Entré en la nueva habitación. Ya la vi ayer desde la puerta, pues el pavimento aún era frágil. Una perspectiva sorprendentemente sombría a pesar de la claridad de las paredes y los juegos de luces de los cuadrados más pequeños, de distintos marrones aleatoriamente distribuidos.
Al entrar me pareció menos estrecha de lo previsto. Perspectivas, supongo. La vacuidad de la misma era agobiante. No sabía donde ubicarían exactamente los nuevos muebles. Ni el color de los mismos. Ni siquiera la adenda al suelo que aún quedaba por colocar y que dejaba al descubierto el negro suelo, lleno de mugre y desechos.
Caminé hacia la ventana, abierta. El murmullo del agua se hizo cada vez más fuerte. Pero era un murmullo desagradable, chirriante, acompañado del mal olor de lo que se descompone, de lo que se enquista en las zahurdas que nos rodean, que sabemos, pero que no vemos.
sábado, 20 de abril de 2013
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