Frío polar. Ni siquiera me estorba el gorro, y eso que me parezco algo ridículo. Paseo y cercanías. Alguien pide con la eficiencia e impersonalidad propia de una gran ciudad. Descubro que Madrid y la ironía no simpatizan.
Llegamos al km cero, que es una especie de estrella de cine pegada al asfalto. Gente que parece no ser de aquí pasea embutida en sus abrigos, con la lentitud propia del turista ocioso, unida a gente que parece ser de aquí que diríase que corre a apagar un fuego, y eso que es sábado.
La gente de aquí es sofisticada, lo sabe y además lo ejerce con una naturalidad pasmosa.
Visitamos monumentos más o menos interesantes, escenario de hechos de nuestra historia reciente. Paseamos por calles mas o menos famosas, en muchos sentidos.
Miro a todas partes. Todo parece distinto a lo que estoy acostumbrado. No sé dónde estoy, cosa que me desconcierta.
Museo. Amigos en mi cabeza que toman cuerpo. Nada mejor para una tarde de invierno.
Cercanías y vuelta a casa.
domingo, 5 de diciembre de 2010
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