martes, 10 de diciembre de 2013

Invierno

El frío de este año es húmedo. Esa es la intuición que tengo, pues nunca tardó tanto tiempo la ropa tendida en secarse, ni siquiera cuando tanto llovía y la tenía que colocar, estratégicamente dentro de casa.

Esa humedad se cala en tus huesos y en tus músculos, invadiéndote. Como una niebla espesa que te atraviesa y de la que no puedes escapar. Pareciera entonces que todo lo que te rodea no existe, como si fuera un sueño aquello que ves pasar todos los días a tu alrededor, entre incrédulo y doliente, entre resignado y abatido.

El invierno regresa, más crudo que nunca. El sol ya no acariciará tu cuerpo, la sal ya no descansará en tus cabellos, justo tras el baño en el agua limpia de la playa. Aquellos castillos que hiciste perviven en tu recuerdo y, alguno, ni siquiera el mar lo quiso, quedando solo frente a las olas que rompían en sus cimientos.

Es hora de refugiarse. Buscar la compañía del fuego y esperar a que la primavera brote alguna vez. A que la luz de mayo vuelva a dar sombra sobre tu suelo.

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