Salgo a comprar el pan, pues por la mañana me pilló cerrada la panadería. Hay niebla, tanta que no se ve más allá de la roca omnipresente.
A pesar de que voy equipado con paraguas, la lluvia es tan fina que me envuelve, como un éter. Es imposible escaparse.
Pasan los coches con cuidado de no mojar y me pregunto si vivo en el futuro que yo quería. Si la vida tranquila que tanto deseaba me sigue llenando como cuando comencé a tejerla. Si quizá ya todo sea un campo quemado del que haya que partir, buscando horizontes más halagüeños que acaben desiertos en un futuro medio.
Paso por delante de una puerta que refleja la calle. Y yo no estoy en ella.
miércoles, 7 de noviembre de 2012
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