Me desenmascaraste. No luché, sino que me volví cómodo. Temí perder algo que ni siquiera tuve, una ilusión en la que viví. Una ilusión de la que no quiero escapar, porque me hace sentirme más seguro. No quise partir en tu busca, arriesgarme en el camino. Permanecí amarrado en el puerto de los temerosos, de los cobardes.
Definitivamente, tienes razón. No se puede dar aquello que no se tiene. Aquello que no se sabe.
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