Me invade esta tarde cierta desazón, cierta tristeza de primavera no llegada, pero que se adivina en las temperaturas de los mediodías y en las luces de los patios de la noche.
Quizá de tanto perder no sabe uno hacer otra cosa. Quizá no sepa jugar, o no quiera ganar. Pero lo que está claro es que no voy a tener lo que pido, algo de tiempo para pensar, para estar seguro, si es que hay algo seguro en esta vida.
Aunque sea una cursilada, porque lo es, no se puede retener a los pájaros. Son libres. No se les puede sobornar con comida, no se les puede atrapar. Habrá que dejarlos como son, libres, y pensar que si tuvieron que irse fue porque lo necesitaban.
miércoles, 29 de febrero de 2012
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