miércoles, 4 de diciembre de 2013

Antes de dormir

No se a qué se debe este vacío que me invade, esta sensación de derrota que a veces hace que se me salten las lágrimas en el momento menos apropiado, en el instante más impertinente.

Porque nunca dejé de hacer lo debido y lo correcto, lo prudente y lo esperable, lo sensato y lo medido. Y cuando quise rebelarme, me encontré ya preso en mi propia cárcel de prejuicios, de moralidad, en una imagen que nunca quise pero que me vi forzado a desarrollar. Porque había que ser y, además, parecer.

Vuelvo la vista atrás, a cuando las películas las veía empezar y la radio acompañaba mis noches, largas y negras. Con la esperanza de un mañana que llegó casi sin esperarlo. Y ahora sigo empezando las películas, porque ya me acostumbré a ello. Y la radio ya no me acompaña, solo las mismas canciones que repito una y otra vez, como queriendo frenar el tiempo que es y queriendo volver al tiempo que fue.

La costumbre me venció. El miedo a vivir, que es lo más difícil de este mundo. Aunque eso nadie te lo dice. Y realmente te das cuenta porque te despierta el dolor al descubrirlo.

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