No hay mucho que contar. Los días pasan sin mayor ocupación, volviendo de nuevo a la rutina que, dicho sea de paso, se resiste a ser la misma.
Me planteo renunciar a algo, mantener mi existencia más casera, si es que aún pudiera serlo mas.
Salgo a andar. Ayer me encontré con gente. Hoy, también. Pienso que nunca llegué a enraizar, como esas macetas que teníamos en casa y que no acabábamos de echar a la tierra. La existencia se basó en una provisionalidad mal entendida. Aun recuerdo tus palabras. Y lo peor es que me acuerdo de ti. Sin motivo, además.
Pienso en que debería escribir algo trascendente. Como si eso fuera hacer la lista de la compra. Como si la inspiración se comprara en un vips. Pobre infeliz.
Tengo puesta la teme. Echan una peli tontísima. Pero, por un extraño motivo, no la apago. Escribo. Existo, lo intento.
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