Ambiente de feria en mi pueblo adoptivo que, a fin de cuentas, es ya el mío. Las fiestas patronales se divisan ya en el calendario y se perciben en el material con el que trabajo que, víctima de un cierto paroxismo, dice que no va a venir en nosecuantos días, para gran cabreo mío, que no hay cosa que más odie que levantarme de la cama para nada.
Hoy he ampliado un poco el recorrido, pues he ido a mi semanal clase de guitarra, y he podido comprobar como han surgido, como después de una lluvia, las casetas de la feria, todas más o menos parecidas y en sitios un tanto incrúspidos. Las hay de distintas asociaciones y luego las profesionales, de aquellos señores que van de feria en feria alimentando los sueños de los que la disfrutan hasta que el cuerpo aguante.
Debido a como es uno, yo veo las casetas y me entra tal agobio que me dan ganas de salir corriendo. No por las casetas, que en sí son bastante inofensivas, sino por lo que ellos significan, música a tope, olor a fritanga y gente pegando gritos todo el día. Nunca entenderé por qué tengo que aguantar cosas que no me gustan basándome en los motivos más peregrinos que se pueda uno buscar (como, por ejemplo, "Es que son las fiestas") pero supongo que los seres humanos semos así.
En resumidas cuentas, que ya están puestas las casetas. Que ustedes se lo pasen bien.
martes, 4 de octubre de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario