Más de una vez pienso en estas pobres páginas, abandonadas tanto tiempo por las prisas, por lo inaplazable, por lo inevitable.
Si hay algo que hoy en día hemos olvidado es lo importante. Corremos de acá para allá movidos por lo urgente, por los gritos. Nos dejamos llevar por la prisa sin pensar en que la vida se pasa, la vida se agota, y el camino toma tantos vericuetos que ya no recordamos a dónde conducía.
Pero si hay algo que echo de menos es el poder escribir. Poder tener tiempo para ordenar unos pobres pensamientos, darles forma y lanzarlos como botellas a un mar incierto. Cambiar un adjetivo, mover una coma, corregir esa molesta serpentina roja bajo las palabras dignas de sospecha.
Aunque hay días que uno se sorprende y teclea. Teclea como una necesidad que siempre tuvo pero que ha retenido durante mucho tiempo. Como una negación de sí mismo. Como una forma de decir que aún sigue vivo, que es más viejo pero quizá no tan sabio como creía. Que todas sus promesas no se han cumplido, que sus anhelos se han marchitado y que, de alguna forma, todo siempre cambia para que todo siga igual. Y, es posible, es esa la única verdad.
Aparte de que se piensa (mal) y se existe (como se puede), claro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario