Después de haber seguido durante casi un año y medio una novela turca, hecho del cual no me siento especialmente orgulloso pero que no deja de ser algo con lo que tendré que vivir, ayer me entero de la existencia de la sentadilla turca.
Una de las cosas de darle la vuelta al jamón es el desarrollo de nuevas aficiones, por aquello de dejar un bonito y saludable cadáver aunque no se muera joven. Por que un servidor, con tal de fastidiar, está por la labor de cobrar una pensión (o lo que quede de ella) muchos años. El caso es que ayer, en el crossfit, uno de los ejercicios que tocaba era la sentadilla turca. La cosa empieza en el suelo, con la pierna del lado donde se tiene la mancuerna doblada y la mano, afortunadamente de ese lado, también levantada. Luego giras el otro brazo, apoyas el codo en el suelo, te impulsas y pones la mano en el suelo, con la que empujas, te levantas, metes la pierna estirada por entre la doblada y te levantas. La cosa, que así contada no tiene mucho chiste, es que tienes que mantener la mancuerna también levantada con lo que la cosa se complica, más aún para un hombre de medianoavanzada edad y de acreditada incapacidad de hacer una cosa a la vez.
La cosa por la derecha empezó a ir bien pero luego, por la izquierda, se complicó. Total, que ahí se hizo un poco de lío y, mas mal que bien, pudimos salir medianamente airosos de una situación tan compleja. Menos mal que todos estamos en confianza y que el monitor es indulgente, pero un desastrevético con un móvil dejaría mi reputación por lo suelos.
Menos mal que, de eso, no tengo.
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