Habría transcurrido como una hora de vuelo cuando apareció tras la cortinilla de la clase bisness el carromato de las viandas. Me quedé muy sorprendido por el hecho de que en el vuelo nos dieran de comer, y sentía bastante curiosidad por el menú.
Contri más cerca estaban las azafatas más me poseía la duda, pues entregaban a cada pasajero una bandejita negra, una caja blanca y una servilleta de esas perfumadas.
Recibí mi rancho con una mezcla de curiosidad y apetito, pues llevaba unas horas de poca sustancia. La bandeja estaba sellada y contenía un hervido de judías verdes, zanahorias, brócoli y unos trozos blancos recubiertos por una salsa a su vez blanca. Peso neto, 50 gramos siendo un cubero optimista.
Abrí a continuación la caja blanca cuyo contenido era un bollito de pan, mantequilla que al abrirla tenía forma de flor y una magdalena sabor Cropán años ochenta que caducaba curiosamente el día de los inocentes de este año. Y un abundante servilleterío difícilmente justificable ante el volumen de alimentos suministrados.
Tras comprobar que la sustancia blanca dura era pollo y la líquida queso fundido se nos suministro la bebida y, momentos después, el té.
Y seguímos volando por las alturas.
domingo, 29 de julio de 2012
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