucionan.
La cola de admisión era escasa, pero como la burocracia se extiende a todos los ámbitos de la existencia humana, nuestro turno se hace esperar. Sencillas y breves explicaciones, hay que ahorrar saliva para el médico, y a esperar en la sala.
Elegimos el banco cercano al ascensor, por aquello del entretenimiento gratuito. Es curioso, pero en la sala de urgencias nadie parece enfermo. Unas chicas comen y beben enfrente de nosotros. Una de ellas se ha hecho una luxación en un tobillo. También hay un señor resfriado, que va delante nuestra, y otra gente que espera sin orden y enfermedad conocida. También hay niños, pero las urgencias pediátricas van aparte. La consulta está en la propia sala de urgencias. A veces los niños lloran y es muy desagradable. Y triste.
El señor mayor que se quejaba de la falta de señoritas en la admisión ha entrado en la sala, pero mientras escribo se ha perdido. La chica del esguince pasa en estos momentos en busca de radiología. Se meten en el ascensor pero no es ahí. Amablemente les indico el camino y abro la puerta.
Ya ha vuelto el señor protestón. Llaman al enfermo. Los acompaño a la doble puerta metálica que abre la recepcionista y vuelvo a la sala. Ahora toca la otra espera.
La llegada ha sido como siempre. Afortunadamente había aparcamiento, que es escaso y de alto standing, como corresponde a nuestra condición de enfermo y acompañantes atribulados. Como antes, que solo comía pollo el que estaba malo. Los tiempos, que evolucionan.
La cola de admisión era escasa, pero como la burocracia se extiende a todos los ámbitos de la existencia humana, nuestro turno se hace esperar. Sencillas y breves explicaciones, hay que ahorrar saliva para el médico, y a esperar en la sala.
Elegimos el banco cercano al ascensor, por aquello del entretenimiento gratuito. Es curioso, pero en la sala de urgencias nadie parece enfermo. Unas chicas comen y beben enfrente de nosotros. Una de ellas se ha hecho una luxación en un tobillo. También hay un señor resfriado, que va delante nuestra, y otra gente que espera sin orden y enfermedad conocida. También hay niños, pero las urgencias pediátricas van aparte. La consulta está en la propia sala de urgencias. A veces los niños lloran y es muy desagradable. Y triste.
El señor mayor que se quejaba de la falta de señoritas en la admisión ha entrado en la sala, pero mientras escribo se ha perdido. La chica del esguince pasa en estos momentos en busca de radiología. Se meten en el ascensor pero no es ahí. Amablemente les indico el camino y abro la puerta.
Ya ha vuelto el señor protestón. Llaman al enfermo. Los acompaño a la doble puerta metálica que abre la recepcionista y vuelvo a la sala. Ahora toca la otra espera.
viernes, 11 de enero de 2013
Advertencias y coyunturas
Me duermo los viernes. Cosa que no tiene la mayor de las importancias, salvo que me duermo conduciendo.
o-o-o-o-o
Noches raras. Indecisión. Nerviosismo. Apatía.
o-o-o-o-o
Noches raras. Indecisión. Nerviosismo. Apatía.
Sí, es envidia
Lo digital es lo moderno, lo económico, lo ahorrativo, lo ligero. Pero lo tangible cuenta más para el ser humano que todos los megas del mundo juntos. A pesar de caber en la palma de la mano.
PS: Toda esa sabiduría de correos y tuits...
PS: Toda esa sabiduría de correos y tuits...
jueves, 10 de enero de 2013
Pendientes
El otro día olvidé enlazar esta entrada, referente a uno de mis grandes musos, Kubrick.
Y, por supuesto, muy agradecido a D. Greogrio por mostrarme la interesante misiva.
Y, por supuesto, muy agradecido a D. Greogrio por mostrarme la interesante misiva.
miércoles, 9 de enero de 2013
Surtido
No hay cárcel más peligrosa que un brasero en invierno.
o-o-o-o-o
Tarde informática, de estreno e instalación. Cajas grandes, negras, compactas. Y parece que potentes.
o-o-o-o-o
Paseo de intendencia. Mi nevera era, y sigue siendo en parte, un campo de estrellaje de roedores. Poca gente en la calle, mucha mercancía en el supermercado. Mas empleados que clientes. Casi toda la compra de marca blanca. Las galletas están buenísimas. Probaremos el arroz.
