Justo cuando estaba yo en todo el fragor de la siesta suena el teléfono. Imagino que será la familia para contarme alguna desgracia, así que descuelgo sin demasiada ilusión. Tras varios inquisitivos digas me saluda Luis Pérez, del Instituto de Estudios Bancarios. Un poco soñoliento me pregunto qué puñetas quieren de mi, pobre empleado en la docencia, en tan distinguida institución. Y me dice, en un perfecto mañico a lo Martinez Soria que si me puede hacer una encuesta sobre mis hábitos bancarios. Yo me resigno y le digo que sí.
A la primera pregunta respondo que no, pues no hay en casa nadie que tenga entre 16 y 30 años y que sea cliente de un banco. Ya bastante tuve con superar la crisis de los 30 como para que me vuelva a visitar. Pero Luis insiste en el interrogatorio, pues el no inicial no le desanima. En un gesto de increíble lucidez a mediodía le solicito que me llame más tarde, a lo que accede encantado.
Con algo de mala leche retorno al mundo de los despiertos, intentando hilar lo que están echando en la tele. Sin mucho éxito, porque al cabo de un momento me llama Ana Pérez, también del Instituto de Estudios Bancarios. Lo cual me induce a pensar que o bien el apellido Pérez es muy común o son todos hermanos y en esos Institutos de Dios también funciona el enchufismo. Superado el trance de las presentaciones y dispuesto a hacer de tripas corazón me enfrento de nuevo a la misma pregunta, con idéntica respuesta. Paso al segundo nivel, en el cual le informo de la entidad bancaria de la que soy cliente. Me pregunta que si soy cliente de otra y le digo que no, a lo que responde que no está efectuando encuestas para dicha entidad en este momento, pero que me llamará por si en el futuro le interesa que me vuelva a despertar de la siesta.
Cosa que agradezco, la verdad.
martes, 17 de septiembre de 2013
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