Me preguntan sobre blogs. Uno, que llegó a esto por desquite y cobardía, ha ido aprendiendo más por truco que por experiencia. Pero sí es cierto que todo lo que me han dicho se ha cumplido, aunque uno haya encontrado su camino. Bueno, más o menos.
Podemos dejar la cuestión de la brevedad aparte. No nos vamos a poner de acuerdo, ya que cada entrada tiene tener su longitud. Pero lo que sí tenemos que ser es honestos. Con nosotros mismos. Pretenciosos, cursis, barrocos... Pero nosotros, a fin de cuentas.
Creo que los blogs tienen dos tipos de público. El primero es esa gente que te conoce y que te lee, de forma reconocida o no. Los que desayunan contigo o los que repasan el historial del ordenador cuando tú te levantas para ir a clase. E incluso los que no hablarían contigo pero te sigue todos los días. El otro grupo son aquellos que no te conocen y que nunca lo harán, pero que de alguna forma llegan a ti y se acaban quedando.
La diferencia, sobre todo en lo que respecta a lo que se publica, radica exclusivamente en el escritor. A veces se es temeroso en lo que se escribe, más que nada por el qué dirán. A fin de cuentas, escribir es desnudarse un poco, mostrar entre líneas aquello que no se puede expresar con palabras. Y no es fácil hacerlo ante la mirada de aquellos que tienes cerca, que esperan encontrar un cuerpo y luego encuentran otro. Sentimos defraudar.
El miedo, en cambio, desaparece en aquellos que no conocemos. Gente que llega por azar, por recomendación... Personas, lectores, que encuentran en tus palabras aquello que una vez sintieron. Y que se lamentan por no haberlas encontrado ellos antes. Lo sé porque a mi me ha pasado. Quizá sintamos menos vergüenza entonces, el no ser conocidos, el estar detrás de algo que nos proteja.
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