Pasaban las cinco cuando se compuso el tribunal. Parecieran unas oposiciones, pues el proceso sería tan desagradable y eliminatorio como ellas.
Se abrió la puerta y entraron los primeros juzgados. Hay veces en los que los antedecentes hacen presagiar los consecuentes, pero otras no. Tan solo pudieran ser las circunstancias de la vida.
Las conclusiones son siempre las mismas. Quizá no somos capaces de cuidar de nuestro futuro y lo abandonamos a otras personas que no están preparadas para lo que no es su trabajo, porque a hacer crecer los árboles nadie te enseña. Nuestro trabajo es a veces un fraude, puesto que nos contratan para enseñar y ya no podemos enseñar nada, porque intentando apagar el fuego que otros crearon nos hemos agarrado al extintor y hemos olvidado la tiza.
Lágrimas, ruegos. A veces ironía, cinismo. Y otras, simplemente estupidez. Tan solo nos queda eso después de tres horas y media. Y ser jueces. Faltaría mas.
viernes, 10 de febrero de 2012
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No pasa nada por ser juez, e incluso equivocarse. No hay penas capitales que cumplir... Lo que puede fastidiar es la conciencia.
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