Anochece dramáticamente pronto. El otoño se acerca. Con sus tonos amarillos y sus mañanas perezosas.
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Hay que buscar alguna estrategia. Algo que nos permita sobrevivir en el infierno diario. Asirse a una esperanza, agarrarse a un clavo ardiendo, podría ser una solución. Pero el calor quema tus dedos y quizá, más tarde o más temprano, te caigas por el precipicio. No queda más que programar la mente para sobrevivir, como tantas veces antes, pensando en vano que quizá sea ésta la última vez.
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Dicen que el siete trae suerte. Habrá que esperar para comprobarlo.
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La felicidad del pasado no sé a qué atribuirla, si a la ingenuidad o a la candidez. O a una extraña mezcla de ambas.
martes, 10 de septiembre de 2013
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