Se siente uno culpable hasta cuando compra leche de marca. La crisis o el desánimo.
o-o-o-o-o
Frío en la calle. Poca gente. Tristeza de enero, aun cuando las tardes se notan ligeramente más largas.
o-o-o-o-o
Tarde informática, de estreno e instalación. Cajas grandes, negras, compactas. Y parece que potentes.
o-o-o-o-o
Paseo de intendencia. Mi nevera era, y sigue siendo en parte, un campo de estrellaje de roedores. Poca gente en la calle, mucha mercancía en el supermercado. Mas empleados que clientes. Casi toda la compra de marca blanca. Las galletas están buenísimas. Probaremos el arroz.
Se siente uno culpable hasta cuando compra leche de marca. La crisis o el desánimo.
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Frío en la calle. Poca gente. Tristeza de enero, aun cuando las tardes se notan ligeramente más largas.
martes, 8 de enero de 2013
Paralelismos
Cayó la tarde. Estaba esperando que sonara el teléfono pero no pasaba nada. Decidió llamar, pero fuera de la habitación, por aquello de huir de los paralelismos. El teléfono sonaba, pero nadie contestaba. No supo interpretar si era o no buena señal. Decidió insistir, obteniendo el mismo resultado. Definitivamente, no había nadie en casa, cosa que no es normal.
Pensó que era bueno, pues quizá había mucha gente antes. Pensó que era malo, pues las noticias malas siempre iban con retraso, justo cuando no había manera de evitarlas. Porque la distancia es el olvido, pero también la ignorancia. Y la tranquilidad.
No podía evitar echar la vista atrás. Por eso salía de la habitación cada vez que el quería marcar. Compulsivamente levantaba y bajaba la persiana, como aquella tarde en la que las lágrimas sacudieron muchas almas y alguna conciencia, al menos por unos días. No podía dejar de recordar.
Pero había algo distinto. Esta vez era martes.
Por fin consiguió comunicación. Las noticias le tranquilizaron, a pesar de no dar información positiva. Ni negativa. Tan solo quedaba seguir esperando.
Una vez más.
Tanto esperar y, al final, se nos pasa la vida.
Pensó que era bueno, pues quizá había mucha gente antes. Pensó que era malo, pues las noticias malas siempre iban con retraso, justo cuando no había manera de evitarlas. Porque la distancia es el olvido, pero también la ignorancia. Y la tranquilidad.
No podía evitar echar la vista atrás. Por eso salía de la habitación cada vez que el quería marcar. Compulsivamente levantaba y bajaba la persiana, como aquella tarde en la que las lágrimas sacudieron muchas almas y alguna conciencia, al menos por unos días. No podía dejar de recordar.
Pero había algo distinto. Esta vez era martes.
Por fin consiguió comunicación. Las noticias le tranquilizaron, a pesar de no dar información positiva. Ni negativa. Tan solo quedaba seguir esperando.
Una vez más.
Tanto esperar y, al final, se nos pasa la vida.
lunes, 7 de enero de 2013
domingo, 6 de enero de 2013
Las rebajas
La Navidad presente apura sus últimos momentos y, dentro de unos minutos, comenzarán las rebajas. Miles de personas apretan compulsivamente la tecla f5 para actualizar la página güeb de sus grandes almacenes de referencia, en espera de cazar esa ganga que tantos suspiros produjo cuando la vimos en sus estantes.
Y es que en la era de las TIC, que de eso uno sabe una jartá o dos, nos hemos vuelto más cómodos y civilizados. Ya no se ven esas colas de gente, esos cienes y cienes de presonas humanas esperando en la puerta a que el guardia de seguridad abriera la puerta para que entraran en masa a arrasar como una manada de elefantes, como toros en una tienda de souvenirs cañís. Ahora la gente espera a que den las 12 y se mete en la web del cortinglés a comprar, procurando ser el Lucky Luke del ciberespacio, que como uno se despiste se queda sin el artículo soñado. Antes, eso supondría pelearse, sacar las uñas, insultarse... ahora lo más peor que puede pasar es que el ratón, en un rapto de ira, acabe colapsándose contra el suelo. O contra algún ser cercano, que en esto de las rebajas ni hay familia ni historias.
A mi eso de las rebajas me parece muy midium class, que quieren que les diga. Antes, cuando ibas a comprar a la tienda de toda la vida, el tendero te hacía el producto, te lo explicaba y, tras mucho hablar, te encontrabas sin querer en la caja pagando o dando una señal. Porque antes dabas señales y luego te llevaban la cosa a casa. Y lo anunciabas así a la familia y hasta les brillaba un algo especial en los ojos, presumiblemente admiración al señalador. Me estoy acordando de cuando mis tíos, siempre a la vanguardia a pesar de todo, compraron el primer vídeo. El señor del vídeo no paraba de hablar y de explicar características... y hasta nos dio un vale para el vidrioclub. Y la clave era esa. Al pagar y para que el cliente se fuera satisfecho, siempre te quitaban el pico, previamente puesto, y te hacían un regalo chorra. Pero la suma de esos dos elementos hacía que te fueras a casa tras la compra sintiéndote un triunfador. En realidad no lo eras, pero te ibas contento. Y hasta te tomabas una cerveza para celebrarlo.
