Hay veces en que me siento a observar, como fuera del mundo. Desde mi posición veo las palabras volar, de un sitio a otro, frenéticas, rápidas. Veo las cabezas moverse. Tan solo falta el marco y el mando a distancia.
Quizá sea una forma de protegerme de la realidad, salirse de ella, ver como un espectador aquello que pasa cerca de mi, que en cierto modo me afecta, pero hacer que no. Convertir ese reproche de la mañana en la fuerza que te impulsa a seguir con la decisión que has tomado. Y que, por unas horas, te saca fuera del mundo.
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