Después de la limpieza, más bien arrase, del huerto que hicimos el agosto hemos decidido redecorar la cosa. Y es que en el invierno no se veía tan desolador como ahora en primavera. Más que nada por aquello de que las plantas suelen brotar en esa estación. Siempre que haya de donde brotar, claro.
Así que, ni cortos ni perezosos, nos presentamos en el vivero el sábado y, llevados por la codicia, empezamos a llenar los carros, igualito que en el súper. Buscábamos plantas de sol, así que nos trajimos dalias, felicias, tagetes, anissyum y los vulgarmente conocidos como conejillos, de los que desconocemos nombre más fino.
Lo primero de todo fue preparar el terreno. Como ya nos dijo el jardinero, echarlos al suelo iba a quedar regular, por lo que se nos ocurrió montar un arriate como el que se ve arriba. Hubo que excavar un poco, remover la tierra y reutilizar el cascajo de las obras que nuestros vecinos tan amablemente nos dejaron. Es una forma estupenda de reutilizar materiales, aparte de que nos evitamos viajes hacia el contenedor tirando de tan pesada carga.
En el primero, que empezó a tomar forma el sábado, me colé de tamaño y no había manera de verlo lleno de tierra. Le pusimos por nombre "lágrima", pese a que la forma que tenía en mi cabeza era completamente distinta. La de los cactus se parece a un Pou y, en este caso, nos hemos quedado cortos, pero de plantas. Y eso que hemos empezado a buscar cactus para llenarlo. Nos quedará otra visita al vivero.
Ahora nos quedaría poner otro debajo de la higuera. Pero, en esta ocasión, lo voy a hacer antes de llenarlo. Y creo que voy a poner bulbos. Si les sobra alguno, pues me lo mandan, que ya me ponen alfombra roja en el vivero cuando me ven bajarme del coche.
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