Ahora, no sé si se han dado cuenta, se compra por catálogo. Ya no vas a la tienda necesitando algo y te ayudan, aunque arrimaran el ascua a su sardina, sino que directamente miran en el catálogo. Especialmente en las grandes superficies. Uno se compra lo que previamente ha estudiado por Internet según sus gustos, necesidades o caprichos. Las tiendas de antes, pasaron a mejor vida. Y no conviene sacar al vendedor, que no tendero, del guión, porque se resetea y entonces se vuelve uno a casa con cara de cabreo y la tarjeta bien protegida de los fríos. Aunque lo que más me joroba, aunque lo entiendo, es que te comprueben que los billetes que llevas son buenos. Cosa que no te garantiza que lo que acabas de adquirir sea capaz de superar vivo los dos años de preceptiva garantía. Se te presupone que intentas engañar a la despiadada multinacional, pero ella no te garantiza que lo que compres te salga medianamente bueno.
En fin, que si les queda algo de la extraordinaria, aprovechen. Y a dejarse las pestañas y la visa. O mastercard, para todo lo demás.
Y es que en la era de las TIC, que de eso uno sabe una jartá o dos, nos hemos vuelto más cómodos y civilizados. Ya no se ven esas colas de gente, esos cienes y cienes de presonas humanas esperando en la puerta a que el guardia de seguridad abriera la puerta para que entraran en masa a arrasar como una manada de elefantes, como toros en una tienda de souvenirs cañís. Ahora la gente espera a que den las 12 y se mete en la web del cortinglés a comprar, procurando ser el Lucky Luke del ciberespacio, que como uno se despiste se queda sin el artículo soñado. Antes, eso supondría pelearse, sacar las uñas, insultarse... ahora lo más peor que puede pasar es que el ratón, en un rapto de ira, acabe colapsándose contra el suelo. O contra algún ser cercano, que en esto de las rebajas ni hay familia ni historias.
A mi eso de las rebajas me parece muy midium class, que quieren que les diga. Antes, cuando ibas a comprar a la tienda de toda la vida, el tendero te hacía el producto, te lo explicaba y, tras mucho hablar, te encontrabas sin querer en la caja pagando o dando una señal. Porque antes dabas señales y luego te llevaban la cosa a casa. Y lo anunciabas así a la familia y hasta les brillaba un algo especial en los ojos, presumiblemente admiración al señalador. Me estoy acordando de cuando mis tíos, siempre a la vanguardia a pesar de todo, compraron el primer vídeo. El señor del vídeo no paraba de hablar y de explicar características... y hasta nos dio un vale para el vidrioclub. Y la clave era esa. Al pagar y para que el cliente se fuera satisfecho, siempre te quitaban el pico, previamente puesto, y te hacían un regalo chorra. Pero la suma de esos dos elementos hacía que te fueras a casa tras la compra sintiéndote un triunfador. En realidad no lo eras, pero te ibas contento. Y hasta te tomabas una cerveza para celebrarlo.
Ahora, no sé si se han dado cuenta, se compra por catálogo. Ya no vas a la tienda necesitando algo y te ayudan, aunque arrimaran el ascua a su sardina, sino que directamente miran en el catálogo. Especialmente en las grandes superficies. Uno se compra lo que previamente ha estudiado por Internet según sus gustos, necesidades o caprichos. Las tiendas de antes, pasaron a mejor vida. Y no conviene sacar al vendedor, que no tendero, del guión, porque se resetea y entonces se vuelve uno a casa con cara de cabreo y la tarjeta bien protegida de los fríos. Aunque lo que más me joroba, aunque lo entiendo, es que te comprueben que los billetes que llevas son buenos. Cosa que no te garantiza que lo que acabas de adquirir sea capaz de superar vivo los dos años de preceptiva garantía. Se te presupone que intentas engañar a la despiadada multinacional, pero ella no te garantiza que lo que compres te salga medianamente bueno.
En fin, que si les queda algo de la extraordinaria, aprovechen. Y a dejarse las pestañas y la visa. O mastercard, para todo lo demás.
sábado, 5 de enero de 2013
Ciclos
Pasa el tiempo y casi va siendo hora ya de volver de este oasis que, a pesar de todo, es volver a ser hijo.
Es curioso que, cuando uno se para un poco, no puede evitar sentirse un poco ridículo. Ridículo por tanto correr, tanto planificar, tanto hacer cosas que, al final, nos parecerán insuficientes porque siempre pudimos haber hecho más. Y mejor. U otras cosas. Y siempre se siente uno impotente, desganado, apático. Y, a veces, hasta un poco miserable.
En este fin de semana largo que ya acaba me he hecho las mismas preguntas que me hago siempre y he llegado a las mismas soluciones. Pasa el tiempo, pero no dejo de estar en el mismo sitio. Y no se si eso es bueno o malo.
O si tiene alguna importancia.
Es curioso que, cuando uno se para un poco, no puede evitar sentirse un poco ridículo. Ridículo por tanto correr, tanto planificar, tanto hacer cosas que, al final, nos parecerán insuficientes porque siempre pudimos haber hecho más. Y mejor. U otras cosas. Y siempre se siente uno impotente, desganado, apático. Y, a veces, hasta un poco miserable.
En este fin de semana largo que ya acaba me he hecho las mismas preguntas que me hago siempre y he llegado a las mismas soluciones. Pasa el tiempo, pero no dejo de estar en el mismo sitio. Y no se si eso es bueno o malo.
O si tiene alguna importancia.
viernes, 4 de enero de 2013
Obviedades
La vida, de tomarla en serio, sólo trae preocupaciones.
o-o-o-o-o
Al menos sé cual es mi palo. El de ser cabezón.
o-o-o-o-o
Al menos sé cual es mi palo. El de ser cabezón.
jueves, 3 de enero de 2013
Lo que tiene leer
La burla de los sentidos.
El arte visto con ojos matemáticos.
Francisco Martín Casadelrrey.
Sobre la perspectiva y sus creadores. O descubridores.
El arte visto con ojos matemáticos.
Francisco Martín Casadelrrey.
Sobre la perspectiva y sus creadores. O descubridores.
Lo que es un blog
Sería difícil describirlo. Cuando comencé esta historia, espoleado por mi admirado maestro, tenía una idea en la cabeza. Va pasando el tiempo y, como no somos inmutables, mal que me pese, vamos cambiando. De textos pasamos a ideas, fotos o chorradas que a uno se le ocurren. Aunque, lo que parece que es cierto, es que las mejores entradas (o ideas) son aquella que no se escriben, que vienen a tu mente mientras haces algo y, cuando quieres echar mano de ellas han volado al cielo de las entradas. O al purgatorio, si no eran lo suficientemente buenas. Quizá el infierno ya está en estas páginas, aunque uno pueda redimirse.
Leo en otros sitios que el microblogging y las redes sociales han hecho polvo la cosa del blogeo. En 160 caracteres siempre cabe un número entero de chorradas y da una inmediatez que no tiene el blog. Enfrentarse al recuadro blanco tiene su miga. Porque no siempre se sabe qué decir y, cuando se sabe, muchas veces las palabras no acuden, solícitas, al encuentro. Solamente cuando se dan las condiciones se produce el milagro.
Tal como la vida misma. Quizá eso sea un blog.
miércoles, 2 de enero de 2013
martes, 1 de enero de 2013
Post
Tardes malas, para cuando vengan buenas.
o-o-o-o-o
Y, después de tanto tiempo, las fotos seguían ahí.
o-o-o-o-o
Y, después de tanto tiempo, las fotos seguían ahí.
Electoral
Decir que se vota en blanco da un plus de algo que no se sabe qué es, pero que hace que se quede divinamente.
Literal
De qué forma tan tonta me he quedado sin sol esta tarde.
o-o-o-o-o
Es como que te vean desnudo cuando ya te has vestido.
o-o-o-o-o
Es como que te vean desnudo cuando ya te has vestido.
Click
A mi esto del año nuevo me parece un poco chorrada, amén de peligroso por aquello de comerse las uvas a mitad de la digestión, que uno ya no está para según que cosas. Acostarse en el año nuevo no va a suponer nada, pues el tiempo es un continuo, y nunca se sabe el momento en el que se anulará la derivada.
De todas formas, que lo celebren y lo pasen bien.
De todas formas, que lo celebren y lo pasen bien.
To start by the puerta grande
Año nuevo, adicciones nuevas.
o-o-o-o-o
Se va el año y tengo cuentas pendientes por saldar. Las primeras, veniales. Las segundas no sé cómo formularlas.
Ni si atreverme a ello.
o-o-o-o-o
Se va el año y tengo cuentas pendientes por saldar. Las primeras, veniales. Las segundas no sé cómo formularlas.
Ni si atreverme a ello.
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