De repente, se despertó. Entreabrió los ojos y, al ver tanta luz, creyó que se había quedado dormido y no había ido a trabajar. Luego se acordó de que sí que había ido a trabajar, que era por la tarde. Y se sintió tan orgulloso que volvió a dormirse, no antes de decidir que dejaría de endulzar el té con aquella sacarina tan extraña.
lunes, 18 de noviembre de 2013
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario