domingo, 16 de octubre de 2011

Tardes de domingo

No se si es que soy un optimista antropológico o quizá hubo un momento en el pasado en el que mi imaginación se pasó de frenada, pero esto no resulta como lo tenía planeado. Visto con algo más de edad, encaja dentro de lo lógico, pero es que resulta muy tentador dejarse llevar por lo que uno se imagina, aunque luego no pase lo que se pensaba.

Quizá la culpa fue mía, por esperar a empezar a vivir en un momento en el que todo el mundo ya viene de vuelta y sabe lo que quiere pero, ¿qué se puede esperar de un niño de 12 años de edad? El tiempo y la experiencia me han ido obligando a pensar en todo, pero me olvidé de tan pequeño detalle justo cuando más lo necesitaba. Nadie es perfecto, supongo.

Ahora intento arreglar todas aquellas cosas que en algún momento del pasado apunté en la lista de pendientes. Me da la impresión de que no son tantas aunque, desde según qué punto de vista se miren, no dejan de tener el mismo denominador común. A veces pienso que no merece la pena arreglar nada, que soy un tanto irrecuperable para ciertas cosas. En el fondo no quiero aceptar que es así, algún día me daré cuenta y me sonreiré en el espejo tras haberme dado una ducha. Haré como que me siento mal, aunque sea mal negocio el autoengaño.

Quizá en en fondo no quiera cambiar nada. Tiene sus desventajas, pero es más cómodo.

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