Las vi formarse por la tarde. A lo lejos. Sobre las montañas. Con las últimas luces del día pasando del amarillo pastel al azul y luego al negro.
Se extendían sobre el valle, justo por encima del cauce de ese río desconocido pero con nombre. Y, poco a poco se fueron extendiendo, hasta cubrirlo todo, trayendo el fresco y la humedad. La posible tormenta que no romperá, por no quebrar el silencio de la noche.
Parece que la magia deja paso a la vulgaridad. Al verano tedioso y largo. Al calor obsceno, con sus rituales de desnudo y aceites perfumados. Con las promesas que no se cumplirán.
martes, 25 de junio de 2013
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