Esperábamos en el pasillo cuando salió de la sala. Delgada, con el pelo largo pero recogido con una pinza, caminaba preguntándonos si la esperábamos a ella, en una especie de pregunta retórica envuelta en color pelirrojo.
Entramos y nos situamos donde estábamos justo hace tres semanas. Y nos volvimos a presentar, a pesar de que nos conocemos de tiempo. Miré sus ojos marrones, su jersey fino de color rosa y su vaqueros de marca con un corte bastante novedoso. Y me fijé en sus manos, temblorosas.
Pensé que al menos su acento es bueno, aunque habla rápido y algo temerosamente, como si no estuviera segura. Y me reflejé en un pasado no tan lejano, cuando era yo el que tenía miedo, justo un segundo antes de comenzar la segunda parte de mi vida, cuando empecé de verdad mi camino en solitario. En aquél preciso día que no me cansaría de vivir.
martes, 25 de octubre de 2011
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