miércoles, 29 de septiembre de 2010

No me apetece ni cambiar de móvil

Mi mundo se desmorona. Se me amontonan las malas noticias. Y no me apetece luchar contra ellas. Para que nos vamos a engañar.

Creí que había encajado lo de mi amigo C, pero resulta que no. Me preocupa y se me nota. Y tampoco creo que sea algo para que todo el mundo lo sepa, pero por una vez no quiero ir dando demasiadas explicaciones. A ver qué me encuentro cuando vuelva a la beato capital.

Luego está el trabajo. Por primera vez en mi vida quiero que pase el año, quiero verme en junio, quiero verme jubilado, quiero verme muerto. No quiero saber nada de nadie, no quiero que nadie me cuente su vida, no quiero consejos, no quiero ayudas, no quiero nada más que ir de ocho a tres y encerrarme en mi casa. Aprender a tocar y olvidarme de todo, quiero estar en mi mundo ser feliz yo mismo con mi circunstancia, sin saber nada de nadie, quiero ser borrado de la cabeza de todo el mundo. Quiero que me ignoren, ser un cero a la izquierda, quiero ser un ente inferior, menos que una piedra que yace subiendo en el camino. No quiero que nadie me quiera, ni quiero que nadie me odie, quiero ser indiferente, como el agua, traslúcido, insípido. Ni siquiera debería ser como el agua, porque su sonido es relajante. No quiero comparaciones, no quiero nada más que no existir en los libros. Quiero ser una nada, quizá es lo que siempre fui, o nací para ser, pero un día me creí algo.

Quiero ser frío, no ver caras largas, saber que no puedo hacer nada y ni siquiera intentarlo, porque no quiero que me hagan sufrir. Nunca más. No entiendo cuándo dejé de ser como era y empecé a ser como fui. No entiendo que haya personas a las que yo pueda caer bien, si yo siempre fui un paria! Dios, cuando perdí el control de mi nada y empecé a creerme alguien!!

Y luego estás tu. Un día me quieres y al otro me odias. Nunca sabrás el daño que me haces. Me equivoco, lo vas a saber. La pregunta es si entonces te arrepentirás. No hay tal pregunta, sé que no. O por lo menos no lo mostrarás, con lo cual aunque sea que sí será que no. No sé por que te seguí. No sé por qué te sigo. Debe ser mi natural tendencia a la autodestrucción. No entiendo por que muero si no veo un sobre. Por qué me tomo en serio lo que me dices. Por qué me enfado cuando dices que me odias, me prometo a mi mismo que esto se va a acabar y feliz por la decisión, me traiciono cuando vuelves a mi, llorando porque me necesitas, me engatusas con cuatro palabras y caigo rendido a tus pies, llorando de alegría porque me permites ser tu felpudo. Y entonces me planteo si realmente, en el fondo de tu corazón, hay algo que me permita sentirme dichoso porque me quieres, aunque sea una brizna. Y entonces yo me siento mal, porque me traiciono a mi mismo. Inconsciente e inconsecuente. Suicida total. Como siempre, en mi tradición más ancestral. Lo llevo en la sangre.
Y cuando me odias pienso en todo lo que hemos compartido, pienso que me he engañado a mi mismo, creyendo que realmente eras una persona y luego eras otra. Y pienso que he hecho mal. Y es cuando vienes como un corderito de nuevo a mi, haciéndome creer que soy tu pastor, cuando siempre has sido tu el guía. He de reconocerte ese mérito.

Aclárate. Sabes que necesito verdades absolutas. Ámame u odiame, pero no te quedes en mitad. Sabes que no lo soporto.

Necesito huír del jaleo, encontrar un sitio donde nadie sepa quién soy, donde el bullicio o el silencio maten mis pensamientos. Necesito Londres. Una vez mas. Pero esta vez, solo.

Y sin renovar la permanencia.

1 comentario:

  1. El Señor nos libre de ciertas amistadaes. va con un sentido y va con otro, y en los dos casos la solución es quirúrgica. Y mala leche, mucha mala leche.

    ResponderEliminar