Intento no dar el futuro por supuesto, pero no lo consigo. No obstante, me abonaré al pesimismo en lo cercano y a la ignorancia en lo lejano.
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Si dichoso es el dinero que a casa vuelve, el que se asomó discretamente a la puerta debe ser digno de adoración.
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Nunca me acuerdo de cómo se escribe 39 en números romanos. Es el dulce encanto de la ambigüedad, que es la pequeña pesadilla de la no unicidad.
martes, 21 de agosto de 2012
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