Nunca he entendido bien tu tendencia a la autodestrucción. A hacer las cosas mal a sabiendas. A humillarte de esa manera sin contraprestación conocida.
Es realmente notable como te pones en contra de ti mismo, ese entusiasmo que sientes a veces en destruirte, en elegir conscientemente aquello que te mata. Si al menos fuera una droga.
Se te endurece el alma, es tu vana ilusión, pero sabes que no es cierta, que no deja de ser una mentira piadosa.
Aunque bien es cierto que hubo un tiempo donde no te dejaste llevar, donde te resististe, aunque solo fue en parte. Por lo menos sabes que lo puedes hacer, aunque te falten ganas. Para que luego digan que eres constante.
Me sorprenden las palabras que a veces dicen de ti. Puede que sea un perro, pero no soy tonto. No me puedes engañar.
domingo, 10 de octubre de 2010
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