Me siento extraño. Y todo es por tu culpa. Me robaste algo después de que apuraras el vino de tu copa y me miraras con esa mirada que sabes que no puedo resistir. Pero, sin saber por qué, aguanté.
No sabía si creerte o no. Pero ya no había más remedio que empezar a jugar. Yo, que el azar me gusta tan poco y siempre pierdo a los juegos. Por eso recogí lo que pude y me fui de aquél lugar, camino a ninguna parte.
Las primeras horas apenas pensé en ello, pero luego, cuando mis sentimientos quisieron encontrar su hueco de nuevo, las llaves de las cerraduras estaban cambiadas. Y no sabían dónde meterse.
Desde entonces, me miro en los espejos y no veo lo mismo que hace unos días. Mientras conduzco a casa presto más atención que la que suelo a las señales y a los detalles de las avenidas, con sus semáforos que parecen burlarse de mi cada vez que los miro con tanto interés. Me siento extraño, sé que tengo que hacer algo, pero no quiero. Porque en realidad no sé qué hacer.
Tan sólo quiero no pensar. Que siga mi pequeña vida con sus pequeñas cosas. Y no echar de nuevo en falta lo que me robaste aquella noche tras una copa de vino.
sábado, 11 de febrero de 2012
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